Hace un año, el martes 25 de junio de 2024, salieron de prensa los ejemplares del libro De donde se desprende que Uno es la suma total del universo del escritor Gabriel Bernal Granados sobre la obra del pintor Fernando Leal Audirac. Se tiraron apenas 150 ejemplares bajo el sello de Ediciones Odradek, que dirige el poeta Alfonso D’Aquino desde Huitzilac, Morelos (poblado ubicado al sur de la Ciudad de México). Hay, sin duda, una anomalía cuando en el país con la décima población más grande del mundo está ausente un público lector que demande un mayor tiraje. La situación claramente es un problema cuando se sabe que Bernal Granados (1973, Ciudad de México) no es un autor intrascendente, sino alguien que arrancó su carrera literaria precozmente y pronto destacó entre la comunidad literaria, obteniendo reconocimiento y aprecio de muchos de sus pares desde sus tempranos años veinte.

Es una realidad que ciertas actividades son de nicho, pero esto no debería distraer del drama evidente de la poca lectura literaria en México (y de otros tipos también). Estoy seguro de que tampoco habría que persistir en el error de editoriales que se celebran como “independientes” —aunque varias de ellas vivan de coediciones subsidiadas gubernamental o institucionalmente— cuando esas casas podrían reivindicar sobre todo su calidad, en vez de caer en el consuelo o la excusa de la identificación por especificidad financiera: libros como el de Bernal Granados podrían alcanzar a más lectores.
Un ensayo en torno a diversas obras de Leal Audirac (1958, Ciudad de México), complementado por un par de textos posteriores y un epílogo componen el libro. Su coherencia va más allá de referirse a un mismo artista o de forzar una improbable continuidad y cohesión a su obra —como hacen comentaristas que conciben la crítica como simplificación y no como vislumbre de complejidad. Bernal Granados bosqueja un debate de siglos entre la poesía y la pintura para ubicar en él a Leal Audirac pues, aunque el centro de su escritura son las pinturas, también alude a los ensayos que ha redactado el artista (de los que el mismo Bernal Granados editó y prologó un volumen en 2007: La monumentalidad de lo íntimo). Al referirse a Joyce —ligándolo a las primeras experiencias pictóricas de Leal Audirac— Bernal Granados piensa en “el despertar de la conciencia artística”. Y De donde se desprende que Uno es la suma total del universo es un libro, precisamente, sobre el carácter de la conciencia artística.

Continuando con el afán numérico —que no valida mis dichos— planteo una comparación arbitraria que algo indica sobre el eventual interés acerca de un artista como el abordado por Bernal Granados. Si uno usa Google encuentra que para Leal Audirac hay alrededor de 12,000, nada despreciables, resultados; sin embargo, si uno busca Damián Ortega los resultados ascienden a cerca de 2,290,000 (Leal Audirac es 8 años mayor que Ortega). Sin recurrir a números, Bernal Granados opta por la discreta esperanza: que el trabajo artístico será remunerado en algún momento por el público adecuado. Así, al referirse a un volumen de Ernesto de la Peña, afirma que “su libro, pese a todas sus virtudes y a la cantidad inmensa de conocimiento requerida para su redacción, ha caído en el olvido. Pero no debemos lamentarlo porque el olvido está previsto en la densidad y complejidad de su arquitectura: porque sólo las obras que valen la pena, es un decir, las obras que algo significan, son aquellas que han sido perfeccionadas para el olvido. Un día, no obstante, llegará un segundo lector que saque a este libro del anonimato fatídico a que fue condenado desde su incepción”. De cualquier manera, y en otro sentido, la prosa de Bernal Granados podría igualmente referirse a un pintor ficticio y a cuadros inexistentes sin perder su validez.

Al escribir sobre las pinturas de Leal Audirac, quizá el escritor hable también —o incluso, sobre todo— de sí mismo. En cierto momento trata de la creación de homúnculos, desde su propensión al conocimiento esotérico. Así se refiere a “la curiosidad y la capacidad omnívora de un hombre que ante todo se encuentra en busca del conocimiento”, pero al mismo tiempo parece reconocer “una engañosa, por imposible y falaz, sabiduría absoluta”. ¿Qué dice Gabriel Bernal Granados, al menos en este ensayo, sobre el arte? Es decir, qué implican sus comentarios a Leal Audirac sobre la naturaleza de la pintura y el resto de las artes. El escritor rastrea genealogías estéticas del pintor, da significado a trazos, describe las piezas, esboza pasajes de la vida del artista y especula sobre la realización de los cuadros para alcanzar interpretaciones que son, simultáneamente, caracterizaciones de las obras: “la especulación psicológica que se halla presente en la mayoría de los retratos de Leal Audirac”. También asegura Bernal Granados que: “el artista, el hombre, no alcanza el ideal de abrazar el conocimiento absoluto simplemente porque este ideal es imposible de alcanzar”. Con lo que cabe la pregunta, ¿es definible el arte?
Bernal Granados afirma que Leal Audirac pinta sobre hombres en busca de conocimiento “en un mundo que lo confronta con la ausencia de sus dioses”. También, al diseccionar una obra del pintor y probablemente elogiándolo, se pregunta si el artista está “manifestando la presencia de la divinidad”. Pero, a pesar de lo fascinante del saber esotérico —del que quizá sea parte la tipografía de Odradek— son innecesarios los dioses. Bastan las personas que buscan, ni siquiera el conocimiento, sino que intuyen, como Bernal Granados y sus editores, que hay encuentros que vale la pena tener. Los lectores potenciales de Bernal Granados podrían olvidarse de dios y otras pamplinas —como la decolonialidad y los cuentos de transformaciones sociales alcanzadas en ciudades cacarizas de baches— para ponerse a leer, para así descubrir la dicha de caer en “la realidad abrasadora de la especulación estética”.