A mediados de julio de este año el director de una empresa productora de cortometrajes políticos, que es simpatizante del presidente López Obrador y de la Cuarta Transformación, señaló en una entrevista en un diario de circulación nacional, que también es simpatizante del presidente y de su proyecto político, que en nuestro país está en curso un “golpe de Estado suave” o blando.
Al margen de que esto fuera parte de una estrategia de difusión para colocar en el mercado su producción fílmica donde abordan el tema en cuestión, es claro que también sirvió para darle elementos argumentativos a los ideólogos y promotores de la Cuarta Transformación para defender su proyecto y deslegitimar a sus opositores.
A mi juicio no existen indicios claros que nos indiquen que está en curso un “golpe de Estado suave” o blando en nuestro país; en cambio lo que sí tenemos son señales contundentes de que está en curso la instauración de un Estado totalitario.
El argumento principal de quienes promueven la idea de que está en proceso un “golpe de Estado suave” es que la ultraderecha quiere derrocar al gobierno legítimo de López Obrador.
En la mañanera del 26 de julio le preguntaron al presidente qué opinaba al respecto y él le restó importancia al asunto. Dijo que él no veía problema alguno y que lo que sí veía eran protestas legítimas, pero que conoce la historia y que sabe de lo que son capaces los conservadores.
En este caso pienso lo mismo que el presidente: sí existen una derecha y una ultraderecha en México, pero no es homogénea ni está unificada en un sólo proyecto; no hay indicios de que toda o una parte de la derecha y la ultraderecha estén instrumentando orgánicamente y de manera planeada un golpe de Estado ni suave ni mucho menos tradicional, el cual procedería con el uso de la violencia y la fuerza militar.
De tal forma que no hay elementos claros para determinar que está en proceso un golpe con alguna de esas características, ni para intentar derrocarlo ni para pedirle su renuncia por incapacidad o ineptitud.
Lo que sí veo es que hay varias oposiciones que intentan legítimamente reagruparse y ser contrapesos reales al gobierno, eso en una democracia es algo consustancial que no debe generar intolerancias ni mucho menos violencia política desde el poder; como lo es también que cualquier presidente demócrata que haya ganado legítimamente y de forma contundente con la voluntad popular y las reglas democráticas, haga su gobierno como lo mandata la Constitución, a la que jura respeto y obediencia.
Tan no hay indicios de ese golpe de Estado que la derecha y la ultraderecha forman parte de la Cuarta Transformación desde donde cuidan sus intereses. ¿Por qué habrían de derrocar a un presidente que con o sin neoliberalismo está sosteniendo a su modo las reglas básicas del mercado que los ha beneficiado por años? Tampoco López Obrador es un presidente de izquierda que se haya propuesto terminar con el capitalismo ni con el gran capital.
La otrora mal llamada “minoría rapaz” hoy lo asesora y aconseja en su gobierno, hasta despacha desde la misma oficina presidencial y lo acompaña a sus eventos políticos.
Es más, el presidente López Obrador cooptó a la jerarquía militar y a sus bases, entregándoles concesiones económicas, administrativas y de gobierno, como nunca se había hecho en la historia reciente.
Entonces, no hay elementos claros y contundentes que permitan decir que hay intento de golpe de Estado suave ni mucho menos militar.
Sin embargo, ahora los defensores de la 4T acusan a cualquier opositor o crítico de su proyecto de estar conspirando para derrocar al presidente y su gobierno, según como parte de un plan maquinado desde la ultraderecha con apoyo extranjero. Con esta acusación pretenden deslegitimar a la oposición y eventualmente cargar contra ella el odio y la intolerancia política para neutralizarla, e incluso con la acción violenta del Estado.
A mi juicio, con esta hipótesis de la conspiración, en el fondo están defendiendo abiertamente una forma centralista y autoritaria del poder, mediante la cual se va instaurando un Estado Totalitario en México.
Aunque no sabemos cuál forma adoptará este Estado Totalitario o si será un híbrido de todas: Porfiriato, Maximato o Dictadura Perfecta.
Actualmente está en curso la Cuarta forma de Estado Totalitario en México. La “T” no es de Transformación sino de Totalitarismo.
Aquí algunos indicios del Estado Totalitario o versión a la mexicana de este fascismo en ciernes:
Centralización excesiva del poder en una persona y por consiguiente el debilitamiento de los otros poderes de la Federación; fortalecimiento de un partido oficial; un discurso de odio e intolerancia desde el gobierno; rechazo virulento a la oposición y críticos del gobierno; criminalización de la protesta; militarización de la seguridad pública; intolerancia contra medios de comunicación y periodistas críticos, amenazando con ello la libertad de expresión; desprecio por las instituciones promotoras y defensoras de los derechos humanos; desdén por las autonomías de organismos o centros especializados; menosprecio por la ciencia, cultura e investigación; ruptura de reglas electorales; uso discrecional de la justicia; debilitamiento de órganos electorales y de partidos políticos opositores; existencia de medios de comunicación oficiosos; imposición de un proyecto de gobierno como ideología; consultas a mano alzada o por votación para justificar e imponer decisiones de gobierno; extinción de dominio que amenaza la propiedad privada y viola la presunción de inocencia, con riesgo de un estado policiaco; clasismo o discriminación social desde el gobierno; configuración de una élite autoritaria en el gobierno (que incluye fuerzas de derecha, ultraderecha, izquierda, centro, progresistas y nacionalistas); integración de una amplia red de ideólogos y propagandistas oficiosos; una política social centralista y clientelar para fortalecer una masa de fieles; aborrecimiento contra una sociedad civil organizada e independiente; rechazo a las organizaciones sociales y sus movimientos que representan a sectores de la sociedad; adoctrinamiento en escuelas públicas; subordinación al gobierno autoritario y racista de EU para tener su apoyo.
La primera etapa de este Estado Totalitario consiste en consolidar el poder presidencial; controlar totalmente el presupuesto; crear una estructura social y política nacional desde el gobierno, y contar con el respaldo de los militares.
Depende de los contrapesos que hacen oposición política que este Estado Totalitario no se consolide como un proyecto transexenal, claro, todo en el marco de la disputa legal, democrática y pacífica.
El último clavo
Lo grotesco de esta forma totalitaria es cuando el poder se premia a sí mismo y se monta en un logro que no es suyo. Primero el presidente López Obrador felicita a los deportistas en las redes sociales poniendo una foto suya muy sonriente; luego la titular de la CONADE le entrega una medalla simbólica y un muñeco de peluche de los juegos Panamericanos. Para ellos los deportistas no son lo importante sino el presidente. Se ve que está urgido de reconocimientos, incluso hasta de los que no le corresponden por mérito propio de su gobierno.