Como periodista y escritor, desde hace más de 40 años me dedico a recoger y elaborar información, pero también a construir. Quiero compartir las conclusiones a las que he llegado después de una experiencia tan larga en los medios.
Mi primera conclusión se refiere a las proporciones. La opinión generalizada de que toda la humanidad vive pendiente de los medios es una exageración. Aun frente a acontecimientos como la inauguración de los Juegos Olímpicos, que son vistos por dos mil millones de personas, esa cifra constituye solamente una tercera parte de la población del planeta. Hay millones de seres humanos que viven totalmente aislados de los medios, quienes no tienen que preocuparse de que éstos traten de manipularlos ni de que sus hijos sean maleducados por culpa de las teleseries saturadas de violencia.
Información como mercancía
La primera gran consecuencia de la revolución electrónica ha sido el cambio del periodista. Antes el periodismo era una misión, una profesión a la que la persona se entregaba plenamente. Hoy se han multiplicado las escuelas que gradúan año tras año a miles de nuevos ejecutores de esa profesión; pero hay una gran diferencia, los nuevos periodistas no se identifican con ella ni piensan dedicarle su vida. La tratan como una ocupación más que en cualquier momento pueden abandonar.
Pero la principal consecuencia de la revolución electrónica ha sido el descubrimiento de que la información es una mercancía que puede reportar grandes ganancias. En el pasado su valor se asociaba a la búsqueda de la verdad, hoy el valor de la información se mide por el interés que puede despertar. Por verdadera que ésta sea, carecerá de valor si no interesa a un público cada vez más caprichoso. Esto hizo que los románticos buscadores de la verdad que antes dirigían los medios fueran desplazados en muchos casos por los hombres de negocios. La información está subordinada al interés de mercado, a conseguir una rentabilidad máxima y mantener el monopolio. Ese cambio es el más importante de cuantos han operado para entorpecer la cultura.
La guerra que se libra entre las empresas es ahora más importante que el mundo que las rodea. Grupos de enviados forman en el mundo una gran manada en la que todos vigilan a todos para impedir que la competencia tenga algo mejor; de ahí que en momentos en que tienen lugar más acontecimientos en el mundo, los medios cubran solamente el que atrae a la manada. Recuerdo la crisis generada por la toma del poder del ejército estadounidense en Teherán. Aunque en la capital de Irán nada sucedía, durante meses permanecieron en esa ciudad miles de enviados. La misma manada se trasladó años después a la zona del Golfo Pérsico aunque allí nada se podía hacer porque los estadounidenses no dejaban acercarse al frente a nadie. Al mismo tiempo, en Mozambique y en Sudán sucedían cosas terribles, pero a nadie le importaron porque la manada estaba en el Golfo Pérsico.
El desarrollo de las técnicas de comunicación, sobre todo de la telefonía móvil y el correo electrónico, ha cambiado radicalmente las relaciones entre los enviados de los medios y sus jefes. Antes el corresponsal disponía de gran libertad, podía desarrollar su iniciativa en búsqueda de la información, la seleccionaba y elaboraba. Actualmente se ha convertido en un simple peón movido a través del mundo por su jefe, que desde la central dispone de información clasificada que le llega a través de muchas fuentes y puede tener una imagen de los acontecimientos muy distinta de la que obtiene el reportero en el lugar de los hechos.
La revolución de los medios ha planteado un problema fundamental: cómo entender el mundo. La pregunta esencial es ¿qué es la historia? ésta se aprendía al conocer la herencia de los ante-pasados o los documentos de los archivos. Hoy la pequeña pantalla se ha convertido en una nueva fuente de la historia. El problema radica en que el acceso a las fuentes, a los documentos originales, no es fácil y la versión que difunde la televisión, incompetente y errónea, es la que se impone sin poderla contrastar. Los medios se multiplican a una velocidad mucho mayor que los libros, que contienen un saber concreto y sólido. De allí que nuestra civilización caiga cada vez más en una dependencia de la versión de la historia que ofrece la televisión.
Ver no es lo mismo que entender
La gente confunde el mundo generado por las sensaciones con el creado por el pensamiento y cree que ver es lo mismo que entender. Pero, por el contrario, la creciente cantidad de imágenes que nos rodean limita el dominio de la palabra hablada y escrita y, por consiguiente, el dominio del pensamiento. En la dictadura funciona la censura; en la democracia, la manipulación.
Pensemos en cómo el problema de la pobreza es tratado por las grandes televisoras. La primera manipulación consiste en que mientras que dos terceras partes de la humanidad viven en la miseria, el drama del hambre aparece sólo de vez en cuando y en territorios aislados. Se muestra como consecuencia de cataclismos naturales como la sequía o las inundaciones y en pocas ocasiones, de las guerras.
El segundo truco es su presentación de carácter geográfico, etnográfico y rústico. La miseria se identifica con el exotismo y, así mostrada, tiene el valor de algo curioso, casi de atracción turística.
Volvamos al punto de partida: ¿cómo reflejan los medios el mundo? Lo hacen de manera superficial y fragmentada. La revolución de los medios es un fenómeno nuevo en la civilización humana, demasiado nuevo para que ésta haya podido generar ya los anticuerpos necesarios para combatir las patologías que genera la manipulación.
Acusar para justificar nuestra pasividad
El mundo de las medios es complejo y diverso, es una realidad con muchos niveles. Acusamos a los medios para justificar el letargo de nuestras conciencias, nuestra falta de sensibilidad e imaginación, nuestra pasividad. Pero también existen excelentes programas de televisión, emisiones de radio y diarios. Y hay tanto, que la persona que realmente quiere llegar hasta la información honesta y la reflexión profunda puede encontrar de todo en grandes cantidades.
Los aspectos positivos de los medios existen porque en ellos hay personas sensibles y de gran talento que trabajan con entrega, entusiasmo y sacrificio. Su único objetivo es dar testimonio del mundo que los rodea y mostrar los muchos peligros y esperanzas que encierra.