Ideas erróneas y arte efectivo: “Dos días, una noche”

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¿Pueden lograrse obras cinematográficas o artísticas efectivas con ideas equivocadas? La historia está llena de ejemplos que responden afirmativamente a esta pregunta. En realidad, en buena parte de la historia de las artes las obras han tenido objetivos políticos y sociales explícitos. Ya en el siglo XX un giro de esta vena del arte ha sido la propuesta de un cine supuestamente social, con algunos paralelos con instancias como la literatura comprometida. En la práctica más común tenemos también cineastas que se montan en los temas sociales y políticos del día, les sean propios o no, en una apropiación que se parece al oportunismo.

Marion Cotillard en Dos días, una noches. Fotografía de Christine Plenus.

Los directores belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne podrían parecer practicantes del oportunismo de los temas pues proceden al retomar asuntos de actualidad. Basta pensar cómo su película más reciente, El joven Ahmed (2019), trata un tema de trágica realidad en estos días de noviembre de 2020: la radicalización de quienes pueden llegar a militar en el terrorismo. Pero con los hermanos Dardenne estamos ante artesanos del cine que están lejos de llanamente aprovechar la ocasión.

En Dos días, una noche (2014) los Dardenne mostraron por qué una obra con apreciaciones erróneas, e incluso falsas, sobre la realidad social puede ser, no obstante, una película efectiva. Me parece que en esto participa la calidad audiovisual y, sobre todo, el carácter ficticio y vivencial de la película. Destaca la aparente sencillez, en que pareciera verse básicamente a la protagonista Sandra (Marion Cotillard) deambular por los suburbios de una ciudad. Hay, de hecho, un cuidado magnífico de los detalles. Todo es capturado por lo que Eduardo Cruz ha llamado, con acierto, una “cámara inquieta”. Las tomas son generalmente cerradas, acaso correspondiendo con la angustia de la protagonista. Y es ella, Cotillard, otra gema de la cinta: su interpretación logra hacer pasar su atractiva apariencia por la de una figura desvalida, que está en consonancia con un medio y personas que no parecen motivo de inspiración.

Marion Cotillard como Sandra en Dos días, una noche. Fotografía de Christine Plenus

Hasta donde he descrito, el logro podría ser el de cineastas competentes y experimentados; sin embargo, con una idea de compromiso social, más de un director con dicha habilidad tropezaría al buscar mostrarse del así llamado lado correcto de la historia. Los Dardenne, en cambio, optan por algo distinto: Sandra, recién recuperada de una incapacidad por depresión —mal de nuestro tiempo—, se encuentra con que será despedida, salvo que sus compañeros voten porque ella se quede en su puesto y renuncien a su bono anual. Esto llevó a muchos críticos a una lectura fácil en que la situación de Sandra sería evidentemente consecuencia del capitalismo. Si bien el tratamiento que los Dardenne dan a estos puntos no es muy sofisticado —pues los presentan de forma mecánica a través de diálogos de los personajes—, es muy claro, en una interpretación más detallada e informada, que Dos días, una noche no se refiere sólo a oprimidos y opresores, sino también al enfrentamiento entre la comunidad y lo individual, e incluso dilemas de connotaciones religiosas y de honor.

Cartel de Dos días, una noche

Dos días, una noche difícilmente puede ser una película anticapitalista que represente la explotación empresarial. El responsable de la situación en extremo arbitraria que enfrenta Sandra es un personaje que puede concebirse a sí mismo como un progresista: es un empresario verde —su negocio tiene que ver con paneles solares— con una personalidad que parece afín a esas posturas que creen salvar al mundo pues, sin dejar de tener en cuenta que se trata de un contexto europeo, así lo denota su vestir informal y la relativa modestia de su automóvil. Podemos creer que él es el dueño, o accionista mayoritario con poder ejecutivo, porque puede actuar de maneras tan inusitadas y de carácter tan poco económico como plantear la votación que decidirá el futuro de Sandra, o sugerir, de último minuto, una solución para salir al paso. Criticar un sistema requiere conocerlo para señalar sus debilidades o, incluso, abusos reales. Pero lo que vemos en Dos días, una noche ni es representativo ni corresponde al capitalismo de la Unión Europea (UE). Esta tiene regulaciones extremas que algunos libertarios critican acremente, como las de protección a los trabajadores. Sólo si suponemos que Sandra, sus compañeros de trabajo y su esposo son completamente ignorantes, se vuelve creíble la situación del personaje. En la UE Sandra, por su pasada depresión, podría señalar discriminación laboral ante la autoridad y sería factible ganar una compensación y la reinstalación en su puesto de trabajo. Los hermanos Dardenne hacen caso omiso de esta y otras realidades sociales porque están haciendo una obra cinematográfica, una especulación ficticia que, aun si ellos querían hacerlo, no habla, en rigor, sobre las maldades atribuidas al capitalismo.

En Dos días, una noche, los hermanos Dardenne no ofrecen una crítica coherente a una supuesta moral del neoliberalismo en que el conjunto de las personas estarían despiadadamente en competencia unas con otras. Vemos a gente que sobrevive en condiciones que no son deplorables, que tienen valores distintos, que son capaces de solidaridad, más allá de la conciencia de clase. Y esto nos lleva a la relación del creador con su entorno. A veces los artistas son visionarios y descubren facetas de sus sociedades. Además, por supuesto, responden a sus circunstancias, pero esto es distinto a la adopción no vivencial sino derivada de estrategias para lograr presencia entre ciertos públicos. El personaje de Marion Cotillard se enfrenta a la crudeza de la vida, en que intentar las cosas es lo único posible. Saber cuál es la sustancia del arte es difícil, pero la clave no parece estar en la adopción ni en el rechazo ni en el tratamiento acertado, o no, de los temas políticos de moda.


El filme está disponible en MUBI, plataforma de cine por internet, hasta mañana sábado 6 de noviembre de 2020 en México. MUBI presenta a diario, en cada país en que está presente, una película distinta que puede verse por los siguientes 30 días, por lo que cada día hay 30 opciones de cintas consagradas de la historia del cine o de reciente presencia en festivales.

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