Donald Trump le dio auge a una expresión que es utilizada cada vez es más por políticos de todo el mundo, “fake news”; que además está siendo aprovechada por regímenes de perfil principalmente autoritario para desvirtuar la información que les contradice, les resulta inconveniente, o simplemente incomoda. Pero ¿qué son las “fake news”?
¿Qué son las “fake news”?
12municación, ya sean los tradicionales masivos (televisión, radio, impresos, cine), o en los digitales y alternativos. Puede generarse de manera no deliberada como resultado de un error o negligencia, cuando se difunde información que carece de evidencia, validación o fundamento y no se hace nada por comprobarla. Pero también puede generarse de manera deliberada cuando el autor sabe que la información tiene esas características, o que definitivamente es mentira y, aun así, la difunde.
En este espacio se han dado breves explicaciones acerca de cómo hay cada vez más un distanciamiento entre la como evidencia que sirve para comprobar de manera fehaciente algo y la verdad, que finalmente es una percepción personal.

Una de las razones para esto es que cada vez se confía menos en las fuentes de información que desafían todos los códigos preexistentes de una persona y que ahora encuentra más bien refuerzo de identificación y de simpatía basado en estímulos emotivos.
Esto además ha propiciado que las fake news sean aprovechadas como un instrumento político, aprovechando según convenga, los medios adecuados para difundirlas, como pueden ser los medios alternativos, pero militantes.
En este punto específico, cuando las noticias falsas se aprovechan como instrumento político, se pueden identificar algunos rasgos; suelen ser generadas por agentes de influencia identificables, se difunden para reforzar promesas, visiones, posturas, ideología, o ataques y descrédito, con una fuerte carga emotiva como eje central. Cuando se presenta alguna forma de sustento será de manera limitada y sesgada.
Los bulos, las fake news como instrumento político son parte dominante de la interacción actual en las redes sociales, donde los agentes de influencia aprovechan para interactuar como si fueran un usuario cualquiera y a partir de eso promover su difusión, e incentivar la identificación de la audiencia que las consume.
Este tipo de comunicación es efectiva, muy efectiva. Ha llegado al punto donde se considera con más validez a lo que presente un youtuber, sin el mínimo sentido, razón, o fundamento, que la explicación de un académico.
Y es porque las fuentes son donde inicia la desconfianza de la gran audiencia que consume información. La academia, el periodismo, la ciencia, los expertos, son presentados como carentes de credibilidad y ahora más bien dignos de escepticismo.
La audiencia que consume información presentada como noticias, ahora tiene una inmensa cantidad de fuentes de difusión, con frecuencia contradictorias u opuestas entre ellas, por lo que queda a su total libertad decidir en cual ponen su confianza.
En el medio digital para las empresas de tecnología hasta hace apenas muy poco tiempo, esto no era visto como un problema, confiaban la selección y validación de la información a una combinación de elementos. Entre otros, consideraban el comportamiento humano con respecto a la información y su análisis por algoritmos, reforzando el fenómeno de las cámaras de resonancia.
Para hacer aún mayor el estruendo dentro de las cámaras de resonancia, los agentes de influencia aprovechan métodos de automatización y manipulación no legítimos que echan mano de las fake news como forma de sustento, convirtiéndolas además entonces en un elemento de ciberpropaganda.
En los pasados 15 años la tecnología, sobre todo los medios digitales, han permitido que las noticias falsas se difundan a gran velocidad, pero además que lleguen a una audiencia cada vez mayor.
Es interesante observar que ese alcance no significa que toda la audiencia sea influida de la misma manera. De hecho, los efectos de exponerse a piezas de desinformación son uno de los elementos que se aprovechan para el ciclo de polarización, donde la audiencia en un extremo de la escala de ideología o simpatía política podrá aprovechar la información para sustentar sus propias creencias, pero la audiencia en el extremo opuesto iniciará el ciclo de “combatirla” por no ser concordante con sus correspondientes creencias. Es decir, las fake news tienen la capacidad de iniciar, participar e incentivar el ciclo de polarización.
En estos complejos ciclos, se logra además que los agentes de influencia adversa alteren el ciclo informativo, ya sea que lo distraigan al llevar la atención a una pieza de información carente de cualquier valor, o que desvíen la atención dando énfasis en los elementos que convengan a la narrativa.
Esto ha hecho crecer la presión en los periodistas y medios, que cada vez tienen más problemas para participar del ciclo informativo sin cometer errores, ya sea por la urgencia de presentar información tan pronto como se genera, la ignorancia en como discernir en su validez, o la total omisión de esta.
La vulneración a la confianza en los medios está dejando un saldo muy alto, que además se combina con fenómenos reales como la siempre presente sospecha sobre un interés oculto por la influencia económica o política del medio mismo para favorecer o desacreditar información yendo en contra del interés de la audiencia.
Por si la escena no parece suficientemente compleja, al tratamiento de las fake news como un problema de disfuncionalidad informativa, los regímenes que la aprovechan en su agenda política la defienden, dicen, por la libertad de expresión. O en su defecto, a las narrativas adversas, para combatir el discurso de odio.
De eso, la próxima semana. Hagamos red, sigamos conectados.
Autor
Diseño y coaching de estrategias para manejo de redes sociales. Experiencia en análisis de tendencias en línea.
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