Estaba pensando en el tema de esta colaboración y me proponía hablar del “gasolinazo” que se utiliza en términos políticos como un ariete de mal agüero, sin que nadie se tome la molestia de analizar que el subsidio a la gasolina es regresivo y beneficia a los que más tienen y más generan procesos contaminantes. Como dije, en esas estaba sentado sin hacerle daño a nadie cuando me encontré con los 11 principios de propaganda creados por Joseph Goebbels, el siniestro hombrecillo que hizo de la manipulación pública un arte, aunque hay que decirlo: un arte maldito. Siempre he cuestionado a los articulistas huevones que para salir adelante con su entrega toman textos de otros y los editorializan en tres líneas. Lo siento, me uno hoy a este gremio con anticipadas disculpas pero creo que vale la pena. Me apresuro a aclarar que no pude confirmar si esto lo propuso realmente Goebbels, pero perfectamente lo podría haber formulado, veamos:
1.- Principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único Símbolo; individualizar al adversario en un único enemigo.
2.- Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo; los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
3.- Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.
4.- Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota,por pequeña que sea, en amenaza grave.
5.- Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.
6.- Principio de orquestación. “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.
7.- Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
8.- Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.
9.- Principio de la silenciación. Acallar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
10.- Principio de la transfusión. Por regla general la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
11.- Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad.
¿Le suena? A mí desgraciadamente me alarma el nivel de coincidencia de estos postulados con las campañas que se desarrollan para obtener la Presidencia de este país. No responder con argumentos, los que piensan diferente son el enemigo, la marca de los zapatos del hijo de fulanito de tal, así como mensajes sobresimplificados dirigidos a gente con dos dedos de frente. Mismas ideas repetidas con la tenacidad de un émbolo: “la mafia del poder”, “el autor del gasolinazo”, “López” son ejemplos. Fijar agenda y cuando ésta prende cambiar de tema y finalmente, convencer a la gente que las decisiones populares ya están tomadas.
La verdad es que no somos precisamente analíticos y siempre enfrentamos la lógica del blanco o negro. Hace unos días comenté que había trabajado con Claudia Sheinbaum y que la consideraba una mujer preparada y honesta. Hice más complejo mi argumento, escribiendo que AMLO me parece impresentable. Se me vino el diluvio, así que lo dejo con estas líneas, mientras voy por un paraguas.