En el ámbito de la política, la expresión “pactar con el diablo” se utiliza para describir situaciones en las que los gobiernos, en su afán por mantener el poder o alcanzar ciertos objetivos, recurren a acuerdos con actores ilegítimos, incluidos criminales, narcotraficantes y otros de similar calaña. Este tipo de pactos, aunque a veces parecen inevitables usando retorcidas vías de “razonamiento”, suelen tener repercusiones profundas , graves, peligrosas y duraderas para las sociedades afectadas.
Analogías Históricas: La “Pax Romana” fue un periodo de relativa paz y estabilidad en el Imperio Romano que duró aproximadamente dos siglos. Durante este tiempo, Roma logró mantener el orden mediante una combinación de poder militar y acuerdos políticos, a menudo con líderes locales y tribus bárbaras. Esta paz no siempre fue resultado de la justicia o la igualdad, sino más bien de una pragmática disposición a negociar con poderes establecidos para evitar conflictos mayores.
En tiempos modernos, hemos visto el surgimiento de términos como “Pax Narca”, que describe una tregua entre los gobiernos y los cárteles de la droga. Este tipo de acuerdos no solo buscan reducir la violencia, sino también controlar las actividades delictivas en un intento por preservar la apariencia de estabilidad. Sin embargo, a diferencia de la Pax Romana, donde el Estado mantenía cierta supremacía, en la Pax Narca, los gobiernos suelen ceder terreno y poder a las organizaciones criminales, comprometiendo la integridad del Estado. Pero lo mas grave y que a muchos políticos y analistas se les escapa es el hecho de que el Gobierno tiene una estructura vertical, existe un mando único, cosa que en el crimen organizado no se da. Ahí los jefes cambian, y de un día para otro… y los acuerdos también.
Las circunstancias que llevan a un gobierno a estos acuerdos son varias:
Búsqueda de Estabilidad: En situaciones de caos o guerra civil, los gobiernos pueden optar por acuerdos temporales con actores criminales para reducir la violencia.
Intereses Electorales: En periodos electorales, algunos gobiernos pactan con delincuentes electorales para asegurar victorias en las urnas.
Presión Económica: La necesidad de ingresos puede llevar a tolerar o incluso colaborar con actividades ilícitas para sostener la economía.
Uno de los ejemplos más notorios es el caso de Colombia durante las décadas de 1980 y 1990, cuando el gobierno, en múltiples ocasiones, negoció con los cárteles de la droga para reducir la violencia y garantizar cierta estabilidad. Estas negociaciones, aunque a corto plazo ofrecieron una tregua, eventualmente socavaron la autoridad del Estado y perpetuaron la corrupción. Otro ejemplo es México, donde ciertos gobiernos locales han sido reiteradamente señalados de pactar con cárteles para mantener una apariencia de orden. Estos acuerdos suelen ser frágiles y con frecuencia terminan muy mal cuando las condiciones cambian o las alianzas se desmoronan.
Finalmente algo que a todos atañe. Pactar con el crimen organizado para ganar elecciones es una táctica arriesgada y profundamente corrosiva para la democracia. Esta estrategia puede ofrecer beneficios inmediatos, como financiamiento de campañas y movilización de votantes, pero a largo plazo tiene consecuencias devastadoras. Al aceptar apoyo de organizaciones criminales, los candidatos se vuelven vulnerables a la extorsión y pierden independencia. Los criminales no ofrecen su apoyo sin esperar algo a cambio; generalmente, exigen impunidad para sus actividades ilícitas, lo que perpetúa la corrupción y debilita las instituciones democráticas. Ejemplos locales y mundiales existen.
La historia muestra que los gobiernos que ceden al crimen organizado para ganar elecciones suelen pagar un precio muy alto, tanto en términos de gobernabilidad como de legitimidad, comprometiendo el futuro democrático de la nación.
En conclusión, “pactar con el diablo” en política es una práctica que, aunque puede parecer una solución temporal ante problemas graves, inevitablemente tiene consecuencias destructivas para la gobernanza y la cohesión social. La historia nos enseña que estos acuerdos son parches temporales que rara vez solucionan los problemas subyacentes y, a menudo, los agravan. Por cierto ¿Conoce usted algún partido que recurra a estos acuerdos?
Es cuanto.
Alejandro Vázquez Cárdenas