Antes los periodistas y más aún los escritores se enfrentaban al reto de la página en blanco. Creo que eso terminó para siempre. Ahora, los que nos dedicamos a escribir (muy mal o muy bien) nos medimos con una computadora (en blanco también) que a mi me recuerda con absoluta brillantez que ha llegado el temido momento de intentar decir algo medianamente interesante y novedoso. El problema que tengo en estos tiempos difíciles es que siento que cada semana escribo más o menos lo mismo, al igual que muchos otros periodistas. Vamos a ver.
¿Cuántas veces he escrito sobre las mentiras cotidianas del presidente? Muchísimas. Me atrevería a decir que todos los días desde hace casi cuatro años. Ha habido mucho material. Se dice que ha dicho más de 94 mil mentiras comprobadas en lo que va del sexenio. ¿Tengo que seguir escribiendo de eso?
¿En cuántas ocasiones he dado datos duros sobre la corrupción rampante de muchos colaboradores y familiares del Sr. López Obrador? Decenas. ¿Si hablo de eso una vez más, no es tocar un tema ya (por sabido) muy choteado? ¿No habré hablado más de cuatrocientas veces sobre la militarización del país? ¿De cómo, con paso lento, pero seguro, AMLO avanza tenazmente hacia el autogolpe de Estado? Me atrevería a decir que he tocado este asunto persistentemente dado el terror que me produce este hecho.
¿Y qué me dicen del problema de distribución de medicamentos? Estoy harta de comentar una y otra vez como han muerto cientos de niños con cáncer y muchos pacientes en general, que se quedaron, no más por un capricho criminal, sin el tratamiento o los exámenes indispensables para seguir viviendo. Llevo casi 48 meses hablando de esto. Y el problema sigue igualito. ¡Ya chole! como dicen en mi pueblo.
¿Tendré que escribir una vez más sobre que el presidente es cada vez más autoritario y que lo único que le importa es la concentración de poder en su persona? ¿No resulta ya una información redundante? Sí, muy aburrido el tema, pero que cierto. También estoy harta de todos los días tener que escribir o comentar acerca de los asesinatos y de cualquier tipo de atrocidades que se suceden en nuestro país (violaciones, feminicidios, periodistas caídos, etc.). Eso realmente lo detesto, es espantoso y me duele por los muertos, por las familias destruidas y porque estoy cansada de ver como México se vuelve cada vez más violento. ¡Qué refrescante sería poder cambiar de tema! Imagínense que ya no fuera relevante hablar de esto. ¡Qué descanso que no hubiera tanta sangre derramada en la república y se pudiera escribir de otra cosa! Puro sueño guajiro. Es irresponsable no denunciar estos hechos y decirlo fuerte y claro. Por lo que se deja ver, estoy condenada a seguir con la misma cantaleta. Ojalá sea por poco tiempo.
Y ya para qué les digo de los ataques al INE y su afán de desaparecerlo, del aprovechamiento del jefe del ejecutivo de la prisión preventiva como recurso fácil para castigar a sus enemigos políticos. Seguimos y seguimos comentando esto a ver si así logramos que no suceda. ¿Será?
¿Por qué no puedo dejar de hacer artículos de como el presidente dice abiertamente que los ministros de la SCJN deben obedecerlo (cree que son sus empleados) y que si piensan distinto no sirven? ¿Explíquenme, por favor, cómo logro mirar hacia otro lado y no dedicarle ni una línea a esto? De plano no puedo.
Así que…mientras la pesadilla continúe creo que deberé acostumbrarme a estos espeluznantes temas y seguir ad infinitum tercamente ocupándome de esto. Por machacón que resulte, por tedioso que sea, supongo que estoy aquí, en este espacio para eso.
Hice trampa, pero lo logré nuevamente. Ante el desafío de la computadora en blanco, una semana más pude escribir por enésima vez de lo mismo. Mi disculpa creo, es que pienso que ser repetitiva y necia hasta el cansancio es mi modesta contribución a la democracia en México.