Cultura de la violación: Perelló y otros personajes que hacen apología de la violencia sexual

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Poco tiempo, en lapsos recientes, separa las declaraciones de personajes públicos en México y el mundo, que hicieron apología de los delitos sexuales.

Un académico universitario, un músico, pretendidos rebeldes que navegan contracorriente, un juez y un periodista echaron sal en llagas que no conocen fronteras. Lo que dijeron coincide con varios de los mitos que se han arraigado en todas las culturas para justificar la profanación de cuerpos y voluntades.

El 28 de marzo de 2017 se escuchó desde Radio UNAM, en boca de Marcelino Perelló Valls, una apología de los delitos sexuales: “Sí sucede, sobre todo con las viejas cuero, incluso la violación no hay para qué desgarrarse las vestiduras: Si les gusta, ¡no te hagas pendeja, Laberinto! (seudónimo de su excolaboradora)”.

Sus dichos tienen antecedentes. En junio de 2011 escribió tuits como este: “hace rato dije isabelina y debí decir victoriana. ¡De qué manera yo me fajé a mi hija cuando ella tenía cuatro o cinco años! ¡Cómo reía!”. Dos minutos después, relató “hoy mi hija Aina es una doctora respetable y muy respetada por sus pacientes y colegas. Ni se ha de acordar de cuando yo le agarraba las nalgas”.

Esas confesiones que según Perelló son metáforas o alegorías, sazonaron el escándalo suscitado en las redes sociales y los medios de comunicación cuando dijo que meterle a alguien los dedos en la vagina no era para armar un desmadre estrepitoso, refiriéndose a la denuncia de Daphne Fernández contra los Porkys.

Después, en Radio Fórmula, le dieron espacio para defenderse pero solo “reconoció” que se equivocó al decir que “sin verga no hay violación” pues “resulta que sí se puede violar con uvas, pepinos, zanahorias, palos de escoba, lo cual me parece una estupidez del código penal porque no coincide con la definición clásica que está en todos los diccionarios, incluso en la enciclopedia jurídica que define violación como la cópula forzada…”. Y se aferró a varios mitos sobre la violencia sexual: “… hay mujeres que sólo han experimentado orgasmos cuando son violadas (…) eso pertenece a todas las teorías psicológicas, psicoanaíticas y psiquiátricas, todas lo afirman”.

“La violación es tan grave porque produce placer en la víctima, eso sucede porque el sentimiento de culpa desaparece, copular, coger, no deja de ser nunca el pecado original”. Citó a Sigmund Freud y Jaques Lacan, en una especie de guión que han seguido sus defensores en las redes sociales.

También reafirmó otro mito: “cogerte a una vieja cuando dice no quiero, ¡cómo que no! No quiero, sí quieres… Todo eso forma parte del juego de la sexualidad”.

50 sombras de Grey, la referencia

En el cono sur, en agosto de 2016, el exvocalista del grupo Bersuit, Gustavo Cordera, dijo frente a estudiantes de periodismo: “hay mujeres que necesitan ser violadas para tener sexo porque son histéricas y sienten culpa por no poder tener sexo libremente (…) A mí lo discursivo no me dice nada, ¿qué son los ‘derechos de la mujer’? A mi háblame como te sentís y te entiendo pero si me hablas de los derechos no te escucho porque no creo en las leyes de los hombres, si en las de la naturaleza”.

El 3 de marzo pasado, durante una conferencia de prensa en Uruguay, el músico argentino defendió sus dichos: “No lo digo yo, lo dicen los psicólogos que aseguran que hay mujeres que tienen la fantasía de ser violadas para llegar a un orgasmo”. También citó a Freud, Lacan y “50 sombras de Grey”.

Tres años antes, en junio de 2013, el juez israelí Nisim Yeshaya declaró, durante una audiencia donde se trataba la violación de una menor de 13 años de edad, “que algunas chicas disfrutan al ser violadas”. El comentario fue acremente criticado por varias autoridades. Incluso Benjamín Netanyahu le retiró su apoyo para presidir el Tribunal Interno del Partido Likud.

El conductor de radio Ángel Pedro “Baby” Etchecopar, quien fue denunciado ante la defensoría de las audencias, es otro caso eciente en Argentina. Durante su programa, al hablar del asesinato y violación de Micaela García, espetó: “Si tu hija de 12 años sale mostrando las tetas, con un tatuaje y haciendo trompita, hay una provocación”.

También Perelló, en su extinto programa de radio, prácticamente vociferó: “como la chava esa a la que le levantaron la falda en la Condesa. Ayyy, no mames. Ayyy, no mames, te levantaron la falda. ¡Para qué andas usando faldas cortas, pues! ¿Pa’ que se te vean o pa’ que no se te vean las piernas? ¡La próxima vez que salgas a la calle, ponte armadura, hija de la chingada!”.

Quién le manda salir de noche”

En México los dislates de Perelló ocurren en un país donde de acuerdo con un estudio financiado por la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), entre 2010 y 2015 se registraron casi tres millones de casos de violencia sexual. Más del 90% de as mujeres atacadas se refugian en el silencio. La mayoría callan porque son violentadas por conocidos ofamiliares, o porque temen que nos les crean. Y tienen razón. Inés Hercovich, socióloga y psicóloga social, en una conferencia que se puede ver en YouTube, habla de cómo la sociedad tiende a culpar a las víctimas. “¿Quién la manda a salir de noche? Mira cómo se viste”. Y de ahí, al “ella se lo buscó”, no hay gran distancia.

Pierde importancia el que haya dicho claramente la palabra NO. Ese NO que para Perelló y sus salmones es intrascendente porque “cogerte a una vieja cuando dice no quiero, es parte del juego de la sexualidad”.

Inés Hercovich, pionera en el estudio de la violencia sexual, explica que la mayoría de las mujeres violentadas no son cosas durante el acto que las ultraja. Se mantienen lúcidas, “tratan de negociar. Negocian sexo por vida, le piden al agresor que termine rápido para que todo eso pase pronto con el menor costo. Se someten a la penetración porque, aunque no puedan creerlo, eso es lo que más lejos las mantiene de una escena sexual o afectiva, porque la penetración duele menos que los besos, las caricias, las palabras suaves”.

En efecto, una violación es dolor, no ese placer del que habló reiteradamente Perelló, como en julio de 2011 cuando escribió en otro tuit: “lo de la violación me vale madres. Yo he sido un violador compulsivo. Hoy ya no puedo. Y todas las violadas me lo agradecieron”. Ahora repitió con Ciro Gómez Leyva: “hay mujeres que sólo han experimentado el orgasmo cuando son violadas. Ahí si no me voy a retractar ni un centímetro”.

La página española “Me han violado”, que brinda atención primaria a víctimas de violencia sexual, explica que se han registrado casos de personas que durante una agresión sexual tienen orgasmos, pero aclaran, y ese es el quid que Perelló omite, que se trata de reacciones fisiológicas involuntarias, que no significa que la persona agredida consienta la relación ni que disfrute o que provoque que ese delito sea menos grave o el agresor menos culpable.

De acuerdo con la organización benéfica Rape Crisis, de Inglaterra, precisamente en tres de los mitos más extendidos en el mundo subyace la idea de que las mujeres secretamente quieren ser violadas, que sus NO equivalen a una afirmación que consiente el ultraje y que su vestimenta provoca las agresiones. Pero ningún ser humano podría desear una experiencia aterrorizante, que humilla y socava el derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo. Cuando se escribe la palabra ninguno, se abarca también a esa ola reciente de apologistas de la violencia sexual.

Como escribió la bailarina Cinthia Híjar: “no puedo entender qué utopías se urden si quien estuvo en el 68 no entiende que la importancia de los derechos humanos de las mujeres está en diálogo con todas las luchas. Pero leo a gente diciendo que le van a ir a esperar a Radio UNAM y sus mensajes de odio y tampoco me encuentro ahí, en sus ganas de opinar sobre el trabajo de alguien que no conocen, en su violencia que ofende a la gente por ser ‘vieja’, en sus amenazas de violación como respuesta a la apología a la violación, en su sed de venganza contra otro que omite la violencia propia… y no, tampoco quiero ser eso”.

 

 

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