“¡Oh, mi América, mi dulce tierra hallada!”, escribe Mateo Renaldo Colón
no es una prorrupción presuntuosa, sino el lamento proyectado sobre la
sombra de su tocayo genovés, Cristóbal. Un mismo apellido y acaso un mismo destino.
La América de Mateo es menos remota e infinitamente más breve que la de Cristóbal;
de hecho no excede, en mucho, el tamaño de la cabeza de un clavo.
Sin embargo debió permanecer silenciada hasta la muerte de su descubridor.
Federico Andahazi
El aleph del placer femenino
En un pequeño punto que se aloja entre la comisura de las piernas de una mujer, se aloja una esfera epidérmica que anuda múltiples terminales nerviosas que, al ser acariciado con prestancia y constancia, desata sismos de placer, hasta 50 segundos de éxtasis que, además, pueden repetirse tantas veces cómo la propietaria de esa región sensible lo procure.
El nombre de esta montaña en el centro de la región vaginal se llama clítoris, una palabra que estalla sonoramente como una carcajada. El término procede del griego antiguo (kleitorís), el primer médico antiguo que lo describió fue Rufo de Éfeso (siglos I-II d. C.) que señala que en griego existía un verbo derivado, (kleitoriáz%u014D), que significaba “acariciar(se) el clítoris para producir placer”. Otros expertos de la lengua (un huesped muy bien recibido en este sitio, pero no habrá que confundirse, nos referimos al lenguaje) afirman que la palabra deriva del griego ‘Kleis’ que significa llave, esto fue referido en 1937 en un artículo del Profesor Marcel Cohen “The Classic Clitoris” (1978). El doctor Francesco Plazzoni en 1631 describió al clítoris como el bombón del amor. Se presume que en la narrativa pornográfica la palabra clítoris se usó hasta 1970.
A diferencia del pene cuyo plural es penes, el pobre clítoris no tiene plural, requiere de un artículo para referir que se habla de más de uno, lo que nos permite pensar en la marginación que este órgano sexual ha sufrido, desde el lenguaje hasta su legitimación, aceptación y entendimiento; aún hoy la ablación femenina es una práctica que busca evitar el “peligroso” placer femenino.
La análoga región masculina, el pene, tiene en todos los idiomas una serie larga de seudónimos. Mientras que el clítoris se escondió por mucho tiempo en metáforas mínimas de flor o bajo el nombre que su presunto descubridor, el otro Colón, llamó “La dulzura de Venus”. Claro que podemos admitir que la vagina sí consta de distintos apelativos.
Su pequeña gran geografía
En la novela “El anatomista”, el escritor argentino Federico Andahazi narra la historia hiperbolizada de este otro descubridor de tierras desconocidas Mateo Renaldo Colón, contemporáneo de Cristóbal Colón: dos regiones fantásticas que ampliaron nuestro mundo.
Mateo Colón pidió a Bertino que lo ayudara a desnudar la paciente… debajo de aquellas austeras ropas existía una mujer de una belleza extraordinaria (…) Bertino demoraba su tarea… prorrumpió gritando –¡Es un hombre! ¡Es un hombre! (…) Mateo Colón pensó que Bertino se había vuelto completamente loco. El maestro se incorporó e intentó calmar a su discípulo, cuando, para su estupor, pudo ver entre las piernas de la paciente, una perfecta, erecta y diminuta verga. (Andahazi, El anatomista “El descubrimiento”, e-book) Hemos comparado al clítoris con una montaña, pero realmente se trata de un iceberg, aquello que la vista puede apreciar es solo una parte, el ramillete de terminaciones nerviosas que se anudan en esa cima, pero, bajo la piel, se extienden dos alas como de mariposa que son altamente sensibles y que abrazan a su huésped, cualquiera que éste sea. He aquí unas coordenadas, longitudes, una suerte de descripción cartográfica (para aquellos con curiosidad visual, al final de este texto, en las referencias, presentamos una liga a un mapa de la vagina y del clítoris):
1. La uretra está rodeada en tres lugares por tejidos eréctiles. No hay tejidos eréctiles entre la vagina y la uretra.
2. Es quizás inexacto considerar a los bulbos asociados con el vestíbulo, porque están asociados más de cerca con el clítoris y la uretra.
3. El cuerpo del clítoris es de 1 a 2 cm. (0,39 a 0,79 pulg.) de ancho.
4. El cuerpo del clítoris es de 2 a 4 cm. (0,79 a 1,57 pulg.) de largo.
5. El cuerpo y cruras del clítoris tienen una vascularización “rosa intenso”.
6. El cuerpo del clítoris se proyecta hacia afuera desde el hueso púbico, en vez de yacer contra él, como se lo muestra a menudo.
7. Las cruras son de 5 a
9 cm. (1,97 a 3,54 pulg.) de largo.
8. Los bulbos son de 3 a
7 cm. (1,18 a 2,76 pulg.) de largo.
9. Los bulbos tienen una “vascularización azul intenso.”
10. No se vieron evidencias de glándulas vestibulares reportadas previamente (glándulas de Bartholin.)
11. El nervio dorsal del clítoris es “apreciablemente grande,” siendo mayor que 2 mm. (0,08 o 5/64 pulg.) de diámetro. Es visible a ojo desnudo. (datos tomados de: http://www.theclitoris.com/spanish/html/s_new_anat. htm)
Aparición en escena
Su primera aparición biológica fue en los reptiles con el fin de proporcionar placer en las hembras, al experimentar esta sensación tan grata, se dejaban penetrar y buscaron repetir las relaciones sexuales. Posteriormente, las hembras mamífero desarrollaron el útero, un resguardo sofisticado para proteger y alimentar mejor a sus crías. La famosa vagina apareció posteriormente al clítoris, que permaneció anónimo e ignorado a pesar de su enorme poder.
Los hombres, al adoptar la postura bípeda y sostenernos en dos extremidades, desplegamos fascinantes variantes eróticas: mirarnos al los ojos durante la cópula, besarnos y que en la hembra humana el clítoris se alejara de la vagina, se posicionara hacia delante para procurar el frotamiento de los cuerpos.
Todos fuimos mujer
En estado embrionario, hay una fase en que los dos sexos son indistinguibles, el clítoris parece un pequeño pene. Es hasta la séptima semana del bebe que se desarrollará a partir del tubérculo genital el glande del hombre o permanece el clítoris femenino.
Histeria: la historia de un placer peligroso
En el siglo XIX toda mujer incontrolable, rebelde, sensible, padecía de histeria, manía incurable que solo podía ser atenuada masajeando el clítoris para aliviar la tensión. En la película “Histeria”, protagonizada por Maggie Gyllenhaal, se cuenta la historia de estos médicos que masturbaban a sus pacientes para curar dicha enfermedad, las manos exhaustas del terapeuta lo conducen a inventar el tan
popular vibrador o dildo que, asumiendo desde una sociedad falocrática, que la forma del pene es la mayor de la fantasía femenina, desarrollan estos aditamentos imitando su morfología, cuando es la vibración la verdadera causante de la erupción del éxtasis ¿Será la nostalgia de esas placenteras visitas lo que hace que muchas mujeres se enamoren de cualquier sujeto de bata blanca? El papel de Gyllenhaal en la cinta la promovió para ser la conductora de un episodio de la serie de “Discovery: Curiosity” que aborda con profusión los descubrimientos en torno al clítoris y que se titula “¿Por qué nos gusta el sexo?”
Su biografía
Podemos pensar que en la intimidad de una cueva, una mujer solitaria se toca, mete sus dedos entre las piernas, un picor, la curiosidad, una motivación de higiene por limpiar rincones escondidos, la llevan a despertar sensaciones inéditas, aceleran su corazón y las caricias humedecen suavemente esos labios inferiores, la sonrisa vertical a la que aluden los poetas, se deleita y se hace agua. Pero ella, y muchas más, no salieron a gritar ¡eureka! Existen epifanías que es mejor guardar como secreto.
Hipócrates (300 años a.C.) sabía de su existencia y le daba su importancia, el legendario médico creía que la estimulación del clítoris durante las relaciones sexuales aumentaba la fertilidad. Aristóteles pensaba que los genitales femeninos eran una versión inferior del pene, algo así como un pene de segunda ( Ah señor Aristóteles, bastaría con recordar el mito de Teresías que al tener los dos sexos fue cuestionado por Zeus y por Hera sobre cuál de los sexos experimentaba más placer, a lo que respondió que la mujer experimentaba un placer siete veces superior al masculino, ello le valió la ceguera como castigo y la profecía como compensación).
En el siglo XVI, Mateo Colón, profesor de cirugía en la Universidad de Padua, en Italia publicó en 1559 un libro, llamado De re anatomica, ahí describe que el clítoris es: “(..) la sede del placer femenino (…) como nadie ha descubierto estos detalles y su propósito, si se permite que le dé nombres a cosas que descubro, debería ser llamado “el amor o dulzura de Venus”. Su sucesor en la universidad, Gabriele Falloppio ( descubridor de las trompas que llevan su apellido) se adjudicó ser el primero en describir el clítoris. Caspar Bartholin, anatomista holandés del siglo diecisiete, rechazó ambas pretensiones, diciendo que el clítoris ya era ampliamente conocido por la ciencia médica desde el siglo II. Pietro d’Abano fue quien entendió a cabalidad su función: “La mujer se mueve hacia el deseo. (…) al tener cerca del orificio un lugar para que el pubis se frote (…) El placer que se obtiene de esta parte es equivalente al que la punta del pene experimenta”.
Durante la era victoriana muchos autores de manuales matrimoniales incluso enfatizaban la contribución del clitoris en la excitación femenina, al grado de sugerir que el primer orgasmo debía ser clitorital antes de desvirginar a la muchacha, pero no dejaba por ello de ser solo un método práctico para facilitar la penetración.
Freud, en sus Tres ensayos sobre teoría sexual afirmó que la sexualidad clitoriana era infantil, para lograr la madurez debe procurar únicamente el placer por penetración vaginal. No Mr. Freud no envidiamos el pene, nuestro pequeño bombón es chiquito pero intenso.
A pesar de lo revolucionario de los sesenta, en el año que inaugura la década, el clítoris desaparece de los tratados de anatomía. Las mujeres, el movimiento feminista, vuelve a liberar al cuerpo en 1968, pero no es hasta 1998 que el clítoris vuelve a ocupar el lugar que le corresponde en los tratados médicos, gracias a la uróloga australiana, Helen O’Connell, quien pondera que en una operación de próstata los cirujanos atienden la preservación del nervio erector. Pero en intervenciones genitales de las mujeres, no se asume la misma actitud. Cabe aclarar que este descrédito obedece a que el clítoris no es fundamental para la reproducción, mientras que sin la erección y eyaculación del pene no podemos engendrar. Sin embargo, uno de los más interesantes descubrimientos recientes es que las contracciones femeninas que se derivan del orgasmo, inciden en direccionar, mediante los espasmos de las trompas de Falopio a los espermas hacia los ovarios, estos espasmos orgásmicos funcionan como una aspiradora que incrementa la posibilidad de fertilización.
A los hombres les excita dar placer y constatar el orgasmo de su pareja, tal vez esta satisfacción asegure su permanencia y así es, nuevos descubrimientos dicen que otra de las prodigiosas funciones del orgasmo femenino es el de desarrollar lazos afectivos que prolonguen la permanencia de la pareja, el orgasmo detona la segregación de la hormona oxitocina que incide en el fortalecimiento de los lazos afectivo, eso que solemos llamar amor, entre más sexo gratificante tiene una pareja, más amor se genera, la pareja permanece y ambos aseguran la sobrevivencia de la descendencia.
Clitoridectomía
Aún cuando algunos expertos afirman que solo existe un tipo de orgasmo mediante la estimulación del clítoris, sabemos que sus ramificciones se extienden hasta el útero así que también se afirma que existe un orgasmo “vaginal” mediante el estímulo de la penetración, en lo personal tengo la fuerte sospecha dado a mis incursiones de campo que esta segunda afirmación es la correcta.
Como sabemos el placer femenino ha sido históricamente reprimido, la ablación del clítoris o clitoridectomía, no solo se ha practicado en el mundo musulmán, en el siglo XIX, la operación se recomendaba ampliamente en el Reino Unido como una cura para “enfermedades nerviosas” y el comportamiento indisciplinado, ciertas formas de epilepsia, catalepsia e histeria en las mujeres. En los Estados Unidos se sabe que se practicó en ciertas comunidades religiosas hasta mediados del siglo XX.
El efecto en la vida sexual de las mujeres que participan de esta mutilación es la pérdida de toda sensibilidad, sin embargo, existen testimonios de algunas mujeres que son capaces de experimentar orgasmos, lo que me lleva sospechar que la idea de las dos formas de orgasmo femenino no son solo producto de mi imaginación. Esto no socava el trauma de este despiadado procedimiento realizado normalmente en las jóvenes alrededor de la edad de ocho años y sin anestesia; por otra parte, las infecciones y cicatrices que pueden derivarse de la ablación tienen consecuencias nocivas en la fertilidad y el parto.
Somos severos al criticar este tipo de procedimientos derivados de aspectos religiosos, pero qué hay de las operaciones que, yendo hacia el extremo contrario, la mistificación del placer mismo, conducen a buscar intervenciones quirúrgicas que incrementen la sensibilidad, como la reubicación del clítoris más cerca de la entrada vaginal para que la estimulación del pene sea más intensa, o el recorte de la capucha del clítoris para exponer el glande y aumentar la “sensibilidad”. La eficacia de estos procedimientos es relativa, puesto que sabemos que el órgano sexual más potente en los seres humanos se encuentra entre las orejas.
El clítoris como protagonista narrativo
Además de la multicitada novela del argentino Andahazi El anatomista, finalista del Premio Planeta, que ganó el Primer Premio de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (personalmente me parece que es muy complaciente con el público bestselleriano, haciendo concesiones exageradas a escenas hiperbólicae e inverosímiles de sexualidad y violencia, lo que no exime pasajes de ingenio que hacen de la comparación de los dos colones una interesante propuesta) en la que Mateo Colón, anatomista del Renacimiento, se enamora de una prostituta veneciana de nombre Mona Sofía, para conquistarla se empeña en buscar una pócima que le permita conseguir su amor, en esa aventura, explora el cuerpo humano y descubre esa dulzura de Venus que detona el placer femenino, hay otros textos:
1. El hombre y la doncella; en 1980 Grove Press publicó los volúmenes dos y tres de El hombre y la doncella que según la editorial fueron escritos en la época victoriana tardía, o tal vez en la Eduardiana temprana. Parece ser que únicamente el primer volumen pertenece a ese periodo, mientras los otros son eficientes falsificaciones, la historia resalta la obediente actitud del protagonista quien mantiene a su criada feliz acariciando su “clítoris”.
2. “Garganta profunda” (1972), película estadounidense porno estrenada el 12 de junio de 1972, escrita y dirigida por Gerard Damiano. Una mujer (Linda Lovelace) acude al psicólogo por un motivo: no consigue llegar al orgasmo. El médico (Harry Reems) descubre que la causa es que la chica tiene el clítoris en la garganta.
3. Cuentos del Clítoris – Cherie Matrix. Colección de ensayos cortos donde se arremete contra los puritanos. Cada uno de los escritores explica que experimentó una suerte de epifanía libertaria después de aceptar que la pornografía cautivó su imaginación, sus textos denuncian las fuerzas de la represión, el conformismo y la represión religiosa
Referencias:
Andahazi, Federico. El anatomista. Bogotá: Planeta, 1997. Línea del tiempo del clítoris http://photogallery.doctissimo.com/sexuality/ten-key-dates-in-the-history-of-the-clitoris/300-yearsbce-
hippocrates-in-praise-of-the-clitoris.html
Test sobre el clítoris http://www.wewomen.ca/sex-sexuality/theclitoris-how-clued-up-are-you-d32347c400570.html
Mapa del clítoris http://www.ed-sim.com/en/home?r=clitoral_innervation#tabs-page-2
Curiosity serie de TV, Discovery channel, episodio: “Why is sex fun?” http://www.documentales-online.com/por-que-nos-gustael-sexo-curiosity/
The-Clitoris.com http://www.the-clitoris.com/spanish/html/s_index.htm