Atroces son las listas de candidatos que presentan para las próximas elecciones tanto Morena y sus deleznables aliados como la oposición. Las mismas caras, los mismos ambiciosillos, los mismos vividores de siempre. Nos espera, de nuevo, una calamitosa campaña electoral. Si un factor ha contribuido a la actual crisis global de la democracia son, precisamente, las horrendas campañas electorales. Durante meses los sufridos ciudadanos deben tolerar un pertinaz, impertinente e interminable bombardeo de hipocresía, mentiras, promesitas fáciles e intentos de manipulación. Es un espantoso período que debemos encajar viendo las caras de sujetos quienes, por lo general, tienen nulos o muy escasos méritos éticos e intelectuales. Lo dijo Albert Camus: “En temporada de elecciones se hacen visibles personajes extraños, oscuros, sin consistencia”. En los medios se puede ver a estos desacreditados personajes reconvertidos en candidatos sonrientes y alegres todo el tiempo, pretendiendo proyectar virtudes que rara vez poseen: valor, honestidad, decisión, sensibilidad, inteligencia, etc. Nos esperan jingles estridentes y de mal gusto, proliferación de colores chillones y agresivos, suciedad y embotamiento de sentidos… ¡Guácala!
Existe la creencia de que la democracia es resultado de la racionalidad humana. Lo ideal, entonces, sería que en las campañas los candidatos promuevan y apelen a la inteligencia, no a los instintos. Formar e informar a los ciudadanos y así éstos puedan hacer su elección de manera razonada y precisa para participar en el proceso de toma de decisiones. Pero todo esto pertenece al quimérico mundo del “deber ser”. En el mundo real las únicas campañas que cumplen con el objetivo de ganar votos son las enfocadas a exagerar, simplificar, tergiversar, manipular, difundir mentiras y/o verdades a medias y apelar a las emociones. La publicidad política es, entre los distintos tipos de publicidad que existen, la más engañosa, errónea, injusta y maliciosa. Es mucho más falaz que, por ejemplo, pretender vender productos “milagro”, o aquel detergente con efecto “chaca-chaca”, o el “irresistible” desodorante AXE. Y con el internet y las redes sociales las cosas no son mejores. Lo que funciona en esto de las campañas electorales, lo que verdaderamente da a ganar votos, es aplicar estrategias dirigidas al irracional humano. Pasarán mil años y la naturaleza humana no cambiará. No es posible, por tanto, rescatar el carácter racional que debería tener la política. Por esta razón quizá estamos condenados a ver una y otra vez a demagogos y vesánicos disfrazados de “hombres fuertes” llegar al poder explotando la ira y desilusión ciudadana ante la mediocre democracia sólo para engendrar con sus aciagas dictaduras males aún mayores. Quizá por todo esto Henry Louis Mencken, genial escéptico, describía a la democracia como “el arte de manejar un circo desde la jaula de los simios”.
Aun así, a uno le gusta entregarse a las ensoñaciones de la esperanza. Con México en peligro de ver consolidado el gobierno de un mesiánico autoritario hubiese sido bello ver a los partidos de oposición con mucha mayor imaginación y coraje a la hora de confeccionar sus listas de candidatos, pero es pedirle peras al olmo. Ni PRI ni PAN ni PRD fueron capaces de efectuar un proceso de necesaria autocrítica y descubrir, así, lo que en realidad son: botín a repartirse entre dirigentes y grupos de poder. Se negaron a trabajar en la idea de privilegiar como su principal responsabilidad la de representar a los ciudadanos, en entender de manera rigurosa que un partido es un medio y no un fin en sí mismo. No existió la más mínima intención de buscar cuadros ciudadanos, de impulsar candidaturas frescas, de detectar nuevos y genuinos liderazgos juveniles y femeninos. Son las mismas miasmas, andamiajes de baja calidad sin proyecto ni audacia restringidos únicamente a la tarea de perpetuar a las élites y elencos de siempre. Por eso padecemos esta pérdida de credibilidad en las instituciones y esta devaluación generalizada de la política. Por eso los autoritarios hoy proliferan y se conservan largo en el poder merced a oposiciones desprestigiadas.
Hace un par de años, pensado en las elecciones de este año 21, un sector del PRD convocó a la formación de “Futuro 21” con la supuesta intención de intentar construir una “opción política superior” como alternativa útil al país y no como un instrumento de reciclaje de figuras políticas gastadas y desprestigiadas o juguete de unos cuantos dirigentes de limitadas miras. Propusimos quienes fuimos invitados a este esfuerzo edificar una institución abierta y flexible, pero con identitarios programáticos claros y una organización preparada para cumplir con sus objetivos de forma eficaz y con reglas de organización trasparentes y precisas. Exigimos un compromiso explícito con la democracia, las libertades políticas, los derechos humanos, los derechos sociales, los derechos de propiedad, el libre comercio, el Estado de derecho, las instituciones autónomas, la equidad de género, la protección del medio ambiente, la lucha contra la discriminación, el Estado laico, la promoción de la inclusión social para todos y un régimen fiscal moderno y equitativo. Todo esto se fue al caño sobre todo por la acción de las tribus perredistas más intransigentes, quienes incluso actuaron como “quintacolumnistas” de la 4T para evitar que “Futuro 21” pudiera cuajar. ¡Aun así, hay quienes se asombran de que la democracia contemporánea está en crisis! Hoy en México padecemos un gobierno de pacotilla y una oposición que Jorge Javier Romero llama “inane” y yo digo que, simplemente, es “enana”.