En el nombre del pueblo, el Presidente ha puesto sus afanes en destruir todo lo que ha sobresalido, todo lo valioso que con grandes esfuerzos se ha erigido en el país. ¿El motivo de su sed de revancha es no haber ganado la Presidencia en las dos ocasiones anteriores que lo intentó? ¿No se calmó esa sed con la victoria que al fin obtuvo?
Ha dicho una y otra vez que lo suyo no es la venganza, pero fue él quien presentó al Senado la solicitud de que se realizara una consulta popular sobre si los expresidentes debían ser enjuiciados. Los expresidentes, así, en plural, como si todos ellos conformaran una entidad y sin distinguir por qué delitos se juzgaría a cada uno.
A los 650 académicos, artistas y científicos, todos ellos de prestigio, que suscribieron un manifiesto en el que señalan que no se alimenta el rencor desde la tribuna presidencial sin que el odio llegue al río alguna vez, les respondió con una catarata de epítetos: vendidos, alquilados, conservadores, corporativos, aplaudidores, quemaincienso de gobernantes.
Los méritos indudables de los firmantes del manifiesto, su obra fruto del talento, la vocación y el trabajo intelectual, no existen para él. Las críticas que hicieron a los gobiernos anteriores para él no ocurrieron: “Todo ese grupo siempre apoyó la política neoliberal y ahora se sienten ofendidos cuando deberían ofrecer disculpas, porque se quedaron callados cuando se saqueó al país… Se dedicaron a aplaudir, a quemarle incienso a los gobiernos neoliberales”.
El titular de Reforma que da cuenta de las numerosas masacres ocurridas durante su gobierno le provocó una asombrosa, incomprensible carcajada: ¿cómo puede causarle risa al Presidente que se resalte en un diario que en su gestión están perpetrándose decenas de matanzas?
El Presidente gritó el 15 de septiembre: “¡Viva el amor al prójimo!”, pero su gobierno ha dejado a niños con cáncer sin los medicamentos que les eran indispensables para seguir luchando por su vida, eliminó las estancias infantiles que permitían a decenas de miles de mujeres pobres trabajar o estudiar dejando a sus hijos en un lugar adecuado, despidió a decenas de miles de servidores públicos sin causa justificada, ha sido negligente ante una pandemia que en el país ha producido alrededor de 75 mil muertes, dejó sin apoyo a las pequeñas y medianas industrias devastadas por esa pandemia y a quienes quedaron desempleados en virtud de esa devastación.
En el discurso del Presidente, los únicos mexicanos valiosos son los que lo apoyan incondicionalmente. A todos los demás les da trato de traidores. ¿Por qué? Nietzsche explicó: “Sólo nosotros somos los buenos, los justos –—dicen ellos—, sólo nosotros somos los homines bonae voluntatis… Pululan entre ellos los sedientos de venganza disfrazados de jueces que tienen siempre en la boca la palabra ‘justicia’, como baba envenenada, siempre con una mueca en los labios, siempre dispuestos a escupir sobre todo el que no tenga un aire disconforme y vaya de buen talante por su camino” (Genealogía de la moral).
El resentido, dice Gregorio Marañón, vive en un tormento mental del que no se puede zafar. El resentimiento, explica, genera un impulso de venganza contra algún atropello real o imaginario del que habría sido víctima el resentido. Su conducta se orienta por el afán de hacer daño a quienes considera responsables de la ofensa que hay que vengar (Tiberio. Historia de un resentimiento).
El resentimiento tiene una presencia a la vez sombría, agresiva y vergonzante. No se le confiesa a nadie porque ninguno quiere aparecer ante los demás como un resentido. Hablar del propio resentimiento es hablar de un propósito vindicativo, de un anhelo maligno, de un ánimo doliente y rencoroso, de una zona oscura en la cual la perversidad se abre camino. Pero se le nota de algún modo a quien lo experimenta. El resentido puede intentar su mejor sonrisa o reír estentóreamente, pero el resentimiento asoma a su talante, se lee en su mirada, no es ocultable.
Y cuando un gobernante todopoderoso está invadido de resentimiento, dice Marañón, amolda sus decisiones al deseo de desquite, ve enemigos en todas partes y suele hacer pagar a quienes nada tienen que ver con la afrenta real o ficticia que lo hizo cautivo de ese sentimiento.
Este artículo fue publicado en Excélsior el 24 de septiembre de 2020. Agradecemos a Luis de la Barreda Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.