sábado 09 noviembre 2024

Bajo reserva

por Fedro Carlos Guillén

Muchas han sido las voces que señalan el uso de medios de comunicación para intereses personales cuestionando este ejercicio dada su evidente lejanía con el verdadero periodismo. Sin embargo, la documentación de estas sospechas frecuentemente se complica entre otros menesteres por un concepto que si bien para aquellos especialistas en medios es legible y correcto, llamado “secrecía”, para mí, que no sé nada, se convierte en una fuente de abusos infinita, a pesar de la modernidad en la que decimos vivir, siguen prevaleciendo como un campo de verdolagas.

El 1 de noviembre de 2006 me desperté con un llamado de la madrugada que agradecí como se agradece una plaga de langostas.

Un amigo me dijo crípticamente: “revisa El Universal”, cuando le pregunté -con voz entrecortada porel sueño- la razón, me dejó en una nube de misterio y con un humor de los mil demonios. Efectivamente, ya que había salido del coma onírico me encontré con que en la página dos, en la sección “Bajo Reserva” estaba el siguiente texto que revisé con una mirada atónita (favor de imaginarme con mirada atónita): “Los tiempos se acortan y son cada vez más los personajes (algunos con brillo propio y otros con poco lustre) que rondan las cercanías del jefe de Gobierno electo del DF, Marcelo Ebrard. Por lo pronto, usted puede tomar nota de Fedro Guillén, actual director general de Bosques, como uno de los que están mejor ubicados en las querencias del futuro gobernante. Sus amigos (o tal vez sus enemigos) lo quieren ver como secretario de Medio Ambiente, el cargo que ocupó con López Obrador la incombustible Claudia Sheinbaum. Por ahora Guillén participa en el proceso de entrega-recepción en esa secretaría. Y Enrique Aispuro, ex representante en América Latina del grupo Riech- mann -el mismo que construyó la Torre Mayor-, sueña a su vez con ser secretario de Obras”. A manera de colofón el periódico explicaba a sus lectores un código de ética de minimalia: “Bajo reserva es elaborada con aportaciones de periodistas y colaboradores de EL UNIVERSAL previamente verificadas”. Fin de la cita.

Varios son los hechos que llamaron mi atención, quizá el más importante es que el señor que, de acuerdo a la nota, ocupaba todas las querencias del actual jefe de gobierno era su seguro servidor, sin que tuviera yo en esa fecha, ni en la presente, absolutamente ningún indicio de tal cercanía. Lo anterior me llevó a plantearme dos hipótesis de trabajo: la primera y más favorable para mi siempre mermada autoestima es que he ido por la vida sin detectar de manera alguna mis altos índices de popularidad, lo que se explica porque soy distraído o de plano imbécil. Debí suponer que el jefe de gobierno electo me había mandado varios guiños que yo no supe descifrar. Sin embargo, la buena noticia es que me hallaba yo en caballo de hacienda (cosa que creyeron mis amigos más brutos) y era el momento de ir por un mariachi con fines de festejo. La segunda lectura, menos favorable pero más real es que alguien llevado de la mala había filtrado dicha información (completamente falsa) para hacerme lo que los clásicos conocen como “la malobra”. Por supuesto no tengo la menor idea de quién fue el responsable y a como van las cosas jamás lo sabré, la realidad es que al licenciado Ebrard lo conocí en una reunión en la que éramos un tumulto y no volví a saber de él, mucho menos él de mí. Salí del gobierno del Distrito Federal el pasado mes de enero -como era de esperarse y de acuerdo con las reglas después de seis años de trabajo- con dos sensaciones muy claras: la primera es que las aportaciones de los periodistas y colaboradores de El Universal (una nube anónima) son tan confiables como el parte meteorológico de Nochistlán y la segunda es que a veces (o frecuentemente, no lo sé), los medios de comunicación cumplen propósitos de embate que están francamente reñidos con los más elementales principios de ética. Sin embargo, nos hemos habituado a no pedirle peras al olmo… lo que no deja de ser una pena.

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