Pedro Almodóvar es uno de los directores más significativos del cine contemporáneo. A diferencia de otros cineastas que quizá también perduren, su obra no provoca extrañeza entre el gran público, ni representa la dificultad que aleja a muchos de Tarr o Wiseman. Si éstos, y maestros más jóvenes —como Ceylan, Geyrhalter y Reygadas—, parecen coto cerrado y provocan diversos reproches, en cambio, Almodóvar resulta casa abierta y genera aprobación y elogio. Su película más reciente Madres paralelas (2021) da cuenta de cualidades cinematográficas y de sintonía con convenciones sociales y políticas de la comunidad cultural global, por algo se exhibe lo mismo en Xoco y Bethnal Green que en Argüelles.
Todo comienza con una sesión de fotografía en el siglo XXI. O no: empieza con la Guerra civil española (1936-1939). Es de notar un diálogo —que hace referencia a la Ley de Memoria Histórica y los “0 euros” de “subvenciones” del presidente Rajoy a la causa—, que es informativo y esquemático, entre la fotógrafa Janis (Penélope Cruz) y el antropólogo forense Arturo (Israel Elejalde) para introducir el tema de recuperar restos de desaparecidos de la Guerra. Aparte de la línea creada por esto, lo demás en la cinta es Almodóvar reconocible: música de Alberto Iglesias evidente y distintiva, el melodrama del intercambio de dos bebés —con la muerte de uno— y juegos con planos temporales por medio de recursos como la apertura de una puerta.
Para quienes ven el cine sólo como un hecho cultural —como algunos académicos— Almodóvar siempre ofrece de qué agarrarse. En este caso, además de presencia de latinoamericanos en España y de consecuencias de la libertad de movimiento en la Unión Europea, está la relación entre Janis y la “asistenta” doméstica, en que ésta puede llamar cerda a la bebé de Janis (“gorrino”), con sólo un amigable “hala” como reacción; circunstancia improbable en un contexto de alta jerarquización. Sin embargo, cabe reflexionar sobre la actual efectividad social de ciertos rasgos del cine de Almodóvar. Que la joven Ana (Milena Smit) reclame a Janis estar “obsesionada con la fosa” donde están los restos de los antepasados de su pueblo —criminalmente asesinados y enterrados— así como su exhorto a “mirar al futuro” es retratado como posición reprobable. Similarmente, la dicotomía esbozada por el director entre quienes se preocuparían por el pasado y quienes serían reprochablemente ajenos a él, resulta elemental. Que un personaje de Madres paralelas sea actriz y declare que “los actores son todos de izquierdas”, difícilmente ofrece un planteamiento de acción política, sino apenas regodeo en esa identificación.
Janis tiene relaciones sustanciales con otras mujeres —su centralidad se acentúa con varios oscurecimientos de pantalla en que su figura es lo último que conserva luz. Elena (Rossy de Palma) es su apoyo profesional y amiga de toda la vida. Janis comparte habitación de hospital con Ana, cuando ambas están a punto de parir. Se cuentan lo accidental de sus embarazos y compartirán mucho más por otro imprevisto. Así, se vuelve notorio que la riqueza argumental y los repartos son factores del atractivo del cine de Almodóvar —a los 16 años, ante uno de sus filmes, Cruz, ahora estrella internacional, abrazó el proyecto de hacerse actriz y trabajar con él. Además de las acciones en las cintas, están los diálogos que entregan más historias, fragmentariamente. La fosa común que será trabajada por arqueólogos pareciera haberse desvanecido de la película más allá de su mitad. No estamos ante relatos dentro de la historia del filme. El mecanismo de la muñeca rusa, en cierto sentido, es fácil: introduce otras narraciones en la principal. En cambio, Madres paralelas semeja más una raíz que se extiende, casi sin límite, con nuevas vertientes, que se alejan del corazón, pero siguen prendidas a él. Relatos que confluyen, se reflejan y complementan —en algunos filmes Almodóvar incluso ha dado subtítulos a las ramificaciones. En Madres paralelas éstas incluyen más de una relación amorosa, varias caras de los vínculos materno filiales y una crisis de realización personal. La memoria sobre la Guerra civil, otra historia, es para Almodóvar un discurso en formación: habrá que ver si tiene continuidad y si le resulta personal.
La película de Almodóvar, a pesar del público mundial que garantiza ganancias, tuvo financiamiento tanto de la pública Radiotelevisión Española como del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales, organismo autónomo estatal de España; así como de la productora Pathé Films y de los gigantes Warner Bros. y Netflix. Ahora mismo las obras de Almodóvar se encuentra disponible en varias populares plataformas de internet. Quizá económicamente no haya más camino que combinar fondos gubernamentales y privados. En su dimensión política esto, no obstante, confronta con la paradoja de respaldos oficiosos y de un destino quizá ineludible. Ana fotografía a una mujer transgénero para la portada de una “revista femenina” y, en otro momento, en su camiseta se lee: “We should all be feminists”. El cine que antes fue de oposición a usos sociales hoy es testimonio del mundo que por fortuna Pedro Almódovar contribuyó a crear. Con todo, ni ahora, ni acaso después Madres paralelas dejará de ser uno de los finos aparatos narrativos de Almodóvar.
Madres paralelas se proyecta en Cineteca Nacional, Cinemanía y estará en Netflix desde el 18 de febrero de 2022.