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martes 03 diciembre 2024

Claudia Sheinbaum y la personalidad autoritaria

por Gibrán Ramírez Reyes
Cuartoscuro

Gibrán Ramírez Reyes1

Después de la Segunda Guerra Mundial, en Estados Unidos Theodor W. Adorno emprendió, con Nevitt Sanford, un estudio empírico acerca de los rasgos que hacen proclives a los individuos a generar condiciones para la emergencia de regímenes autoritarios, con el objetivo pragmático de prevenir fenómenos políticos totalitarios. Buscaba entender —como en su momento hiciera Ortega previendo las amenazas a la civilización— cómo podía evitarse la creación de condiciones sociales que favorecieran la degradación colectiva para, a su vez, promover virtudes ciudadanas y una educación distinta.

Adorno y sus coautores encontraron entre las características de lo que llamaron la personalidad autoritaria el convencionalismo —es decir, la adhesión a las normas y convenciones sociales de su grupo—, la sumisión y agresión autoritarias —obedecen sin cuestionar a sus superiores, pero son agresivos con sus subordinados y con quienes se alejan del convencionalismo—, el pensamiento rígido —maniqueo, falto de matices, unidireccional y reacio al cambio—, el grupismo, etnocentrismo o sectarismo, la proyección de deseos inconscientes en los demás —sobre todo por resentimiento— y la obediencia irreflexiva.

Desde luego, el trabajo no estuvo exento de críticas, pero sigue siendo un texto de referencia que sirve de contrapunto a los estudios de cultura política, a la ciencia política institucional y al determinismo económico. Es entendible: la política la hacemos personas y, entonces, los rasgos caracterológicos son tan importantes como las estructuras sociales. En este texto ofrezco breves viñetas que sugieren que Claudia Sheinbaum, candidata de Morena a la Presidencia de la República, cumple con los atributos mencionados.

Convencionalismo

El filme Claudia: el documental muestra una personalidad apegada a las convenciones que le corresponden a Sheinbaum por ser hija, a la vez, de un empresario políticamente activo y de una investigadora de la elite académica de la Ciudad de México y, en particular, de la UNAM. Allí vemos a una pequeña Claudia entonando canciones de folclor latinoamericano en el grupo Pilcuicatl; cantan a Martín Güemes, militar independentista argentino, y a Camilo Torres, el conocido cura colombiano de izquierda. Era la misma época en que estudió su educación básica en una de las escuelas privadas típicas de la intelectualidad de izquierda de la Ciudad de México; después fue al CCH-Sur y a la Facultad de Ciencias de la UNAM, y se emparejó con Carlos Ímaz Gispert —también hijo de un importante y reconocido matemático y de una etnobióloga—, tras lo cual ambos irían a completar sus estudios a California y regresarían sólo para tomar las plazas universitarias que les aguardaban en la UNAM como espera el destino.

En la vida de Sheinbaum se ha hecho todo tal cual correspondía, todo como dispone el sistema universitario de jerarquías y herencias informales: bien nacida, estudiada en los colegios correctos, socializada desde chica en los tópicos culturales y emocionales de la izquierda intelectual, bien casada, con estudios de posgrado en el extranjero y con plaza universitaria. Si faltara algo, también buena madre, según el mismo promocional-documental.

Sumisión y agresión autoritarias

Aunque el gobierno encabezado por Sheinbaum es el primero en conducirse bajo la normatividad de la Constitución Política de la Ciudad de México de 2017 —una que permite a la capital mayor autonomía respecto del gobierno federal—, ella eligió conducirse como regenta más que como gobernadora de una entidad cuasi soberana. Agraviosamente, su gobierno renunció al régimen de capitalidad establecido por el artículo 68 de la Constitución capitalina, que incluía un fondo que en 2018 significó un ingreso de 2 mil 500 millones de pesos —uno ya recortado por la sumisión de Miguel Ángel Mancera a Enrique Peña Nieto. Fueron 2 mil 500 millones de pesos de obediente tributo vasallo, como si no hicieran falta para el mantenimiento del Metro, que vive el peor momento de su historia (con menos pasajeros, más accidentes, menos velocidad y más muertos que nunca).2

También Sheinbaum tuvo que ser sumisa en la política de salud para enfrentar la Covid-19. En corto chocó con Hugo López-Gatell por el uso del cubrebocas, las cifras de ingresos hospitalarios, las medidas que había que tomar para la contingencia, los tiempos de apertura de negocios e, incluso y más públicamente, por las vacaciones del subsecretario en Huatulco. Sin embargo, el presidente Andrés Manuel López Obrador siempre respaldó a López-Gatell y Claudia tuvo que plegarse y hasta defendió puntos de vista contrarios a los suyos iniciales.

En la segunda mitad de su mandato optó por pintar de guinda su gobierno, obedecer y alardear de obediencia e incluso por hablar como abuelita tabasqueña. Dado lo visto, Sheinbaum es no sólo capaz de renunciar a sus facultades y atribuciones constitucionales, sino también a su pensamiento, y permite que mandatos extralegales o informales de superiores jerárquicos, a quienes quiere agradar, le dicten qué debe hacer. Para ella, el pueblo no es el soberano, sino el jefe.

La sumisión autoritaria tiene como reverso la agresión autoritaria, la que cobra a terceros todas las que el jefe hizo, pero corregidas y aumentadas: Claudia es apasionadamente agresiva con quienes siente inferiores. Si el presidente le impone equipo y políticas, ella impone a Clara Brugada el equipo de campaña —incluyendo a sus cuadros más cercanos y hasta nombramientos tan forzados como el de Edy Smol. Si no le gustan las preguntas de un periodista, Claudia reconviene al reportero con un “está muy violenta la entrevista” y le indica cómo debería trabajar: como ella está acostumbrada. Si se señala responsabilidad de su gobierno en la violencia contra las mujeres y se protesta con diamantina, Claudia responde con represiones de mucho mayor bulto, como aquellas contra las manifestaciones de mujeres de 2019, de 2020 y de 2021 —que intentaron repararse con la escenificación de una entrega de flores para simbolizar armonía entre policías y manifestantes organizadas por el obradorismo—, en las que las autoridades cargaron con igual fuerza contra agrupaciones subversivas violentas y manifestantes pacíficas.

Quizá el más ominoso entre los ejemplos sea el del papel de perro de presa que el gobierno de la ciudad desempeñó para evitar que las empresas corresponsables de la tragedia del Metro enfrentaran responsabilidad jurídica. Pocas situaciones hay más agresivas que impedir a las víctimas que exijan justicia por sus muertos. Sheinbaum lo hizo y las centaveó con reparaciones del daño por 650 mil pesos, a cambio de que se comprometieran a no buscar justicia ante los tribunales. El gobierno dizque de izquierda presionó a las víctimas para que no se molestara al señor Slim y, cuando esto se hizo del dominio público, no generó mayor impacto que la salida de su cargo del entonces comisionado de atención a víctimas.3 Y no se trató de un método excepcional, sino de uno que ya había utilizado en el caso del Colegio Rébsamen, donde terminó corrompiendo al abogado de las víctimas por medio de la cooptación política.

Rigidez y sectarismo

Una política requiere de flexibilidad, de asumir las derrotas y las victorias, de escuchar y conceder; Claudia, en cambio, tiene un pensamiento y una voluntad rígidos. Puede empeñar su capital político en batallas sin sentido que no dejan otro resultado que testimonios de su incapacidad para hacer algo que no sea lo que le dé la gana. He aquí la importante historia de los habitantes de dos glorietas.

Empiezo con la famosa palma de la glorieta del Paseo de la Reforma, que, a causa de un hongo que ha infectado docenas de esas plantas en la capital y por un diagnóstico tardío, fue condenada a muerte y murió sin remedio en abril de 2022. Después hubo una consulta por internet para determinar qué ejemplar habría de reemplazarla; el ahuehuete ganó la votación con 77 mil votos frente a una palma canaria que consiguió sólo 71 mil.

Por una serie de descuidos en el traslado y en el estudio del suelo en que sería plantado, el árbol mostró notables desmejoras en muy poco tiempo y, según expertos, murió en noviembre de 2022.4 Ante ello el gobierno negó una y otra vez que esto fuera cierto, respondió que se trataba del proceso de adaptación y prometió que la planta mejoraría. No fue así porque nadie vuelve de la muerte, pero igual lo mantuvieron en dicho sitio pues no importa hasta dónde vaya el error: hay que simular hasta el final. La consigna es mantenerse en la misma decisión, sin importar lo que digan los expertos o lo que manden las circunstancias. En la concepción claudista de la política, cualquier derrota es inaceptable y cualquier matiz despreciable. Por la puerta de atrás, de madrugada, las autoridades capitalinas tuvieron que retirar el ahuehuete en desgracia en marzo de este año y colocar otro que, dijeron, era su hermano.

También por la puerta de atrás, como para no dar explicaciones, el gobierno capitalino retiró la estatua de Cristóbal Colón de la glorieta con el mismo nombre “para restaurarla”. Lo hizo el 10 de octubre de 2020, justo antes de que se llevaran a cabo manifestaciones que amenazaban con tirarla. Y se restauró, pero no fue devuelta a su lugar. Era una oportunidad para debatir las razones de quienes opinaban que debía quitarse, para deliberar con estudiosos y activistas qué figura debería ponerse en su lugar y por qué —o si no habría que poner ninguna—, e incluso para repensar, dialogar de forma seria y reinterpretar fuera de los lugares comunes del indigenismo paternalista el proceso usualmente llamado de conquista y colonización.

La idea de Sheinbaum era otra: se le metió en la cabeza colocar la figura de una “mujer indígena”, la que fuera, como para ir con la corriente del anticolonialismo más acrítico. Primero intentó que el lugar de Colón lo ocupara Tlalli, una escultura de Pedro Reyes, y después optó por la réplica de una figura huasteca encontrada en Veracruz, al mismo tiempo que desestimó la posibilidad de que colectivas feministas intervinieran el espacio para nombrarle “glorieta de las mujeres que luchan” y colocar en su centro una figura de una mujer —aparentemente una niña— que protesta con el puño en alto. No se aclaró la dimensión histórica de la joven de Amajac, qué significaba ni por qué era importante que estuviera ahí en lugar de Colón o de cualquier otra mujer indígena. ¿Esta debe existir y ser homenajeada sólo en abstracto, de acuerdo con un pasado mítico que veneran los criollos apoderados de hoy día?, ¿no una mujer indígena con nombre propio, relevante en el presente o el pasado, con una labor notable que debiera ser mostrada, reivindicada o discutida en el espacio público? Todo indica que, más allá de los convencionalismos de la corrección política, no era un tema que ameritase discusión. Fue relevante, en cambio, descalificar a las activistas y familiares de víctimas que pidieron que la glorieta se dedicara a su lucha: Sheinbaum les llamó “racistas” y “clasistas” por no aceptar su decisión.5

Finalmente, seré breve respecto del grupismo de Claudia, su clarísimo sectarismo. Entre sus cercanos premia la lealtad ciega, aun a pesar del fracaso. Así lo hizo en 2021, cuando, debido a su mal gobierno y la incapacidad de sus cuadros electorales, provocó la derrota de Morena en la ciudad que gobernó mal. Incapaz de asumir responsabilidad, prefirió culpar a Ricardo Monreal por la derrota, manteniendo cerca —y prestos a gobernar— a los operadores que fracasaron en su encomienda.

Sin embargo, el peor ejemplo —o mejor, según el punto de vista— es el caso de Florencia Serranía, a quien reclutó personalmente para el gobierno de López Obrador en el entonces Distrito Federal. En ese tiempo Serranía era sólo una compañera suya del Instituto de Ingeniería que se había caracterizado por su falta de gusto por la ingeniería, los cambios de línea de investigación y algunos fracasos laborales relatados por ella misma en la Gaceta del Instituto de Ingeniería.

Una anécdota ilustrativa fue que en la paraestatal Pesca Industrial Corporativa colocó un sistema de refrigeración al revés, de modo que, en lugar de enfriar las cámaras para resguardo del producto, las calentaba. Igual que en el caso del colapso del Metro, no enfrentó consecuencias pese a que ella pensó que terminaría en la cárcel. Con Claudia, gracias a su lealtad ciega a ella y a López Obrador, salió de su cubículo y se transformó, primero, en directora del Sistema de Transporte Colectivo Metro y, después, en una próspera y millonaria empresaria que recibió contratos de gobiernos y una impunidad de largo alcance.

Serranía fue criticada por su gestión en el Metro y por la falta de mantenimiento del sistema. Cargando toda esa ignominia, después de las muertes ocasionadas por la negligencia del gobierno, la de Claudia, la de Andrés Manuel y la suya, contestó a los cuestionamientos: “Yo sólo soy la directora del Metro”.6 Cuando salió de ese organismo, el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnología le dio un cargo honorífico.

Convencionalismo, sumisión y agresión autoritarias, pensamiento rígido y sectarismo: Claudia Sheinbaum simplemente lo tiene todo.


1 Doctor en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM.

2 Melissa Cassab y Nicolás Medina Mora, “La lenta muerte del Metro”, Nexos, noviembre de 2023, https://bitly.ws/35MAv

3 Sara Pantoja, “Confirman salida de Armando Ocampo de la Ceavi en medio de denuncias por caso de la L12”, Proceso, 1 de marzo de 2022, https://bitly.ws/35MB9 El gobierno, para no aceptar responsabilidades, publicitó que fue porque el comisionado fue invitado a un cargo federal,

4 Karina Suárez, “Saúl Alcántara: ‘El ahuehuete del Paseo de Reforma está muerto, jamás va a revivir’”, El País, 20 de noviembre de 2022, https://bitly.ws/35MBE

5 Beatriz Guillén, “Sheinbaum llama ‘racistas y clasistas’ a las mujeres que no acepten la escultura de ‘La joven de Amajac’ en Reforma”, El País, 6 de marzo de 2023, https://bitly.ws/35MC4

6 Elías Camhaji, “Sheinbaum deja caer a la jefa del metro de Ciudad de México casi dos meses después del colapso de la Línea 12”, El País, 28 de junio de 2021, https://bitly.ws/35MCc


Este artículo forma parte de la edición impresa 222 de etcétera, si deseas adquirir la revista a continuación los datos.

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