En su conferencia de prensa de ayer 13 de agosto, el presidente López Obrador se jactó del aparente éxito de la estrategia que siguió su gobierno para hacer frente a la crisis en el contexto de la pandemia del Covid-19 provocada por el virus del SARS-COV-2. Ya muy avanzada la conferencia mañanera, a pregunta expresa de uno de los personajes que acuden a hacer preguntas a ese rutinario mecanismo en el que, salvo señaladas excepciones, en realidad no se observa un ejercicio genuino de lo que se considera como periodismo, el presidente respondió sobre un supuesto corte de caja con relación a los efectos de la pandemia, “…porque eh hemos estado cuidando las dos cosas, la salud pública, que es lo fundamental, la protección a la vida de las personas, eso es lo más importante que todo, y al mismo tiempo, eh que no se nos afectara tanto la economía, que no se nos derrumbara tanto la economía, porque la pandemia precipitó la crisis económica mundial, todos los países están afectados económicamente. Nosotros así como sí decidimos aplicar una estrategia para protegernos del Covid también echamos a andar una estrategia eh para proteger nuestra economía, para cuidar empleos…la estrategia que hemos seguido ha dado resultado ehm, es mexicana, esa sí la podemos ya patentar este consistió básicamente en atender a los de abajo frente a la crisis”.
Pues bien, lamentablemente para el presidente, pero sobre todo para los mexicanos, por un lado es evidente que la supuesta estrategia para protegernos del Covid-19 ha fracasado, así lo indican los más de 500 mil mexicanos contagiados y los más de 55 mil fallecidos, más los que se seguirán acumulando en las próximas semanas, tristemente. Esta terrible estadística hay que analizarla en el contexto del muy buen análisis que han venido realizando Mario Romero Zavala y Laurianne Despeghel para la revista Nexos sobre el exceso de mortalidad en la Ciudad de México, en comparación con las mismas semanas de años anteriores, que tan solo para la capital del país han encontrado que se han registrado entre el 30 de marzo y el 2 de agosto, 28 mil 114 decesos por encima del promedio registrado en ese mismo período en los 4 años previos. Un ejercicio que efectuado a nivel nacional arrojará sin duda cifras escalofriantes, que nos darán una mejor idea del supuesto éxito de la estrategia gubernamental para proteger la vida de los mexicanos.

FOTO: GRACIELA LÓPEZ /CUARTOSCURO.COM
Por otro lado, la economía mexicana sí se derrumbó, sobre la tendencia negativa que ya había iniciado marcadamente el año pasado. El presidente se vanagloriaba ayer de que la caída del PIB de México fue menor a la del Reino Unido, la de España o Italia. Es verdad que esos países han sufrido de manera aguda los efectos de haber tenido que detener gran parte de las actividades con el propósito de frenar la propagación del virus, pero eso no debe ser consuelo para presumir que nuestra economía cayó menos que la de esos países.
El problema que el presidente no quiere reconocer es el que tiene que ver con lo que pasará después, con los efectos para el mediano y largo plazo. Para el caso de México, aún es demasiado pronto para sentirnos aliviados por los 30 mil empleos que el presidente presume se crearon en marzo o el récord registrado en el monto de las reservas enviadas a nuestro país por los paisanos. La economía de Estados Unidos empieza a mostrar signos de que la recuperación observada en junio, rápidamente ha perdido impulso, al grado que se estima que el consumo de los hogares nuevamente podría registrar un freno en septiembre y octubre.
Todavía faltan varias semanas o meses para que descubramos de qué tamaño fue el daño que afectará de manera permanente a nuestra economía y por tanto a los hogares y empresas mexicanas. Habrá miles de empleos que seguramente no podrán recuperarse en los meses siguientes simplemente porque corresponden a empleos vinculados con empresas que lamentablemente tuvieron que cerrar para siempre. Por ello insisto en que no solo es prematuro por parte del presidente en seguir presumiendo la estrategia mexicana, es incluso irresponsable porque sigue generando expectativas de imposible realización. Su preocupación fundamental sin duda es que para junio del 2021, la polvareda se habrá asentado y millones de mexicanos se habrán dado cuenta del fracaso rotundo de la 4T, lo que podría convertirse en un costo importante en las urnas. Esa es su única preocupación y lo será por varios meses.