Antes de que su barco de papel naufragara en un charco de agua salada, Anthony Weiner era considerado un tiburón de la política, que arrancó su carrera rutilante hace casi 20 años, al convertirse en uno de los concejales más jóvenes de Nueva York. Madurón y bien vivido, el congresista demócrata de 46 años, representante de los distritos de Brooklyn y Queens, apenas había contraído matrimonio en julio de 2010, en una ceremonia oficiada por el ex presidente estadounidense Bill Clinton, quien en cuestión de amasiatos extra innings se las sabe de todas, todas.
Pero a Weiner y Clinton no sólo los vincula su pasión por posar el ojo alegre en curvas femeninas allende el tálamo nupcial, sino que la flamante esposa del primero, Huma Abedin, es asistente desde hace mucho tiempo de la secretaria de Estado, Hillary, consorte del segundo. Así que tras los escándalos sexuales protagonizados por sus traviesos maridos, vaya que las dos mujeres tendrán tela de dónde cortar para dudar por siempre jamás de la fidelidad masculina.
El jueves 16 de junio pasado, Weiner no pudo más y ofreció su cabeza en forma de renuncia, acosado por la prensa política y amarillista de Estados Unidos, luego de que el mismísimo Barack Obama le dijera algo así como “Si yo estuviera en tu lugar, mejor renunciaría”. ¿Así o más directo?
Lo cierto es que Anthony Weiner se suma la lista cada vez más abultada de políticos norteamericanos para quienes la carne tiene una temperatura ideal para ser degustada. En descargo de este congresista hay que señalar que él nunca pasó del dicho al lecho. No, su gran pecado fue la presunción, en este caso de su “salchicha”, como denominó a su miembro erecto en una foto enviada el 27 de mayo a una estudiante de 21 años de Seattle a través de su cuenta de Twitter. La referida “salchicha” apenas si era contenida por los bóxers del orgulloso demócrata. Aunque Weiner de inmediato borró su indiscreción, los segundos son mar abierto en Internet y alguien pescó la imagen, la hizo primero suya y después de potestad universal.
Días después, el activista conservador Andrew Breitbart, a través de la web Big Goverment, abrió de par en par las puertas del infierno personal de Weiner, al referirse a la foto “subida de tono” que el congresista había enviado campechanamente a la chica de Seattle. Incapaz de defenderse con la verdad sospechosa, el político neoyorquino optó por decir que alguien le había hackeado su cuenta para, desde ahí, enviar la pachoncita fotografía. Sin embargo, un nuevo embate de Big Goverment puso fuera de combate al otrora soltero más codiciado de Nueva York, al mostrar imágenes de Weiner luciendo su musculatura sin camisa, fotos que por cierto eran de la remesa a la que pertenecía la escandalosa y protuberante “salchicha”.
Una semana y mil vituperios después, un lloroso Weiner enfrentaba la jauría de reporteros de la Gran manzana, con la que tuvo que sincerarse y admitir: “No he dicho la verdad y he hecho cosas que lamento profundamente. He causado daño a gente a la que quiero”. Asimismo y muy a pesar propio, tuvo que admitir que había mantenido “contactos inapropiados” con seis mujeres antes y después de casarse con Huma Abedin.
El pueblo de Estados Unidos perdona que sus guías políticos vendan armas en el extranjero, que siembren mentiras para comenzar guerras, que se apropien de los derechos humanos universales, pero esa extraña doble moral que enarbolan con orgullo altanero emerge en cuanto el aroma del sexo alcanza la punta de sus vellos nasales. Tras conocerse las edades de algunas de las mujeres con la que Weiner coqueteaba, una exclamación condensó el sentir general de la vox populi: “¡Podrían ser sus hijas!”. Fue el banderazo que marcó la debacle e inminente dimisión de un político que con lágrimas en los ojos vio cómo su estrella se eclipsaba… quizá para siempre.
De nada le valió declarar que después de casarse en julio de 2010 nunca tuvo relaciones sexuales “con nadie que haya sido su esposa”. El veredicto estaba dicho de antemano y nadie se detuvo a considerar los actos de Weiner como simples devaneos en las redes sociales. Los cuestionamientos fueron más allá, al grado que fue inquirido sobre si utilizó recursos públicos en sus travesuras virtuales. Él respondió que no, pero por si las moscas su colega demócrata y ex presidenta del Congreo, Nancy Pelosi, exigió que se abriera una investigación a través de la Comisión de Ética, sobre todo para desmarcarse de las actividades nocturnas del congresista en desgracia.
En febrero de este año, el congresista también neoyorquino, sólo que del Partido Republicano, Chris Lee, renunció a su curul tras un escándalo similar al de Weiner. El señor Lee tuvo la ocurrencia de publicar en Craiglist una foto propia, también sin camisa, dedicada a una mujer de Maryland de 34 años. Lee se quedó como el perro de las dos tortas, ya que, además de perder su envidiable trabajo, la mujer lo bateó a la primera de cambios y no porque el pretendiente fuera un político reconocido, sino porque mintió en su perfil, al describirse como “un chico divertido con clase” de 39 años, cuando en realidad tiene 46 años, al igual que su compañero de desgracias, Anthony Weiner. Y aunque Lee escribió “Prometo no defraudar”, la mujer de Maryland se sintió precisamente defraudada en cuanto supo que el Romeo no tenía la edad ni el empleo que decía tener, ya que el individuo afirmó que trabajaba en “un grupo de presión”.
Finalmente, el 16 de junio, Anthony Weiner ofreció una conferencia trasmitida desde su oficina en Brooklyn en la que dio un paso al lado, con lo que dejó inconclusa su carrera hacia la alcaldía neoyorquina. “La distracción que he creado yo mismo me imposibilita seguir adelante”, dijo. La “distracción” a la que se refirió no era sino el escándalo que construyó a su alrededor con sus fotos en paños menores y que por casi tres semanas navegaron sin fronteras por los meridianos de la red. Consignas de “pervertido” sirvieron de contexto a su despedida.
Sin responder preguntas de la prensa, en esa ocasión Weiner, de origen judío, estuvo solo, sin la presencia de su esposa musulmana, que se mantuvo a pie firme al lado de su esposo en los primeros días de este sonado affair. Sin embargo, la irrupción de otro invitado incómodo posiblemente minó irreversiblemente la capacidad de resistencia de Huma Abedin: la actriz porno Ginger Lee dio a conocer la amistad que lo unía con el ahora ex congresista, quien por cierto, pidió a la estrella de las tres X que mintiera sobre su relación.
Pero ahora, quizá, el futuro de Weiner habrá de buscarlo en otras arenas. Por ejemplo, el rey de la industria porno de Estados Unidos, el legendario Larry Flint, le envió una carta al ex congresista, expresándole su simpatía, al tiempo que le ofreció “un trabajo serio”. La misiva decía: “Después de haberme enterado de su repentina y forzada dimisión a su cargo del Congreso, me gustaría hacerle una oferta de empleo en el Flynt Management Group, LLC en nuestro grupo de Internet”.
Además: “Esta oferta no es una broma”, aclaró Flint, quien se dice “dispuesto a pagar 20% más de su sueldo en el Congreso, garantizándole que sus beneficios médicos serían iguales a lo que recibía previamente”.
Y si alguien todavía duda de la repercusión que tuvo el Weinergate en la comunidad estadounidense, la firma Herobuilders.com, con sede en Oxford, comercializa un muñeco con los rasgos del ex legislador por Nueva York y en dos versiones: una estándar a sólo 39.95 dólares y otra “sólo para adultos”, la cual vale 10 dólares más. El monigote, tipo Ken, viste camiseta y pantalón corto (sin protuberancia, por cierto), con una leyenda que dice: “twittea esto”.
No es la primera vez que la industria del juguete norteamericana hace eco del acontecimiento social, sólo recuérdese que la ex candidata republicana Sarah Palin tiene su réplica en plástico, así como el presidente de EU, Barack Obama, e incluso el genio maligno de las finanzas Bernie Madoff.