La simple mención de Roman Polanski genera controversia. Para algunos se trata de un hombre con muy mala fortuna, considerando su infancia en un gueto judío durante la Segunda Guerra Mundial, la muerte de su madre en Auschwitz, o bien la muerte de su segunda esposa, la actriz Sharon Tate, a manos del clan dirigido por Charles Manson. Otros piensan que se trata de un ser siniestro, incluso satánico, a juzgar por la temática de sus películas, como El bebé de Rosemary o La novena puerta, sin dejar de lado la manera en que explora la miseria humana; por ejemplo, en El pianista, Barrio chino, Tess, Luna amarga o La muerte y la doncella. En Estados Unidos, donde desde 1977 enfrenta acusaciones de violación de una menor de edad, hay un amplio consenso sobre la perversión del cineasta y la necesidad de que se le ponga tras las rejas. Otros más alaban a Polanski, el artista, sin prestar demasiada atención a su azarosa vida personal.
La controversia dio un giro inesperado desde el pasado 26 de septiembre, cuando el cineasta de origen franco-polaco fue detenido por las autoridades suizas al arribar al aeropuerto de Klóten, a donde llegó para recibir un reconocimiento por su trayectoria en el Festival de Cine de Zúrich. Su detención obedece a una orden de arresto de las autoridades estadounidenses, quienes solicitaron, desde 1978 -cuando el cineasta huyó de Estados Unidos- el apoyo de la comunidad internacional para la detención de Polanski y su cooperación, a fin de que sea trasladado para responder ante las cortes de Los Ángeles por las acusaciones que se le imputan.
El caso Polanski provoca fascinación en los medios, dado que, a todas luces, se trata de un personaje con una gran influencia cultural y cinematográfica en el mundo. Sus largometrajes difícilmente pasan inadvertidos. Ello, aunado a su dramática infancia, el sádico asesinato de Sharon Tate y las ya citadas acusaciones por violación de una menor, convierten a Polanski en el hombre-noticia. Como se verá a lo largo de la presente reflexión, la fama tiene un precio, a veces, demasiado alto.
¿Quién es Roman Polanski?
Rajmund Roman Thierry Polanski nació el 18 de agosto de 1933 en París, Francia. Su familia, de ascendencia judía, se mudó en 1937 a Cracovia, Polonia, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Los padres de Roman no eran religiosos, sin embargo, padecieron la persecución y discriminación que los alemanes prodigaron a los judíos en general. Así, los Polanski fueron confinados a un gueto en Cracovia, al lado de otros miles de judíos. Su madre murió en el campo de concentración de Auschwitz. Su padre, Ryszard Polanski, fue enviado a otro campo de concentración, el de Mauthasen Gusen en Austria, aunque salió con vida de ese lugar. Roman, que en esos momentos tenía 10 años de edad, escapó del gueto en 1943 y sobrevivió gracias a la ayuda de diversas familias católicas, sólo debio comportarse como católico, aunque jamás fue bautizado.
Cuando terminó la guerra, Roman Polanski regresó a Cracovia y se reunió con su padre, con quien tuvo fuertes diferencias cuando éste se casó por segunda vez. Aparentemente, al joven Roman no le agradaba la nueva mujer de su padre y los desencuentros entre ambos continuaron hasta que Riszard Polanski murió en 1984.
En su juventud, Polanski estudió en la Escuela Nacional Cinematográfica de Lodz, en Polonia. También hizo incursiones en el terreno de la actuación bajo las órdenes de prestigiados cineastas como Andrzej Wajda. Para 1955 ya contaba con su primer cortometraje, Bicicleta, y desarrolló otros trabajos similares hasta 1959, fecha en que se graduó. En ese mismo año, Polanski se casó con la actriz polaca Barbara Lass -ella tenía 19 años-, aunque el matrimonio fue breve, dado que se divorciaron en 1962.
Mientras preparaba una singular película de vampiros (El baile de los vampiros. Perdón señora, pero sus dientes están en mi cuello), Roman Polanski conoció a la joven actriz estadounidense Sharon Tate, quien tendría el papel protagónico. Polanski dirigió y actuó en este filme. Su relación con Tate comenzó antes de que se iniciara el rodaje de la película, la cual se estrenó en 1967. Al año siguiente, el 20 de enero, Polanski y Tate contrajeron nupcias. En su biografía, Polanski refiere lo mucho que amaba a Tate, señala, también, que cuando la conoció, vivió los años más felices de su vida.1
Sharon Tate tenía 26 años y ocho y medio meses de embarazo, cuando su vida fue truncada brutalmente por Charles Manson y los miembros de su “familia”. En la madrugada del 9 de agosto de 1969, Manson, acompañado por varios de sus seguidores, ingresó a la casa ubicada en Cielo Drive, en Beverly Hills, rentada por Tate y Polanski. En la vivienda se encontraban, además de Tate, Wojciech Frikowski, amigo del cineasta; Jay Sebring, estilista y ex compañero sentimental de Tate; y Abigail Folger -hija del creador del emporio cafetalero Folgers-, compañera sentimental de Frikowski. Roman Polanski se encontraba en Londres, desarrollando el proyecto de una nueva película, El día del delfín, que posteriormente abandonó. Manson y su “familia” asesinaron a todos los ocupantes de la casa, incluida Tate. Los testimonios de los asesinos permitieron reconstruir los hechos. Tate pidió clemencia para su hijo, rogó que se le permitiera nacer. Susan Atkins y Terry Watson, miembros de la “familia”, afirman haber asesinado a Tate, quien fue apuñalada en 16 ocasiones. Atkins, con una toalla manchada con sangre de Tate, escribió en la puerta principal de la casa la palabra “cerdo”.
La muerte de Tate y sus amigos no fueron los únicos crímenes de Charles Manson, y sus siniestras acciones continuaron hasta que se le arrestó el 1 de diciembre de ese mismo año.2 Mientras eso ocurría, la policía investigaba los hechos y Polanski regresó a Los Ángeles para presentar su testimonio y encontrar a los culpables. El funeral de Sharon Tate y sus amigos fue el 13 de agosto. Tate fue sepultada con su hijo, Paul Richard Polanski, en brazos -los médicos forenses afirman que el bebé murió 15 minutos después de que ella expiró-. La revista Life hizo un amplio reportaje sobre los asesinatos, que incluyó fotografías del lugar del crimen. Roman Polanski fue entrevistado por Life y aceptó posar para imágenes tomadas exactamente en el lugar en que fue asesinada su esposa. La sangre de ella es visible en las fotos. Polanski fue ampliamente criticado por estas acciones, pero él afirmó estar tan devastado por lo sucedido, que esperaba que estas imágenes conmocionaran a los lectores lo suficiente, como para que ayudaran a proporcionar pistas en torno a los asesinos (las fotos de Polanski, en cuclillas, en la sala de la casa donde murió su esposa, y a la entrada, donde figura la palabra “cerdo”, están disponibles en el portal dedicado a Charles Manson, en http://www.charliemanson.com/polanski-1.htm). 3
De El bebé de Rosemary a la catástrofe
El asesinato de Sharon Tate llevó a Polanski a desarrollar una cierta paranoia y a sospechar de todos sus conocidos. No sería sino hasta el arresto de Charles Manson que Polanski empezaría a recuperarse de lo sucedido. Antes del asesinato de Tate, Polanski estrenó, en 1968, El bebé de Rosemary, cuyo protagónico él había propuesto que recayera en Sharon Tate. La productora, sin embargo, prefirió que la protagonista fuera Mia Farrow. La temática de la cinta, donde Rosemary concibe al hijo del mismísimo Satanás, combinada con los crímenes de Charles Manson, generaron una fuerte especulación en los medios respecto a Polanski, donde se le vinculaba con el satanismo, las ciencias ocultas, la brujería y otras prácticas demoniacas. Esta percepción se ratificó con la versión del cineasta de Macbeth, película realizada en 1971, donde además de apartarse de la obra de Shakespeare, presenta una violencia, para muchos innecesaria, pero explicable por la depresión que aquejaba a Polanski. Sin embargo, tres años más tarde presentó una de sus obras maestras, Chinatown, que le valió el reconocimiento universal, y múltiples premios en Estados Unidos y Europa. Para entonces, Polanski parecía recuperado, pero, en 1977, otro desafortunado acontecimiento lo llevaría a convertirse en prófugo de la justicia.
Como se sugería líneas arriba, Polanski fue acusado de tener relaciones sexuales con Samantha Geimer, de 13 años, sin el consentimiento de ésta -él tenía en ese momento 44 años-. El hecho ocurrió el 10 de marzo de 1977 en la casa de su amigo Jack Nicholson, ubicada en el barrio de Mulhollan, en Los Ángeles, donde Polanski tomaría fotos de la joven Geimer como parte de un contrato del cineasta con la revista Vogue.4 Un día antes, Geimer ya había posado para Polanski, pero éste insistió en una sesión adicional.
Con los testimonios de Polanski y Geimer, se hizo una reconstrucción de los hechos, aunque hay divergencias en lo que cada uno afirma que sucedió ese día. Tras la sesión fotográfica, ambos tomaron champagne. Geimer señala que Polanski colocó en la bebida un estimulante con efectos sedativos. En seguida, ambos aparecieron desnudos en el jacuzzi y a continuación tuvieron relaciones sexuales. En su biografía, Polanski insiste en que ella no rechazó lo que él hacía. La versión de Geimer es distinta y dice que tuvo miedo al verse sola con él, y no quiso hacer una escena porque no sabía cómo podía reaccionar el cineasta. Días después, Polanski fue arrestado, acusado de sodomía, violación, uso de drogas y perversión.
El abogado defensor de Geimer, a fin de proteger a la joven, negoció con el cineasta que se declarara culpable, por lo que los cargos quedaron reducidos a uno: haber tenido relaciones sexuales con una menor, delito que al menos en el estado de California equivale a violación.
¿La justicia es ciega o es mediática?
Como una figura pública de renombre, Roman Polanski está expuesto a un escrutinio, no siempre bien intencionado, de parte de los medios, sobre todo porque, como se explicará a continuación, los jueces y abogados que llevan el caso, pueden sentirse tentados a buscar el protagonismo con fines personales, poniendo en segundo lugar la impartición de justicia. No es la primera ocasión que una celebridad enfrenta acusaciones de pedofilia: Charles Chaplin tuvo una larga y conocida lista de romances con menores de edad como Mildred Harris (16 años), Lita Grey (16 años), y por supuesto con Oona O’Neil, la hija del dramaturgo Eugene O’Neil. Cuando contrajeron nupcias, Chaplin tenía 54 años y ella apenas 18. Polanski, igual que Chaplin, tenía -y seguramente tiene- preferencia por las mujeres jóvenes, amén de que en diversas entrevistas ha reconocido la infidelidad, inclusive a Sharon Tate, cuando ésta estaba embarazada.
Ante la querella interpuesta por Geimer, las cortes dispusieron que Polanski ingresara a una prisión por 90 días, período en el que se le realizaría una evaluación sicológica. Al final sólo pasó 42 días en la cárcel. Sus abogados tenían la expectativa de que con este antecedente la sentencia sería benévola, de manera que el cineasta no tuviera que volver a prisión. Hubo un acuerdo entre los abogados y el juez del Tribunal Superior de Los Ángeles, Laurence J. Rittenband, en ese sentido. Inclusive, a Polanski se le autorizó viajar a Europa, donde debería cumplir algunos compromisos cinematográficos. Sin embargo, en una actitud retadora, a Polanski se le vio beber y fumar, rodeado de jovencitas en la Oktoberfest de Munich.
Rittenband estaba furioso. A medida que se acercaba la audiencia en que se dictaría sentencia, todo parecía indicar que Polanski sería condenado a prisión y que el acuerdo previo que Rittenband tenía con los abogados del cineasta, ya no aplicaba. Por temor a ir a prisión durante un largo tiempo, el 1 de febrero de 1978 Polanski salió de Estados Unidos rumbo a Londres y, un día después, se trasladó a Francia, cuyas normas, en materia de extradición, son muy restrictivas. El hecho de que Polanski no permaneciera en Estados Unidos para presenciar su sentencia complica el caso, toda vez que si una persona que enfrenta cargos no se presenta ante la Corte, este hecho, en sí, constituye un delito. Para atizar el fuego, en 1979 tuvo un romance con la protagonista de su nueva película, Tess, la actriz germano-estadunidense Natassja Kinski, que en ese momento tenía 15 años de edad. Por si fuera poco, en diversas entrevistas, cuando se le preguntaba sobre lo sucedido con Samantha Geimer, Polanski solía decir “a todos les gustan las jovencitas… todos se acuestan con jovencitas…y todos seguirán haciéndolo”.5
Quizá en este punto es conveniente hacer una breve semblanza de Laurence J. Rittenband. En 1962 fue designado juez del Tribunal Superior del condado de Los Ángeles. Se trataba, por lo tanto, de un magistrado que siempre estuvo bajo los reflectores, acostumbrado a lidiar con querellas que involucraron a diversas celebridades. Por ejemplo, él estuvo a cargo del divorcio de Elvis Presley. Asimismo, lidió con la batalla legal desarrollada por Marlon Brando para obtener la custodia de su hijo. Igualmente presidió el juicio por paternidad contra Cary Grant. Así las cosas, el caso Polanski era su oportunidad para acaparar la atención en torno a un caso sumamente controvertido.
En 2008 se dio a conocer en el Festival de Cine de Sundance un documental titulado Roman Polanski: Wanted and Desired (Roman Polanski: buscado y deseado) dirigido por Marina Zenovich, quien se declara fan de Polanski, pero afirma que buscó ser objetiva en el tratamiento de la polémica que circunda al afamado director. El documental presenta una serie de entrevistas con personas que, por una u otra razón, estuvieron relacionadas con Polanski, incluidos actores, directores y otras figuras públicas. El documental desató una gran polémica a raíz de la entrevista con el abogado de distrito David Wells, quien, con lujo de detalles explica en el documental la manera en que asesoró y preparó al juez Rittenband en el caso Polanski.
Rittenband llegó a afirmar que no dejaría su cargo sino hasta poner a Polanski tras las rejas y eso explica que buscara la asesoría, no sólo de David Wells -quien, por cierto, se retractó de lo expresado en el documental-, sino de otras personas, como el periodista Richard Brenneman, quien recuerda que a él llegó el célebre juez para preguntarle “¿qué demonios hago con Polanski?”.
En el documental no aparece Polanski, porque cuando Zenovich lo buscó para interrogarlo, el cineasta declinó, por considerar que podría interpretarse como un truco publicitario de su parte. Pero a quien sí pudo entrevistar Zenovich fue a Samantha Geimer, quien ratifica la percepción de que el juez Rittenband no actuó conforme a la ley, sino a partir de su deseo personal de poner a Polanski tras las rejas y de aparecer ante los medios como una figura justa e implacable. Geimer dice en el documental: “Él (Rittenband) nunca se preocupó por mí y nunca se preocupó por lo que le pasaba a Polanski. Simplemente estaba preparando su pequeño show del que yo no quería formar parte”. Rittenband se retiró de las cortes en 1989, pero en su despedida afirmó que seguía con los ojos puestos en Polanski. Murió en 1993 a los 88 años de edad, dejando abierto el expediente del cineasta.
A raíz de la divulgación del documental, los abogados de Polanski interpusieron un recurso legal para pedir que el caso contra su cliente fuera desechado. El sucesor de Rittenband, el juez Peter Espinoza, respondió que no puede anular el caso aun cuando haya habido mala fe de su antecesor, en tanto Polanski no comparezca ante la Corte. El 18 de febrero del año en curso, Espinoza afirmó que Polanski tenía hasta el 7 de mayo para presentarse ante los tribunales en Los Ángeles, algo que no podía ocurrir debido a la orden de arresto que tiene el cineasta. Polanski, por su parte, luego de huir de Estados Unidos en 1978, afrimó en más de una ocasión, que nunca regresaría a Estados Unidos.
Polanski limitó sus viajes a países que no pudieran extraditarlo a la Unión Americana. La querella legal en su contra le significó la interrupción de su trabajo filmográfico por espacio de seis años hasta que en 1986 reanudó su producción cinematográfica con Piratas,
seguida, en 1988, de la alabada Búsqueda frenética que tuvo en los roles estelares a Harrison Ford y Emmanuelle Seigner, con quien contrajo nupcias en 1989. En este y otros casos, ante la imposibilidad de filmar en Hollywood, fue éste quien buscó a Polanski.
En los 90, Polanski dirigió tres películas: Luna amarga (1992), La muerte y la doncella (1994), y La novena puerta (1999). En el nuevo siglo, se consagró con El pianista (2002), por la que obtuvo tres premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, incluido el de mejor director -galardón que recibió a su nombre Harrison Ford-, la Palma de Oro en Cannes, más los premios BAFTA, César y Goya como mejor película europea. Las alabanzas recibidas por propios y extraños, parecían augurar el olvido de la querella jurídica, y exaltar, en cambio, al artista, al superdotado genio cinematográfico que es Polanski.
El arresto de Polanski
La detención de Polanski en Suiza fue posible gracias al tratado de extradición de 1990 existente entre Estados Unidos y la Confederación Helvética. Como ya se indicó, desde 1978 las autoridades estadounidenses dispusieron una orden de arresto contra el cineasta, además de que en 2002 se pidió la ayuda internacional para detener a “un fugitivo.” La Interpol, en su página Web, suele colocar los nombres de los fugitivos para solicitar la cooperación de las naciones del mundo a fin de facilitar su captura, pero en el caso Polanski, no se colocó en la página en línea de esta organización la alerta correspondiente, en una acción sospechosa.
Cabe destacar que si bien Polanski tiene una casa en Suiza y que anteriormente había entrado y salido del país sin problemas, en esta ocasión las autoridades estadounidenses supieron con antelación de su participación en el Festival de Cine de Zúrich, y actuaron con sigilo, preparando el papeleo correspondiente. Los abogados de Polanski interpusieron diversos recursos legales para evitar la extradición de su cliente a Estados Unidos, donde enfrentaría un juicio que lo llevaría a prisión, por lo menos, por dos años. Desde el momento de su arresto en Suiza, las autoridades estadounidenses tienen 40 días para cumplir con las formalidades jurídicas necesarias a fin de que Polanski sea extraditado y llevado a juicio en la Unión Americana.
El arresto de Polanski en Suiza generó una enorme controversia entre quienes consideran que debe ser exonerado, y los que postulan que la acusación que sobre él pesa, merece un castigo ejemplar. Los gobiernos de Francia y Polonia rápidamente reprobaron su arresto, aunque, a últimas fechas bajaron el tono de sus reclamos. Unos 100 actores y directores de cine, entre ellos Pedro Almodóvar, Martín Scorsese, Woody Allen y Costa Gavras firmaron una petición enviada a la secretaria de Estado de la Unión Americana, Hillary Clinton, para que interceda a favor del acusado. Otro grupo de celebridades que incluye a Luc Beson -amigo personal de Polanski-, figuras políticas y personas en general reprueban los actos de presunta pedofilia del indiciado, y piden que se haga justicia. En Francia, en particular, el ultra conservador Jean Marie Le Pen y su hija Marine, criticaron al Presidente Sarkozy por apoyar a un “criminal pedófilo en el nombre de los derechos de la clase político-artística”.6
Y a todo esto, ¿qué dicen las víctimas?
¿Qué piensa Polanski de todo lo ocurrido? En su celda en Suiza o en su casa si le conceden el arresto domiciliario, seguramente tiene mucho tiempo para la reflexión sobre los dramáticos sucesos de su vida, aunque no parece la clase de persona acostumbrada a pedir perdón aun cuando reconozca haberse equivocado.
En 1993, Polanski llegó a un arreglo económico con Samantha Geimer fuera de los tribunales. En 1995, en una entrevista otorgada a Jonathan Romney, periodista de The Independent, Roman Polanski afirmó: “cuando medito sobre ciertos acontecimientos del pasado, pienso, Dios, no debí de haber hecho esto o aquello, y luego digo -que no estaría donde me encuentro hoy. Esa es la ironía. Cuando viras muy pronto o muy tarde en la esquina, tu futuro cambia completamente. Estoy donde estoy, y estoy contento, porque me gusta la vida que tengo ahora”.
¿Y la víctima original? La primera vez que Samantha Geimer apareció en público para perdonar a Polanski fue en 1997 en un programa de televisión. Seis años más tarde, en una entrevista de Los Angeles Times, Geimer declaró que se le debería permitir a Polanski regresar a Estados Unidos, porque mientras estuviera fugitivo, ella recordaría este traumático episodio de su vida debido a que los medios no la van a dejar en paz.7
Geimer vive en Hawai y tiene 46 años y tres hijas. En una entrevista en 2008 declaró lúcidamente lo siguiente: “Pienso que él lo lamenta, sé que él sabe que fue un error. No considero que él sea un peligro para la sociedad. No creo que deban encerrarlo para siempre y nadie -aparte de mí- ha llegado con un caso similar ni lo ha acusado de nada desde entonces. Todo esto ocurrió hace 30 años. Es un recuerdo terrible… (pero) puedo vivir con él”.8 Por lo tanto, si Polanski tiene el perdón de Samantha Geimer, las cortes deberán proceder en consecuencia.
Pero entonces, si la principal víctima de este episodio ya perdonó desde hace tiempo a Polanski, ¿qué quieren los estadounidenses? ¿Por qué se resisten a desechar los cargos, cuando hay una gran cantidad de criminales de alta peligrosidad que andan sueltos y a quienes deberían encarcelar y procesar, en lugar de gastar miles de dólares de los contribuyentes en un caso que ha tenido un tratamiento tan irregular desde el punto de vista legal?
La sociedad estadounidense tiene una doble moral y el caso Polanski no es la excepción. Roman Polanski ha vivido a plenitud, superando los traumáticos episodios, ya descritos, de su infancia y adultez. Además, en lo profesional, es una persona exitosa, admirada y reverenciada por propios y extraños.
Todo parece indicar que Polanski será extraditado en breve a Estados Unidos. Una vez ahí, deberá defenderse, echando mano de los recursos de que dispone, que no son pocos, incluido el testimonio de Samantha Geimer y, por supuesto, la reprochable conducta del juez Laurence J. Rittenband. Pero lo que más desean escuchar de Polanski los estadounidenses, es una disculpa y un arrepentimiento públicos, aun cuando ello implique revivir situaciones dolorosas para todos los involucrados. Es grotesco, sí, pero es una regla no escrita. Cuando Hugh Grant fue encontrado en su automóvil con una prostituta que le aplicaba sexo oral, la condena fue universal, y seguramente Grant nunca más hubiera trabajado en Hollywood si no se hubiese disculpado públicamente, y así lo hizo. Cuando el entonces Presidente de Estados Unidos, William Clinton, aceptó ante los tribunales haber tenido “relaciones impropias” con Mónica Lewinski, la amenaza del impeachment lo obligó a ofrecer una disculpa pública y a mostrar arrepentimiento por lo sucedido. En esos, como en otros casos, se trata de una verdadera cultura de la doble moral.
En suma: el caso Polanski está resuelto. El cineasta asumió lo sucedido y se le inició un juicio por ello. Se pactaron, entre las autoridades estadounidenses y los abogados del cineasta, los términos en que purgaría su condena. Polanski, cumplió con las condiciones impuestas. Mostró disposición, al ir y venir de Europa, para continuar con el proceso jurídico. Sin embargo, las condiciones cambiaron, no por él, sino por el poderoso juez Rittenband, quien, acostumbrado a los reflectores y al protagonismo con fines mediáticos, cambió el acuerdo preexistente con los abogados para llevarlo a prisión en una actitud poco ética. Después de todo, se trataba de dar un castigo ejemplar al gran Roman Polanksi, nada más y nada menos. Hay que decir que esa no fue la primera ocasión en que Rittenband actuó arbitrariamente, amén de su escandalosa vida personal, que incluye -o incluyó- numerosas relaciones con jovencitas. ¿Será que Rittenband se vio en el espejo en el caso Polanski? Y si no le gustó lo que vio en ese espejo, ¿con qué autoridad moral se erigió en el verdugo del afamado cineasta?
En defensa de Roman Polanski, además de lo expuesto, se puede argumentar que nunca dejó desprotegida a Samantha Geimer, y que llegó a un acuerdo fuera de los tribunales con ella. Por si fuera poco, desde hace tiempo Geimer perdonó a Polanksi y ha pedido en varias ocasiones que se desista, por parte de las autoridades, del juicio contra el afamado cineasta. Ante esto, el de Polanski es un caso cerrado.
Notas
1 Roman Polanski (1983), Roman, New York, Harper Entertainment, p. 176.
2 Manson sigue en prisión. Ahora tiene 75 años y aunque enfrentaba la pena de muerte, al cambiar la legislación en California, donde tuvo lugar su juicio, se le conmutó por cadena perpetua. Aun cuando ha solicitado libertad condicional, ésta le ha sido negada, de manera más reciente, en 2007. La próxima ocasión en que podrá solicitar libertad condicional será en 2012. Charles Manson está recluido en la prisión estatal de Corcoran, en el condado de Kings, California.
3 Por cierto, el dueño de la casa demandó a la revista Life y a Roman Polanski por haber hecho un reportaje que haría muy difícil que la casa se pudiera rentar o vender a otros inquilinos. En 1994, los propietarios demolieron la casa y erigieron una villa, asimismo cambiaron el número precedente de la propiedad.
4 Nicholson se encontraba en Colorado, esquiando, y Angélica Huston, su pareja en ese tiempo, no estaba en la casa.
5 Algunas de estas entrevistas fueron recogidas en el libro de Paul Cronin (2005), Roman Polanski Interviews, Mississippi, University Press of Mississippi.
6 Doreen Carvajal y Michael Cieply (September 29, 2009), “France Divided Over Polanski Case”, en The New York Times, disponible en http://www.nytimes.com/2009/09/30/movies/30polanski.html?pagewanted=1&_r=2
7 Jonathan Romney (5 October 2008), “Roman Polanski: The truth about his notorious sex crime”, en The Independent.
8 People (June 6, 2008), “Polanski victim wants him to be forgiven”, disponible en http://www.thefirstpost.co.uk/people,1036,polanski-victim-pleads-forgiveness,30539