En 2008 Barack Hussein Obama fue el primer candidato a la presidencia de Estados Unidos que explotó, con el apoyo de los especialistas mismos de las empresas, al naciente Facebook y YouTube como plataformas de gran influencia en su campaña.
En 2010 iniciaron en las naciones árabes una serie de protestas. Se dieron varios derrocamientos de gobiernos, de hecho, algunos en sucesiones continuas. Se les conoce de manera generalizada, a todo el conjunto, como la Primavera Árabe. Es tema de amplio debate el papel que jugaron las nuevas tecnologías en estas movilizaciones, a las que algunos autores incluso llaman revoluciones.
Es cierto, internet no las causó. Pero también es cierta la importancia que tuvieron para la manifestación de ideas, la difusión de propuestas, y sobre todo, la coordinación de movilizaciones. Sobresalen los casos de la caída de Muamar Gadafi en Libia y Hosni Mubarak en Egipto, donde entre otras cosas intentaron bloquear el uso de internet y cerrar el acceso a los servicios de Google, Facebook y Twitter. Sin embargo, el dispositivo con acceso de internet móvil que dominaba el mercado en ese momento se abrió paso, la Blackberry.
Research In Motion, RIM, la empresa dueña y creadora de Blackberry no sólo comercializaba los dispositivos, sino que proveía de servicios de red privada encriptada, que solo logró ser desconectada cuando se empezaron a apagar las redes de comunicación y a cortar el suministro eléctrico. Literalmente, a dejar sin batería los dispositivos.
Algunas versiones periodísticas cuentan que Vladimir Putin siguió con especial interés estas movilizaciones, pero que sobre todo llamó su atención justamente el uso que tuvo internet por parte de la sociedad.
Para Putin el poder del internet nunca ha estado en duda, al contrario, tan lo entiende que siempre ha sido importante en sus estrategias de propaganda, pero también de vigilancia, espionaje, e incluso como medio de intimidación, manipulación ideológica y como arma. En el constante uso de estos métodos, al interior y aplicados a objetivos e intereses en el exterior, de países como Rusia, China, Iran, Corea del Norte, Israel, Estados Unidos y Reino Unido, es que nace el concepto de ciberwarfare, que a la vez es uno de los componentes del concepto aún más amplio de Guerra Alternativa y Guerra Híbrida.
Un caso paradigmático es China y la explotación del internet al interior como instrumento de vigilancia y control social. La internet China no es igual al internet global, opera tras de un modelo de infraestructura combinado, propiedad parte del gobierno, parte de empresas “privadas”, y justifican su existencia con el pretexto de la seguridad. La realidad es que en China no sólo no existe la privacidad en línea, sino que además es el medio por donde se ejerce un estricto control ideológico, económico y social.
En 2019 sucedieron en Taiwán una amplia serie de protestas contra cambios en las leyes, especialmente a la ley de seguridad y extradición. Estas protestas son un caso paradigmático de lo que se puede esperar no muy lejos en el futuro en las sociedades cada vez más tecnificadas.
Lo que distinguió a estas protestas fue el uso de sistemas de mensajería personal descentralizado punto a punto y los esfuerzos por entorpecer la aplicación de tecnología de reconocimiento facial, tan ampliamente implementada en algunos países asiáticos. Apuntadores láser, máscaras, pintura reflejante, maquillaje, hackeo, forman parte de las escenas que dejaron esas protestas.
Además, empresas chinas como TikTok, fueron obligadas a limitar la difusión de mensajes, fotos y videos de estas protestas.
La pandemia en curso causada por el virus SARS-Cov-2, la pandemia de Covid-19 aún activa y con países en segunda y tercera olas de contagio, donde mejor ha sido manejada, donde mayor contención se ha hecho, ha sido donde se han implementado soluciones tecnológicas de rastreo de contactos.
Sirvan los casos anteriores como muy breve referencia del poder y relevancia social de internet y la tecnología, para el mundo hiperconectado de hoy.
Cuando el gobierno dice que quiere regular el poder de las empresas de tecnología, lo que realmente está haciendo es referirse a la tentación de avanzar en los esfuerzos de explotar las plataformas tecnológicas como un mecanismo, uno más, de control y vigilancia. Como un medio donde el Estado sea quien tenga la potestad de aprovechar para sus fines, los que sean, la capacidad de esas empresas de tecnología y de ser posible explotarlas como medios de control económico, ideológico y social.
Cuando el gobierno dice que quiere regular el discurso en línea, realmente se refiere a que busca callar las voces discordantes, las exigencias, las quejas, las protestas; se refiere a que quiere limitar la posibilidad que circule la información que exhiba sus falencias, su autoritarismo, su propia corrupción. Se refiere a que quiere erigirse formalmente como el gran censor, donde lo que menos exista sea realmente la libertad de pensamiento y el derecho a expresarlo.
O en caso de no lograrlo, desincentivar su uso y limitarlas hasta asfixiarlas.
Si no se puede someter a una empresa, entonces quedará estigmatizarla, antagonizándola, construyendo en torno suyo la idea de ser un medio adverso por motivos de intereses particulares ideológicos, de simpatía política y con sesgo.
Aunque, en el fondo se refieran exactamente a las mismas empresas, con el mismo personal, con las que logró convencer a la masa crítica votante y ganar la presidencia legítimamente.
Hagamos red, sigamos conectados.
