Como si se tratara de una mañanera del sexenio anterior, el antiguo vocero radical de la Presidencia, Jesús Ramírez Cuevas, sigue imponiendo su agenda perversa.
Hoy fue el turno de uno de sus reporteros a sueldo, quien, con evidentes dificultades, leyó la pregunta que le ordenaron plantar sobre las supuestas actitudes clasistas de Ricardo Salinas Pliego.
Si por “clasista” el reportero quiere decir que el empresario pertenece a la clase trabajadora, honesta y generadora de prosperidad, en contraste con Ramírez Cuevas y él mismo, que viven de la mentira, el robo, el abuso del poder y del garrote del Estado, entonces está en lo cierto.
En los últimos días, como parte de su estrategia oscura, Ramírez Cuevas y su circo mediático han lanzado una nueva campaña de desprestigio contra el empresario y sus empresas.
Pero, para su desgracia, los negocios del empresario van muy bien, y los números están a la vista de todos.
¿Podría irles aún mejor?
Sí, si el Estado desregulara, dejara de aplicar malas políticas y dejara de malgastar el dinero de los mexicanos en campañas negras contra empresas privadas.
A los negocios de Salinas Pliego les iría mejor también si dejaran de acusarlo, sin pruebas, de evasión fiscal. Esto, además de degradar la investidura presidencial, tiene consecuencias pues viola la presunción de inocencia.
Es cierto que el empresario tiene “su estilo”, el cual evidentemente incomoda al poder y lo hace blanco de ataques.
Y ello se debe a que, a diferencia de otros, Salinas Pliego ejerce su libertad de expresión sin ceder a presiones, ni siquiera a las del aparato estatal con las que pretenden censurarlo.
Si la presidenta realmente no quiere caer en provocaciones, haría bien en evitar las trampas que Ramírez Cuevas le tiende cada mañana.
Uno pensaría que, tras la salida de López Obrador, se acabarían esas viejas y perversas tácticas impulsadas por el circo de pseudoperiodistas de Ramírez Cuevas.
¿Hasta cuándo los mexicanos seremos rehenes de sus artimañas?
