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Se vive una época que ha traído fenómenos nunca antes vistos en la historia, por ejemplo, en las redes sociales la sensación de estar uno a uno con cualquiera con quien interactuamos, incluso con celebridades, deportistas, políticos y presidentes.

No es extraño quedarse con la duda de saber hasta dónde llega el mensaje y a quién alcanza; y posteriormente entender si acaso ese mensaje efectivamente tiene una respuesta o causa una reacción.

El modelo ha logrado tal arraigo y potencial que conforme pasa el tiempo va quedando claro la importancia que tiene para las figuras de autoridad participar de él. Por eso también ya no es extraño que directamente sean parte de las dinámicas de polarización, de los ejercicios de coerción, de los desplantes de autoridad, sin medir las consecuencias de sus propias palabras.

O bien, que consideren que todas las voces discordantes que los confrontan sea porque los mueven acciones coordinadas por intereses que buscan desestabilizar, mediante lo que ellos llaman mentiras.

Las redes sociales en su efecto de lente de aumento dan la oportunidad de ver de propia mano la vena autoritaria al magnificar cualidades y defectos del usuario en personas de quien ejercen cargos de autoridad o de poder. El autoritarismo no soporta que se señalen sus errores, que se exhiban sus abusos, no soporta crítica, no soporta cuestionamientos. El autoritarismo no soporta opiniones discordantes.

El autoritarismo en el ecosistema digital hace uso y abuso del lenguaje buscando resignificar hechos y sucesos, busca manipular el significado de términos y conceptos al ofrecerlos de manera maniquea y sesgada.

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Las voces autoritarias llaman bulos, fake news, mentiras pues, a todo lo que los contradice o les cuestiona, aunque sea verdad. Según les resulta conveniente las voces autoritarias llaman manipulación a las explicaciones que se dan sobre los hechos y la realidad. Las voces autoritarias llaman ataque a todo lo que se les dirige que no es un alago fácil o un aplauso incondicional.

El uso del lenguaje delata esos afanes autoritarios cuando, dicen ellos, en defensa de la libertad de expresión más bien lo que buscan es precisamente coartarla al callar las voces que les resultan incomodas, silenciar a los medios que no les son afines, limitar los espacios que no les son incondicionales. Aun eso implique confrontar a las mismas empresas dueñas de las plataformas de redes sociales.

El lenguaje es un instrumento social mediante el cual colectivamente se establecen los significados de las palabras y los términos que usamos. Por eso es tan delicado que se manipule la forma en que se busca reconceptualizar palabras con acepciones equivocadas para usarlas como denuestos. Tal es el caso de bot.

Una, otra, tantas veces como sea necesario, hay que repetirlo y explicarlo. En redes sociales, en el ecosistema digital, y mucho menos más allá de las pantallas, un bot no es una persona jamás.

“Bot” es la abreviatura de robot, en este caso de software. Un bot no es una persona que critica, ataca, u ofende, no importa si lo hace por iniciativa propia o no.

Llamar bot a cualquier voz discordante es una forma de restar legitimidad a los reclamos al ponerlos a la luz de una supuesta conveniencia manipulada.

Usar el término bot de modo maniqueo en forma de denuesto es una manera de buscar convencer que la crítica y el reclamo surgen movidos por el interés económico y político de los infaltables adversarios, reales o imaginarios.

Es cierto que existen inmensas campañas coordinadas y financiadas para dirigir ataques a manera de ejercer coacción y coerción. Pero en ultima, se debe también de entender que llamarle bot a quien se dirige de forma incomoda a las figuras de autoridad y poder es una forma de discriminación al restarles la identidad propia y su calidad de ciudadano.

El ambiente digital termina de enturbiarse cuando existe además una ceguera cognitiva que influye en la forma que se percibe la interacción. Eso es lo que lleva a que los reclamos sean expuestos bajo la idea que los bots son gente pagada para cumplir un trabajo de reventar la conversación en línea, mientras que los cumplidos y halagos son vistos y percibidos como la manifestación del apoyo y amor incondicional del pueblo.

La diversidad de los pensamientos e ideas en el ecosistema digital tiene una manifestación tan variada como usuarios conectados, que ojalá y por mucho tiempo sigan haciendo red.

Hagamos red, sigamos conectados.

Autor

  • Leo García

    Diseño y coaching de estrategias para manejo de redes sociales. Experiencia en análisis de tendencias en línea.

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