No salgas fuera de ti, vuelve a ti,
en el interior del hombre habita la verdad. San Agustín
Bien decía Jaime Torres Bodet, cuando comentaba que “no conseguiría vivir en paz con sus semejantes, quien no fuera digno de vivir en paz con su propio yo”.
Lamentablemente, la esclavitud de los instintos a la que está sujeto el hombre no siempre es causa de remordimientos. ¿Acaso no sería perfecto que todo mundo tuviese ese valor espontáneo e intrínseco del deber, entendido éste como poder sacrificar un poco de nuestro goce en favor de la construcción de un nuevo mundo, con nuevas reglas éticas?
Por eso en términos de convivir en sociedad es necesario que existan órganos reguladores capaces de aplicar sanciones a quien interfiera con los derechos de los demás.
Ciertamente, uno de los mecanismos más simples e inmediatos para controlar la conducta de la gente es lo que se podría llamar conciencia pública. En la medida en que sea de dominio general lo que hacen los servidores públicos, en esa proporción la corrupción disminuye.
Las palabras transparencia y acceso a la información son parte de este esfuerzo encauzado a vivir la verdad, la ley y la integridad.
En el libro Claroscuros de la transparencia en el D.F. Horizontes en el escrutinio de la gestión pública, coordinado por el comisionado del Instituto de Acceso a la Información Pública del Distrito Federal, Salvador Guerrero Chiprés, se señala que el principal reto es lograr que el acceso a la información sea un hábito social, de tal forma que se vaya construyendo un espíritu de confianza, cooperación y credibilidad en las instituciones del gobierno.
Por supuesto que en el proceso existen, como los autores de este libro acotan, claroscuros, ejemplo de esto podrían ser los diversos problemas para traducir la información en conocimiento útil para el ciudadano, y que este nuevo código de ética, inscrito en los principios comunes de la moral democrática a saber: libertad, igualdad, justicia, pluralismo, respeto, tolerancia y bienestar, verdaderamente rijan la actuación de los mexicanos.
Otro de los ángulos problemáticos, como señala Francisco Acuña, es el derecho a la privacidad en el que entran en conflicto la protección de la intimidad, la libertad de expresión y la función pública del periodismo.
Desafortunadamente, hoy existe la sensación de que nuestras vidas están sujetas a toda clase de controles y vigilancia tal como ocurría en la Francia de Luis XIII, y que cualquiera puede hacerse de nuestros datos. Como se señala en el texto, hace falta incorporar un sistema de protección integral que haga menos vulnerables a los ciudadanos.
Los diversos autores vinculados con el tema por su trayectoria académica, responsabilidades institucionales y legislativas, coinciden en que la capital del país va a la vanguardia en el tema del derecho a la información y que la meta es propiciar que las nuevas generaciones naturalicen y vivan el valor democrático de la transparencia. Después de todo será la presión social de la familia, la escuela y los medios de comunicación las que refrenden los valores de una cultura más íntegra.
Para acercarse a los trabajos que el InfoDF realiza puede ir a su portal de Internet: www.InfoDF.org.mx o llamar al 56 36 21 36. Para conocer la información pública de cualquier autoridad del Distrito Federal, el sitio es www.accesodf.org.mx
Salvador Guerrero Chiprés (coord.), Claroscuros de la transparencia, Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal/InfoDF, 2006.