“El Diablo es un invento de nuestra razón perversa.
Lo han inventado los hombres para justificar su abyección,
y también en interés de Dios, para no echarle la culpa de todo.”
Máximo Gorki
No creo en ti pero me seduces. Le digo a Lucifer mientras le escribo. Satanás, su otra personalidad, es otra cosa, el pobre es una bestia. Lo cierto es que hablaré del diablo, la maldad personificada que tiene muchos rostros pero que siempre se presenta como adversario de Dios, es decir, de la bondad pura. Comenzaré por seguir los rastros del lucero de la noche o astro de la mañana que roba el corazón de poetas, metáfora de la rebeldía, de la perfección que se estropea en soberbia. Luego hablaré de todas las otras máscaras que el diablo guarda para representar lo oscuro.
El demonio es una criatura híbrida, como mostró Daniel Defoe en su Historia del diablo, donde enumera los siguientes nombres del demonio, extraídos de la Biblia: Serpiente, Serpiente Antigua, Gran Dragón Rojo, Acusador, Satán, Enemigo, Belial, Belcebú, Mammon, Ángel de Luz, Ángel del Abismo, Ángel de las Tinieblas, Príncipe de la Potencia del Aire, Lucifer, Abaddhon, Legión, Dios de este siglo, Espíritu Impuro, Espíritu Inmundo, Espíritu Embustero, Tentador, Hijo del Amanecer.
Estrella, estrella mía
Tú, la más divina de las criaturas celestes te levantaste contra Dios, te atreviste a ser la estrella más brillante desafiando al mismo Sol ¿Cómo te atreviste? ¿Acaso no sabes que el Sol reina en el cielo y por ello toda personificación que aluda a la bondad se identifica con el Sol? Tú en cambio eres limítrofe, apareces cuando se va la luz, antes de que el Sol despliegue sus rayos como cola de pavorreal conquistando el alba, o lo sustituyes cuando la negrura aguarda parir la Luna, traicionas lo mismo a la noche que al día. Nos cuenta Papini en su magnífico libro sobre ti que te nos pareces, tú la más divina de las criaturas celestes al igual que nosotros, la más divina de las criaturas terrestres desobedeciste a Dios, pero:
Ni a la una ni a la otra podría haberles negado el privilegio de la libertad. Sello de la deseada semejanza entre el artífice y sus obras maestras… La perfección da origen al pecado; la dicha tiene como consecuencia la condena; la luz recibe como respuesta la ofensa de las tinieblas. Dialéctica de la libertad…El justo es totalmente justo cuando acepta pagar, él también, por el culpable… El castigo de Lucifer se convirtió enseguida, bajo otra forma, en el castigo de Dios: ningún juez puede imponer una pena sin cargar sobre sí mismo otra.
El culto a Venus es uno de los más antiguos, ya los egipcios adoraron a la diosa Ishtar que posteriormente se convertiría en Afrodita y luego sería llamada Venus por los romanos que bautizaron todos los divinos cuerpos del firmamento.
Como símbolo para los sumerios es hija de la Luna y hermana gemela del Sol como es la mediadora entre día y noche es también hermana de la diosa de los infiernos. Representa al amor y al placer como estrella de la noche, a la guerra como estrella de la mañana, la llamaban la dama de las batallas. La estrella de las dulces confidencias, la primera en escuchar las confesiones de los enamorados cuando caía la tarde. Los aztecas la hicieron el dios Quetzalcóatl, la serpiente emplumada que representa la muerte y el renacimiento, La dualidad: “El precioso gemelo”. Por la similitud del curso diurno entre el Sol y Venus, se le considera el mensajero del sol, intercesor entre el sol y los hombres. Representa todo lo que es deseable y bello, es metáfora de libertad .
Siguiendo tu camino, oh Venus, no dejo de asombrarme cómo fue que de venerarte como una mujer hermosa que inspiraba el amor te convertiste en un ángel traicionero. No podemos olvidar que los rituales paganos procurados en tu nombre incomodaban a la asepsia del cuerpo de la nueva religión cristiana que te fue eclipsando en el imperio de Roma. El ritual del Hieros Gamo en el que las orgías entre tus vestales y los ancianos ataviados como machos cabríos, los faunos de los bosques y las ninfas, eran la representación de las fuerzas dormidas de la naturaleza y la fiesta sexual que se desplegaba, tenía por objeto despertar a la primavera pero ofendía a los castos y se presentaba peligrosa; no podemos negarla más divertida y tentadora que la misa. Los dos disfraces fueron incorporados en el sincretismo católico, la estrella Venus se tornó en pentagrama y representación de la caída del más bello de los ángeles y las patas de cabra, los cuernos, los instintos lujuriosos de los faunos, se atribuyeron al propio Satanás.
Lucifer, el ángel más bello se enfrentó a Dios y ganó gran parte de la corte angélical con la que luego armó una rebelión que trajo consigo el dolor, el pecado y la conciencia de la mortalidad para los hombres. Su osadía fue el primer pecado que existió, fue abatido por el arcángel Miguel y desterrado por Dios, pero acaso Lucifer cumple con un pacto previo: seducir a los hombres para obligarnos a equilibra nuestras pasiones y virtudes, ser el contrapeso necesario para que existan los absolutos: el bien y el mal ¿qué serían uno sin el otro?
Pero Lucifer no tiene una historia clara, parece ser que el mito moderno de Lucifer parte de un error de traducción: ‘Lucifer’ es una palabra latina que significa ‘portador de la luz’ y la usó, por vez primera, San Jerónimo en la versión en latín de la Biblia para traducir el término hebreo Helel (literalmente ‘resplandeciente’) de un texto de Isaías. De algún modo las palabras se acomodaban bien a la descripción de la caída del Ángel demoniaco. Los griegos tenían su Lucifer o Heósforo, un dios menor de la mitología grecorromana, hijo de la diosa Aurora:
¿Cómo has caído del cielo, estrella de la mañana, hijo de la Aurora? ¿Cómo has sido derribado en tierra, tú, que avasallabas a todas las naciones? Tú que decías para ti: ‘Hasta el cielo subiré, por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono; en el monte del encuentro me sentaré, y en los confines del Safón. Subiré hasta la cima de las nubes, seré igual que Elyón (el Altísimo)’. Con todo, has caído al Seol, en las honduras del abismo.” (Isaías 14, 12-15)
Portador de la luz
En la mitología griega Héspero es el lucero vespertino, el planeta Venus visto por la tarde, hijo de Eos, la diosa del amanecer (Aurora en la mitología romana) y el hermano de Eósforo o Lucifer, el lucero del alba. Ambos hermanos se confunden por ser personificaciones del mismo planeta, Venus era: Eósforo por la mañana y Héspero por la tarde. Pero los astrónomos babilonios fueron los primeros que notaron que era un solo cuerpo celeste, un planeta errante que identificaron con la diosa de la fecundidad: Ishtar.
Héspero fue padre de las Hespérides, hermosas ninfas que custodiaban el árbol de manzanas de oro que en mucho se parece al árbol del bien y del mal que condenó a Adán y a Eva. Ya vez querido Luci, has ido adoptando características de aquí y de allá, fuiste Ángel que en estrella cayó y heredas de Tifón la identificación con la serpiente.
Hijo del caos
Los dioses griegos luchaban eternamente por aniquilar a las fuerzas del caos, éstas se presentaban encarnadas en diferentes monstruos que atentaban con romper el orden logrado por Zeus y sus hermanos, eso que llamaron cosmos y que tiene fuertes implicaciones en el concierto existencia, dado que este orden presupone que todo cuanto existe guarda relación y está fuertemente vinculado en un estructura prodigiosa. La lucha más peligrosa que sufrieron los señores del Olimpo fue la orquestada por Tifón, una serpiente enorme como remolino devastador. El antagonismo metaforizado entre los dioses / Cosmos contra Tifón/ Caos, podría ser un antecedente a la idea Maniquea de la religión universalista fundada por el sabio persa Mani (o Manes) que concibe a la divinidad en dos polaridades dependientes: bien y mal. De esta dicotomía es fácil transitar
de los polos:
Caos Cosmos
Sin sentido Sentido
Oscuridad Luz
Desorden Orden
Mal Bien
Demonio Dios
Esta herencia del maniqueísmo, la simplificación casi binaria nos regala la ilusión de que aquello que no es blanco es negro mientras el hombre dibuja su destino a lápiz y en tono de grises.
Satanás, otro de tus nombres querido Diablo, es un sustantivo compuesto de las palabras Shaitán y Nahas, literalmente “la serpiente enemiga”. La asociación con la serpiente obedece al papel de la tentadora cómplice de Eva en el Génesis en el árbol de la sabiduría, que parece indicar que el demonio representan algo más que la maldad, entrega conocimiento al hombre, le dan el poder para desafiar a su creador. Tanto Diablo como demonio, en griego significaban una especie de seres intermedios entre hombres y dioses.
Para Giovanni Papini, el Diablo es el colaborador que con el consentimiento divino, atormenta a los hombres sobre la tierra y en el infierno. Él también encarna una trinidad que en lugar de ser divina es maligna: el Padre crea, el rebelde destruye; el Hijo rescata y el tentador esclaviza; el Espíritu Santo consuela y Satanás atormenta. Dios y el Diablo son dos huéspedes invisibles: el eterno amor y el eterno odio que se enfrentan en un campo de batalla, el corazón humano.
El más viejo de los hermanos de Zeus era Hades, su nombre propio lo era también de sus territorios, el lugar a donde iban a parar los muertos; es un error pensar que el Hades es equivalente al Infierno puesto que esta región lo mismo daba asilo a las almas justas en los hermosos Campos de Elíseos que en el Tártaro, el mundo de las tinieblas, un lugar de tormento y sufrimiento eternos. Hades como deidad no era malo, sino un dios de justicia, dueño de las riquezas del subsuelo: oro, petróleo, etcétera. El Maligno hereda de este antiguo dios la fama de rico y de ahí la leyenda de que puede comprar el alma, de igual modo asume la cara negra y el tridente.
Héroe Infausto
Lucifer es para escritores y poetas un héroe infausto, un romántico que se atreve a desafiar al Creador porque él también quiere crear, persigue su propio orden y conquistar su propia ley.
Me seduces Lucifer porque tienes el espíritu revolucionario del Doctor Fausto, eres traicionero, capaz de tornar todo evento a tu favor sin importar consecuencias, vives sin remordimientos, como El príncipe de Maquiavelo, tu espíritu es tremendamente humano que como dice Goethe: se nutre de alimentos que no son terrenales, y tu inquietud te inclina hacia lo inalcanzable, le exiges al Cielo las más hermosas estrellas y a la Tierra los goces más elevados y, sin embargo, nada cercano ni lejano sacia tu pecho profundamente agitado. Eres figura errantes, el mal imprescindible que adereza todas las narraciones. Eres como te dibujar el poeta John Milton, metáfora de la voluntad pura, peón de la partida divina. Sostienes ante el lector un espejo en el que se refleja su yo más sombrío, de la identidad que subyace bajo la delgada patina social. El héroe infausto rompe los tabús de la sexualidad y las represiones sociales. Eres la caja de Pandora de emociones entremezcladas, antesala de lo desconocido. Y tal como nos recuerda Jonathan Swift, cuando estás satisfecho, puedes ser una buena persona pero, ¿no es acaso el deseo la llama que nunca te abandona?