Me encontraba en mi sitio de esparcimiento hace unos días cuando vi aparecer a mi amigo Adolfo (AKA el Bubulubu) con una cara que me recordaba vagamente una pintura de Goya, concretamente: “Saturno devorando a sus hijos”. Busqué de inmediato un tapabocas o algo que evitara el contagio de encefalitis equina, pero el Bubu me contuvo con una mueca y me dijo: “Nomás estoy crudo”. Acto seguido pidió un tehuacán con limón y la cara le cambió, de inmediato ordenó lo que él llama “una pecera”, que es una copa en la que le sirven su tequila doble, recipiente en el que podría nadar un salmón canadiense.
Las crudas son el resultado de excesos cometidos y una especie de pago muy terrenal que nos azota de cuando en cuando. Tiene una sola ventaja y es que eventualmente se elimina con remedios de abuelito o consejos de druidas. Sin embargo hoy quiero referirme a otro tipo de cruda, que es la que nos dejará el proceso electoral por el que hemos transitado como judíos errantes en un desierto de imbecilidad.
Esta campaña se ha caracterizado por el odio y el encono; he visto a las mentes más brillantes de mi generación (y a otras que no lo son tanto) discutir con los ojos inyectados, defendiendo sus preferencias y cuestionando las de otros. He visto cosas que serían divertidas si no fueran una catástrofe intelectual; el usuario Alberto Jerez escribió después del partido del día 17 (la cita es textual):
QUE PARTIDO TAN RARO MEXICO ALEMANIA SERA POSIBLE QUE HASTA LA SELECCIÓN ALEMANA EL PRIAN HAYA REPARTIDO LA MILLONADA DE NUESTRO PRESUPUESTO? NO CREO QUE ESA SEA ALEMANIA SEA LA TITULAR O LES DARIAN ALGUN SOMNIFERO? EN ESTA VIDA TODO SE PUEDE CREER (sic).
Yo agregaría editorialmente sobre los riesgos de no consumir ácido fólico durante el embarazo, pero ése es otro problema. Sorprende la parcialidad de unos y otros para los que López Obrador es el nuevo Chávez (no lo es) o el nuevo Padre de la Patria (no lo es). Las mentes que considero sensatas han externado sus preocupaciones por parte de la gente que rodea al muy probable ganador y que en muchos casos se encuentra en las antípodas ideológicas.
El problema es que las elecciones concluyen el 1 de julio y las heridas quedarán ahí. Los mexicanos estamos divididos y eso no le conviene a nadie mucho menos a un país roto por la violencia y la corrupción. En el momento en que usted lea estas líneas ya sabremos quién será el nuevo Presidente de México, y me parece que el mensaje inmediato que le es obligatorio es el de lanzar un llamado a la unidad y no a la división entre pueblos buenos y grupos de mafiosos. La gente, que en muchos casos es idiota, toma las cosas de manera literal y en ello hay un peligro. Lo que hizo en el otro extremo Ricardo Alemán (por cierto, un gacetillero anti-AMLO), me parece que fue respondido de manera inmediata. Sin embargo, en el otro extremo no preocupa que senadores como Layda Sansores cometan los abusos que son evidentes para todos, o que la potencial Secretaria de la Función Pública dé por absuelto a su futuro jefe de cualquier problema; hay una doble vara: ¿se acuerdan de Virgilio Andrade y la felpa que le pusieron? Pues en casos como el que describo hay silencio y en algunos casos hasta una justificación que va desde argumentos como que lo que se hizo no es ilegal, hasta que todos lo hacen, pasando por el extintor de siempre: “es una guerra sucia”.
Personalmente, estoy harto de este sainete, así que cumpliré con mis labores ciudadanas, que consisten en emitir mi voto y ser presidente de casilla el 1 de julio. Lo hago muy orgulloso, pero preocupado ante las expresiones de mis conocencias, que al enterarse de mi nombramiento exclamaron cosas como: “qué hueva” o “de todas formas va a haber fraude”. Que conste que dije “conocencias” y no amigos, que a esos –parafraseando a Serrat– “los mido con vara rasa, los tengo bien escogidos, son lo mejor de cada casa”.