Es cierto que Loaeza indica “nos hemos permitido reproducir parte del interesante artículo publicado por Alfonso Diez, de La Quinta Columna”, sin embargo, copia párrafos completos sin darle el crédito ni “encomillar”; dice Diez.
“Y del cuarto párrafo en adelante, la mayor parte de ‘su’ artículo, toma primero mi texto del 12 de febrero(Arráncame la vida, fantasía y realidad) y después el del 23 de septiembre, íntegro (Las claves de Arráncame la vida), pero como sólo pone unas comillas al iniciar el cuarto y en los demás párrafos no vuelve a utilizarlas, ni para cerrar la nota, da la impresión de que ella escribió todo, salvo lo entrecomillado en el cuarto”.
“¡Qué vergonzoso! Loaeza ha sido antes acusada de reproducir sin dar créditos y ella simplemente ha respondido que se le olvidó hacerlo”.
Sobre otros plagiarios: Rodrigo Núñez Arancibia y Juan Antonio Pascual Gay, académicos de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y El Colegio de San Luis, respectivamente, escribió otra Loaeza, Soledad:
“Los plagiarios se llevan páginas y palabras, pero lo más grave es que sobre todo hurtan el único capital que puede aspirar a tener un investigador: ideas –cuya propiedad es intangible y pasajera–, creatividad, originalidad, imaginación, aparte de las horas de trabajo en un archivo, frente a la hoja en blanco o a la díscola ficha a la que exprimimos en busca de la información que sabemos que está ahí pero que no se deja ver a la primera lectura […].
“El plagio es un delito moral, civil y hasta comercial. Los plagiarios en la academia son delincuentes que se aprovechan del código de honor que gobierna nuestra profesión, uno de cuyos principios es la buena fe con que se recibe un trabajo que se piensa que ha sido elaborado también de buena fe por quien lo firma”. (La Jornada. 16/07/ 2015)
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Decíamos que, nunca como ahora existieron las ventajas para copiar el trabajo de otros; asimismo, esas herramientas ayudan a descubrir a los plagiarios. Incluso ya se clasifican, según el periodista norteamericano Craig Silverman, existen cuatro tipos de periodistas plagiadores:
“El Principiante: estudiantes de periodismo que adoptan el plagio como parte de su rutina de trabajo. Es posible que estos plagiadores principiantes genuinamente no entendían cómo citar y el problema ético que implica. Esto no es una excusa, pero vale la pena tenerlo en cuenta”.
“El Entusiasta: jóvenes y ambiciosos reporteros que usan el plagio para cumplir con una fuerte carga de trabajo o un tema complicado”. Silverman se pregunta. “¿Es el plagio causado por las demandas del rápido periodismo de internet? ¿A una falta de la educación apropiada sobre las fuentes y cómo citar? ¿O hay algunos destinados a cometer estas faltas, a pesar de la carrera profesional que eligieron?”
“Los que tienen la mente en blanco: columnistas de opinión que carecen de ideas originales o que acuden al plagio cuando se quedan sin material. Ellos toman ideas y párrafos de cualquier lado y los hacen pasar como si fueran propios. Oh, la ironía de que a alguien le paguen por el valor y la originalidad de sus opiniones mientras que roba las palabras e ideas de otros”.
“El Dinosaurio: son los periodistas de la escuela clásica que trabajan para medios impresos y parecen no entender internet y cómo ha ayudado a descubrir palabras robadas. Suelen trabajar en pequeños periódicos comunitarios sin una fuerte presencia en internet. Sus plagios son tan frecuentes como descarados. Y probablemente lo han venido haciendo por años. Todo plagiador en serie, sin importar su tipo, es un problema serio. Pero no todos tienen el mismo futuro en el periodismo. Los de Mente en Blanco´´ son una minoría de los periodistas que se enfocan en periodismo de opinión. Los dinosaurios se extinguirán”, augura Silverman y agrega:
“En particular me preocupan los Principiantes y los Entusiastas. Estos jóvenes plagiadores representan el futuro.
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En México un periodista puede decir lo que quiera, puede mentir o no ser riguroso; si se le descubre no pasa nada. Los periodistas que replican información falsa, cuando se descubre ésta, no tienen el valor de decir: “Lo que publiqué era falso; disculpas”; igualmente con los plagiarios, los denuncian y siguen campantes.
En otras partes del mundo los malos periodistas son despedidos, en algunos casos, también los editores o directores se van a la calle, en otros, han sido encarcelados. Existen lagunas en la cuestión de derechos de autor en México, principalmente en lo que incumbe a los derechos de los periodistas; no obstante, acá y en todo el mundo, el plagio es un problema ético.
Existen los manuales de estilo o códigos de ética que rechazan sin distinción la práctica de la apropiación de un material de otro autor. Es en las redacciones donde se debería ser inflexible con sus periodistas para minimizar el plagio. Así lo señala Josu Mezo, editor de Malaprensa. com : “sin duda, parte de la causa del copia-pega es una cuestión de recursos, pero también hay fallos de formación y rutinas evitables […] Cuando hay un plagio la reacción de los medios suele ser tímida, en la tradición de que ‘rectificar es de nenazas’”.
Señala Javier Darío Restrepo que esa práctica viola el más importante compromiso del periodista, el que tiene con la verdad y es un engaño al lector:
“Es, además, una injusticia porque se toma por asalto el esfuerzo ajeno y se obtiene un lucro que se le debe al autor.
“Se puede agregar también la degradación del trabajo profesional que, lo mismo que la actividad científica, debe exhibir la característica de la transparencia. En efecto, la creación intelectual del periodista siempre centrado en los hechos que suceden, nunca es una verdad definitiva sino un proceso cuyo registro debe continuarse, de la misma manera que la investigación del científico, que es por su naturaleza provisoria, y deja claras huellas de su elaboración para que otros investigadores puedan dar los siguientes pasos. El plagiario borra sus huellas, deja indicaciones falsas que cierran el camino para quien quiera continuar el proceso de seguimiento de los hechos. Todas estas razones aparecen explícitas o implícitas en los artículos de los códigos éticos que condenan la práctica del plagio”.