No pertenezco a ninguna religión y no soy “creyente”, como se les dice cuidadosamente a los que somos ateos. Tengo, eso sí, un gran número de amigos que profesan alguna religión y nuestra relación es mutuamente respetuosa con relación a estos temas tan sensibles. Son, permítanme decirlo así, amistades “laicas” en las que cada uno cree o no cree en lo que quiere y coincidimos o no en muchas otras cosas de esta vida. Soy, pues, una convencida absoluta del Estado Laico, esto es, pienso que un país debe respetar todas y cada una de las creencias que tienen sus habitantes y que por lo tanto debe funcionar independientemente de cualquier confesión religiosa. Como dice el viejo refrán: “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”- Así de simple.
En ese supuesto laicismo que se da en México, es condición importante que las autoridades políticas no se pronuncien públicamente a favor o en contra de ninguna religión y que las creencias de las iglesias no incidan en temas la política nacional. Bueno, esto es lo que (como decía antes) en teoría debería suceder en nuestra nación. Pero en esta administración las cosas están cambiando aceleradamente en detrimento de la posición neutra que debería tener el gobierno ante todas las religiones.
Un dato interesante: más de 160 naciones del mundo son estados laicos. Alrededor de unas 40 son abiertamente estados confesionales, esto es, que tienen una religión oficial, aunque se permite practicar otras. Y cuento todo esto a propósito de las recientes tensiones que se han dado entre el presidente, la Iglesia Católica y la Comunidad Judía de México. Lamentables desencuentros en más de un sentido.
La exigencia por parte de la Iglesia Católica de que el gobierno garantice la vida y seguridad de sus ciudadanos, así como su planteamiento urgente de un cambio en la pseudo estrategia que se resume en la frase de la 4T “abrazos no balazos” desató la ira presidencial para que en una mañanera llena de insultos el Lic. López Obrador llamara hipócritas, mentirosos y apergollados por la oligarquía a los jerarcas católicos.
Por si esto fuera poco, por las mismas fechas decidió llamar hitleriano al comunicador Carlos Alazraki, orgullosamente judío (como el mismo se autoproclamo) por el “delito” desde su canal de YouTube (donde por cierto yo orgullosamente participo) de criticar al presidente y a su 4T, ¿Qué pasó? ¿Hasta donde es capaz de generar conflictos distractores AMLO?
Pero falta un grave error más: la solicitud —por parte de alguno de los incondicionales de su gobierno—para que una serie de iglesias evangélicas declararan en apoyo incondicional al jefe del ejecutivo— a tal punto que llegaron a decir que representa un lujo para México tener un presidente como el tabasqueño. Órale.
¿Y el Estado Laico señor presidente, dónde quedó? ¿Todos los que no pensemos como usted, somos traidores a la patria o hitlerianos? ¿Y los que clamamos por una estrategia de seguridad (ya que no existe) que acabe con la impunidad y el reinado del crimen organizado… somos hipócritas y estamos apergollados por los machuchones? Creo que sí necesitamos no una sino muchas jornadas por la paz. Así sea.