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jueves 19 septiembre 2024

Haciendo galletas

por Fedro Carlos Guillén

El ser humano está acostumbrado a lo predecible, es por lo menos mi caso. Sé que si llega el mes de julio tendría que ser imbécil para no andar con paraguas, también que al entrar a la colonia Doctores es momento oportuno de rezar una Magnífica o que si veo una película de Polo Ortín, vomitaré la comida. Perfecto, este tipo de certidumbres hacen mi vida llevadera y posible, sin sobresaltos mayores. Hasta ahí todo iba bien pero este destino manifiesto se fue directo al carajo dada mi mala costumbre de ver programas de televisión que considero de lesa humanidad. Se trataba de Hoy, una imbecilidad que se trasmite por canal 2 a las nueve de la mañana y en la que ocurren cosas inverosímiles como un señor que se encuera para hacer yoga, un chaparro que se viste de chaparra, y una señora que se llama Mizada cuya capacidad de predecir el futuro se vende en cadena nacional para gente que esencialmente considero pendeja. El programa es conducido por intelectuales de la talla de una señora que se llama Andrea Legarreta y Ernesto Laguardia y simplemente me parece infame. ¿Por qué lo veo? Supongo que por imbécil. En fin, no divaguemos. El hecho es, que volviendo a lo predecible, yo lo que espero al sintonizar el programa de marras no son sorpresas y, sin embargo, me llevé una mayúscula el otro día cuando me encontré al mismísimo Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno de esta ciudad, que es la mía, haciendo galletas con sus propias manos y, también, en cadena nacional.

Por supuesto, sospeché que estaba bebido (yo, no Ebrard), pero pronto confirmé que efectivamente se trataba de quien se trataba y entonces me entraron confusiones varias: ¿qué misterioso camino cerebral siguieron las ideas del responsable de comunicación social para lograr tal idea? Misterio indescifrable. Empecé a comprender el alcance de todo cuando analicé un artículo en el que se explicaba que, dado que la ley les impide a nuestros gobernantes la promoción personal, han encontrado formas, digamos imaginativas, de esquivar este veto. Porque hay que reconocer que se necesita imaginación y una buena dosis de cara dura para pagarle dinero a una televisora con el fin de que lo entrevisten a uno, señaladamente cuando el dinero del pago proviene de sus y mis impuestos, querido lector.

Veamos, el asunto por donde se le quiera mirar es profundamente cuestionable y procedo a enumerar las razones de ello. En primer lugar, si lo que se pretende es que el mensaje de gobierno llegue al grupo de analfabetas funcionales (los que miran el programa), valdría más la pena, enseñarlos a leer y escribir, orientar sus preferencias o tratar de explicarles que los horóscopos son una farsa, en lugar de validar tales propuestas de programación con la presencia propia. En segundo lugar, a mí me parece que las personas que nos gobiernan deben guardar lo que los clásicos llaman “el estilo” y eso se pierde de mala manera si uno se pone a hacer galletas, y no es repostero, ante millones de mexicanos que seguramente se preguntarán: “¿Qué hace ahí ese señor?”. Exactamente la misma sensación tengo cuando veo a Peña Nieto en un programa de chismes confesando su amor por una señora (que es algo que me importa tanto como el precio de la papaya maradol). Sin embargo, lo que yo opine da igual, después de todo soy un pelagatos marginal, mientras que nuestros gobernantes han entendido perfectamente que las elecciones son un proceso mediático en el que el número de impactos diarios garantiza una mayor votación. Es por ello que sabemos que Ulises Ruiz hace muchas carreteras, que Fidel Herrera es un prócer y que un señor que s e apellida Vinalay nos hace favor de presentarnos su foto en cada poste para que lo apreciemos más.

Por todo lo anterior, ya sólo veo películas: no vaya a ser que en fechas próximas se me ocurra ver el gustado programa En familia con Chabelo y se me aparezca a traición el góber precioso instando a catafixiar un par de finas botellas de coñac, lo que dicho sea de paso ya no me sorprendería, porque de que los hay, los hay.

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