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jueves 05 diciembre 2024

Oh Canadá!

por María Cristina Rosas

Uno de los efectos del “fenómeno Trump” es el empoderamiento de los regímenes populistas en todo el mundo. Claro que hay otros elementos que propician este escenario pero la realidad es que el populismo -ojo, de derecha y de izquierda- llegó para quedarse y está acompañado de la crisis de las instituciones, del nacionalismo, y de la negativa a cooperar para hacer frente a os grandes retos del planeta.

Cuando se mira a las amenazas y riesgos a la seguridad internacional se tienen flagelos donde la mayoría, si no es que todos ellos, requieren la concurrencia de esfuerzos y de liderazgo de la comunidad internacional para su adecuada gestión. La debacle ambiental, el terrorismo, la delincuencia organizada, las epidemias y las pandemias, la crisis energética, los usos duales de la inteligencia artificial y en general del desarrollo tecnológico, la carrera armamentista, ello sumado al resurgimiento de los grandes conflictos internacionales -además de los intranacionales- y de la polarización y la exclusión sociales, vaticina dificultades para hacerles frente en la medida en que los esfuerzos se bifurquen, dando, a lo sumo, respuestas coyunturales que no atienden las causas estructurales de los problemas.

Mucho se ha debatido sobre lo que significará para el mundo el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos a partir del 20 de enero de 2025. Para México, que junto con la República Popular China (RP China) parecen ser las dos piñatas más vapuleadas por el controvertido republicano, los escenarios se antojan complejos. Trump aun no es presidente y ya amenazó con la imposición de aranceles del 25 por ciento contra México y Canadá si no hacen esfuerzos para contener la migración y el flujo de fentanilo a su territorio. Sin olvidar que ello viola las disposiciones del Tratado de Libre Comercio México-Estados Unidos-Canadá (TMEC), próximo a enfrentar su primera revisión en 2026, el hecho en sí ha propiciado sendas respuestas de autoridades mexicanas y canadienses que han fracturado a América del Norte. Del lado mexicano se sabe que la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum sostuvo una conversación telefónica con Trump donde hizo concesiones que aun no se conocen bien a bien pero se sospecha que tienen que ver con la consabida contención migratoria. Del lado canadiense, el premier de Ontario, en pleno contexto preelectoral arremetió contra México. Antes de la amenaza de los aranceles de Trump, Doug Ford señaló que era insultante que se pusiera en el mismo racero a Canadá que a México. Antes había dicho que era menester expulsar a México del TMEC por ser el país latinoamericano la puerta de entrada de productos chinos a los mercados canadiense y estadunidense. También se sabe que el primer ministro Justin Trudeau viajó a la residencia de Donald Trump en Florida para debatir sobre el tema arancelario.

La realidad es que las cosas entre México y Canadá van mal y posiblemente se pondrán peor. A más tardar en octubre del próximo año, se producirán comicios federales en el país de la hoja de arce donde los conservadores se prevé se alzarán con la victoria debido a que la estrella de Justin Trudeau se apagó y los liberales han vivido una debacle que será muy costosa para ellos y el país. En las encuestas de opinión, los conservadores, encabezados por Pierre Poilievre -oriundo del Canadá Atlántico, puesto que nació en Calgary, Alberta- actual líder de la oposición desde 2022- tienen un 46 por ciento de preferencias electorales, frente al 21 por ciento de los liberales que encabeza Trudeau; y el 19 por ciento del Nuevo Partido Democrático (NPD) -que en septiembre pasado rompió la alianza que mantenía con los liberales, lo que debilita aun más a éstos-, sin dejar de lado al Bloc Québécois que desde 2019 tiene a Yves-Francois Blanchet a la cabeza y que presenta una tendencia de voto del 10 por ciento. De mantenerse este escenario, Canadá será gobernado el próximo año por los conservadores quienes podrían cerrar filas con muchas de las agendas de Donald Trump y ello afectaría negativamente a México.

Como se comentaba, la relación México-Canadá no ha sido la mejor y en el sexenio de López Obrador, cuando el embajador canadiense manifestó su preocupación -como también lo hizo el embajador estadunidense- por la reforma judicial, el entonces mandatario mexicano anunció una “pausa” en las relaciones con ambas naciones, aunque dijo que las relaciones se mantendrían -curiosa figura ésta de la “pausa.”

Por si fuera poco, la relación bilateral México-Canadá no ha logrado desarrollar todo su potencial. Se puede argumentar que la principal causa es la centralidad comercial y financiera que tiene Estados Unidos para ambas naciones, lo que dificulta las acciones directamente dirigidas desde Canadá a México y viceversa. México es el tercer socio comercial más importante para Canadá -detrás de Estados Unidos y la RP China- y en 2023 ascendió a 40 mil millones de dólares. Canadá es también, detrás de Estados Unidos, el segundo inversionista extranjero más importante para México. A pesar de ello y de lo mucho que se ha hablado de las oportunidades que genera el nearshoring en particular tras la pandemia del SARS-CoV2, la realidad es que la reforma energética fue un tema de tensión bilateral. Por si fuera poco, el 29 de febrero del presente año, el gobierno canadiense volvió a imponer visas a los turistas mexicanos con el argumento de que se ha producido un notable aumento de solicitudes de asilo de parte de ciudadanos mexicanos que son denegadas, abandonadas o retiradas y que le imponen un enorme costo administrativo al país de la hoja de arce. Si bien la medida contempla algunas concesiones, como el hecho de que quien tenga visa para ingresar a EEUU podrá entrar igualmente a Canadá, la realidad es que este esquema ha impuesto una enorme presión a la de por sí enorme cantidad de solicitudes de mexicanos que desean contar con la visa estadunidense -quien haya hecho el trámite de visado por primera vez para entrar a EEUU como turista, sabrá que las fechas para ir a entrevista con los cónsules estadunidenses se demoran muchos meses. Lo más grave es el clima de desconfianza que revela la medida canadiense, considerando que antaño existía la retórica de que afianzar las relaciones entre México y Canadá ayudaría a contrapesar la hegemonía estadunidense sobre ambas naciones.

En los hechos, México y Canadá son vecinos distantes separados por el territorio estadunidense. A pesar de que los vínculos directos son más fluidos -con vuelos desde México a ciudades canadienses y viceversa-, sin dejar de lado una profusa cooperación cultural y educativa, no deja de ser irónico que 2024 marque el 80° aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre México y Canadá en medio de tantos desencuentros.

En 1987 Estados Unidos y Canadá negociaron un acuerdo bilateral de libre comercio estimulado por la necesidad de fortalecer una sólida relación bilateral y de integración industrial transfronteriza en el sector automotriz entre ambas naciones. Para 1990, el presidente Salinas de Gortari propuso a su homólogo estadunidense, George Bush padre suscribir un tratado bilateral de libre comercio al que un poco después se sumó Canadá, temeroso de que los entendimientos entre estas dos naciones impactaran negativamente los intereses canadienses en la Unión Americana. Fue así que surgió el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que entró en vigor el 1 de enero de 1994 y que mantuvo su vigencia hasta la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, quien lo definió como “el peor tratado comercial de la historia.”

El TLCAN ayudó un poco a que México y Canadá se redescubrieran. A su amparo fluyeron diversos mecanismos de cooperación -por ejemplo, en seguridad pública- e inversiones -ahí está la minería. Pese a ello, Canadá ha percibido a México como un intruso que le roba la atención de EEUU. Ha sido tradición, al menos hasta antes de la llegada de George W. Bush a la Casa Blanca, que el primer viaje internacional de los presidentes de EEUU fuera a Canadá. Bush rompió esta tradición al hacer su primer viaje a México para visitar a su amigo Vicente Fox, cosa que incomodó a los canadienses. Obama reestableció la tradición de ir primero a Canadá. Trump, en cambio, decidió que su primer viaje internacional fuera a Arabia Saudita. No sólo eso: durante la primera administración de Trump cayó en desuso la celebración de las cumbres de líderes de América del Norte. Biden las reinstaló, pero el tema de las visas canadienses provocó nuevos desencuentros entre México y Canadá. Es razonable suponer que la segunda presidencia de Trump no hará mucho a favor de la celebración de nuevas cumbres norteamericanas o tal vez, cuando lleguen los conservadores a Ottawa, habrá más acercamientos con EEUU y previsiblemente más ataques contra México. En este sentido se impone una estrategia de acercamientos entre México y Canadá antes de que Trudeau y los liberales sean derrotados en las urnas y el discurso antimexicano de los conservadores cause todavía más estragos a la concertación que los dos vecinos contiguos de EEUU nomás no han podido consolidar.

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