Hemos vivido en estos últimos años una peculiar experiencia con las características que ha mostrado como gobernante el presidente López Obrador. No se trata de decir que ha sido un presidente pésimo, el peor que hemos tenido, o como dirían otros: que hemos disfrutado este sexenio del mejor presidente que México ha tenido o tendrá. Es un asunto bastante más complejo que, creo, no tiene que ver con filias o fobias sino con el tipo de gobernante que ha sido el actual primer mandatario (“por sus hechos los conoceréis”). Esta reflexión me llevó a plantearme seriamente como psicóloga y como ciudadana que tipo de gobernante necesita nuestro país.
Me atrevo a plantearles mi “carta a Santa Claus” sobre lo que yo esperaría del jefe o jefa del ejecutivo mexicano en el contexto que estamos viviendo y casi en cualquier otro. Ahí les va, evidentemente ustedes pueden estar de acuerdo conmigo o no. A ver:
1) Una o un presidente que respete la ley. Es el requisito número uno y el más importante. Que nos gobierne una persona que honre el juramento que hace en su toma de protesta de cumplir y hacer cumplir la Constitución. Si este primer requisito se logra creo que gran parte de nuestos problemas estarán resueltos. No quiero ni acepto a un gobernante que trate de “interpretar” la ley para su beneficio. Respeto a la ley y fortalecimiento de un poder judicial independiente, nada de “que tanto es tantito” o de “no me salgan con eso de que la ley es la ley”. Esto incluye dejar a un lado los caprichitos berrinchudos y los “planes B” para salirse de un modo u otro con la suya. ¡Ya basta!
2) Una o un presidente que no sea autoritario. Que no padezca autonomofobia y acepte los controles que impidan sus abusos de poder. Contrapoderes y órganos autónomos deberán ser aceptados, procurados y respetados por esta persona si se trata de un o una verdadera demócrata. Estoy cansada de los autoritarios que piensan que solo lo que piensa el poderoso es lo que está bien. En fin, una persona que sea capaz de soportar y respetar que a sus documentos se les pueda cambiar más de una coma.
3) Una o un presidente que sepa rodearse de un equipo solvente. Detesto los gobiernos unipersonales en los que se tienen lacayos y no colaboradores. Quiero que el o la gobernante sepa escuchar y cuente con un gabinete que conozca los temas de sus respecticas carteras, un gabinete profesional capaz de defender sus puntos de vista con datos duros, que pueda hacer su trabajo de manera profesional y no por lambisconería o servilismo. Un o una presidente que sepa trabajar en equipo y aceptar, asumir y reconocer las aportaciones de su equipo. ¡Ya estuvo suave de 90% lealtad y 10% capacidad!
4) Un o una presidente que no hable con faltas de ortografía. No aspiro a que sea una o un sabio erudito que sepa de todos los temas, eso es imposible. Pero si aspiro al gobierno de un hombre o una mujer que haya terminado convenientemente la primaria, que esté plenamente alfabetizado, que no sea ágrafo y que sea un curioso de tiempo completo. Que lea, que estudie, que esté dispuesto siempre a aprender para trabajar por todos mejor. Quiero una o un primer mandatario que no destaque por su ignorancia, desdén por la ciencia y desprecio al conocimiento. Esto es, una persona deseosa de que todos estemos más y mejor capacitados. No es mucho pedir, creo.
5) Un o una presidenta que tenga empatía. Parece esto muy sencillo, pero cuanta falta hace una o un jefe de Estado que pueda ponerse en el lugar del otro, respetar sus posiciones, aunque no las comparta y especialmente sentir auténtica compasión por los demás. Un narcisista maligno no es capaz de entender a los de enfrente, ni siquiera se preocupa por dialogar con ellos y mucho menos se esfuerza por sentir el dolor que los demás padecen. La egolatría es enemiga de los buenos gobiernos, ahí está la historia que lo confirma.
Termino. Como ven no soy muy exigente. Con que cumpliera estos cinco puntos que planteo me conformo y quedaría como ciudadana contenta y en paz. Pensemos bien en el 2024, por quien vamos a votar y como queremos que sea el o la presidente de México. Sin exagerar nos va la vida en ello.