Después de 19 años regresa Indiana Jones a la pantalla grande. Era entonces 1989 en el mundo concreto y 1938 en el espacio fílmico.
Retrocedemos o avanzamos, según sea el caso, a 1957 e Indy (Harrison Ford) se reencuentra con su viejo amor Marion Ravenwood (Karen Allen) y con el probable hijo de ambos, Mutt Williams (Shia LaBeouf), y luchan contra la agente soviética Irina Spalko (Cate Blanchett), en Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal.
Con locaciones en Nuevo México, la Universidad de Yale, Hawaii y en el estudio Downey en Los Angeles, la película que se ha doblado a 25 idiomas para el lanzamiento mundial el 22 de mayo, vuelve a reunir a una de las duplas más exitosas en la historia del cine: George Lucas, quien ideó la historia y la produjo, y Steven Spielberg, quien ha dirigido todas las versiones.
Al estar ubicada en los 50, cuando las películas clase B eran principalmente de ciencia ficción una metáfora de la guerra fría , el tono de esta entrega refleja las preocupaciones de esa era, aunque no estamos muy seguros de que funcione en esta década niña, tras los alardes técnicos de Matrix, la violencia a la Tarantino y la renovación de franquicia que sufrió Batman a manos de Christopher Nolan.
Indiana, Marion y Mutt persiguen una extraña calavera de cristal, que podría provenir del espacio. Por eso los aventureros se inmiscuyen con secretos guardados en el área 51, a donde se enviaron de Rockwell, Nuevo México,donde supuestamente se estrelló un platillo espacial a fines de los 40.
El tema de la calavera de cristal forma parte del juego de Indiana Jones en el parque DisneySea en Tokio, el cual se haya dentro de una pirámide con motivos aztecas. La narrativa detrás de este juego está basada, tal vez, en un cráneo de cuarzo que se perdió durante el traslado en 1964 de las piezas del Museo de Antropología de Moneda 13 a su sitio actual.
Una vida en el cine
Steven Spielberg se volvió uno de los principales nombres del cine estadounidense, tras un aprendizaje acelerado en los 70, en donde Reto a muerte (1971) película pensada originalmente para la televisión se proyectó en los cines, lo que le abrió paso a su “primer” largometraje: Loca evasión (1974), que lo condujo a Tiburón (1975). Vendría después la enigmática y melcochosa Encuentros cercanos del tercer tipo (1977), con sus tonos musicales repetitivos, y cerraría la década con el fracaso de su megalomanía, 1941 (1979).
En los 80 ya nadie dudaba de la capacidad de Spielberg para proporcionar espectáculo, lo cual se demostró con la trilogía de Indiana Jones; a eso le agregó ET, el extraterrestre (1982), con la muy lograda escena cuando ET eleva una bicicleta hacia la noche en compañía de los niños que lo cuidan y protegen.
Se pondría serio con El color púrpura (1985), fallaría con Siempre (1989 pero con El imperio del sol (1987), nos daría su película más menospreciada y una de las mejores de su filmografía. La cinta, basada en la autobiografía de JG Ballard, autor del libro Crash, nos presenta no sólo una bella recreación de Shangai al momento de su caída a manos de los japoneses, en una de las mejores escenas en toda la historia del cine estadounidense, sino una hermosa historia de crecimiento hacia la adultez de un adolescente en un campo de concentración nipón.
En las dos décadas siguientes, ya consagrado, pasaría en un solo año 1993 del escapismo más feroz (Parque jurásico) a la pretensión del cine de arte (La lista de Schlinder). Presentó lo que para muchos fue la apertura más dramática del cine bélico en Salvando al soldado Ryan (1998) y que, en dominio del lenguaje cinematográfico, se equipara a lo hecho por DW Griffith, al recrear las batallas de la guerra civil estadounidense en El nacimiento de
una nación (1914).
En la primera década del siglo actual experimentaría con la comedia de final triste en Atrápame si puedes (2000), la ciencia ficción oscura tipo Philip K. Dick en Minority report: sentencia previa (2002) y en el anti ET con La guerra de los mundos (2005).
De látigo, chamarra de cuero y sombrero de fieltro
La secuencia inicial de Los cazadores del arca perdida fue definitoria en el estilo, las virtudes y los alcances de la serie: el arqueólogo-aventurero con su sombrero de fieltro que tenía que sortear aborígenes de la selva peruana para rescatar un dorado ídolo prehispánico y se enfrentaba a una multiplicidad de pruebas, que incluían esquivar una rodante piedra gigante y a un rival multilingue que manipulaba a los indígenas, para al cabo desembarcar en una universidad privilegiada donde le coqueteaban las alumnas.
Vino después Indiana Jones y el templo de la perdición, en el que de nuevo tenemos un espectacular arranque, cuando del tañido de un gong gigante brotaba toda una variedad oculta en el cabaret Obi Wan de Shangai, reminiscente de los espectáculos que armaba Busby Berkeley con decenas de coristas, encabezadas en esta ocasión por la rubia Willie Scott (Kate Capshaw).
Escena de Indiana Jones 4
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En esa apertura en la que la coreografía es de un gran esplendor, un hecho se encadena a otro, sea el recuperar un diamante legendario o el antídoto a un envenenamiento letal en medio de los hielos que cayeron de una champañera para, finalmente, huir hacia un avión-trampa en el coche de su pequeño secuaz Short Round (Ke Huy Quan).
Con Indiana Jones y la última cruzada, el dúo Lucas-Spielberg se lanzó en pos del Santo Grial. Todo comenzaba literalmente en la aridez de Utah en 1912, el adolescente y boy scout Henry Jones Jr. (el malogrado River Phoenix) ve que la Cruz de Coronado que debería estar en un museo, tras que Cortés la regaló en 1520, se la están apropiando varios excavadores.
En el trayecto de esa secuencia aprendemos por qué Indiana odia a las serpientes, cómo adquirió el sombrero y el látigo que lo caracterizan y sabemos de su padre (Sean Connery) que, para tranquilizarlo, lo hace contar hasta 20 en griego.
El resto de las tres películas es la cabalgata cinematográfica, amplificada por los acordes fanfarrísticos de John Williams, para alcanzar esas salidas en las que Spielberg ha suspendido toda descreencia y ha hecho que el cine se vuelva no un simulacro de la realidad, sino un universo paralelo.
En el conjunto de las tres partes vemos como Indiana es un mujeriego a pesar de sí mismo: a la observación de Marion de que no va a tener hijos, responde: “¿Quién dice que no los tengo?”; mientras besa a la valkiria hermosa, nazi y fría Elsa (Alison Doody), su compañera en la búsqueda del Santo Grial, dice: “No me gustan las mujeres fáciles”, y está seguro que Willie irá corriendo a su habitación en menos de cinco minutos, en un desafío de egos y deseos, pues ella siente lo mismo.
Los momentos cómicos, en especial en la primera y tercera películas, están bien logrados: el nazi tenebroso que parece va a torturar a Marion con un aparato extraño y, en realidad, es un gancho para colgar su ropa; o Indiana que se queja con su padre de que se haya acostado con Elsa: “Soy tan humano como el próximo hombre”, se excusa él. “El próximo hombre fui yo”, responde Indy.
Jones es un ser caricaturesco que sobrevive a las pruebas más inverosímiles: consigue en un mitin en Berlín el autógrafo del propio Hitler, desciende de los Himalayas a un río indio sin lastimarse, se aferra a un submarino a lo largo del Mediterráneo y en sus andares por el globo nos hace solidarizarnos emocionalmente con él. Como espectadores estábamos más o menos conformes de que sus aventuras acabaran en su última cruzada.
¿Un héroe para el siglo XXI?
A pesar de ello, Indiana no desapareció del todo. De 1992 a 1996, Lucas produjo la serie de televisión Las crónicas del joven Indiana Jones, que primero se proyectó en televisión abierta y luego en la de paga y ahora se pueden obtener en DVD. En esos más de 20 capítulos, el joven arqueólogo se encontraba con todo tipo de situaciones interesantes y gente famosa, de Pablo Picasso a TE Lawrence.
Además, sus influencias se pueden sentir aquí y allá, como por ejemplo Dos bribones tras la esmeralda perdida (Robert Zemeckis, 1984) y La joya del Nilo (Lewis Teague, 1985), en las que Michael Douglas y Kathleen Turner intentaban sin lograrlo imitar el ritmo, la tensión y la agudeza de su modelo.
Para poner al día el personaje, primero se le colocó a River Phoenix, ahora a Shia La Beouf, protagonista de Transformers, pues los espectadores jóvenes no tienen la referencia directa de Harrison Ford como un protagonista de aventuras y por lo tanto les parece anticuado. Spielberg es un magnificador de sueños, deseos o temores. Pertenece a una estirpe que une los avances técnicos y una visión de conjunto para sorprender y entretener a las masas, que empezó con Quo Vadis? (Enrique Guazzoni, 1913) y explotaron Fritz Lang con Metrópolis (1926), Abel Gance con Napoleón (1927), o David Lean con Lawrence de Arabia (1962). Nosotros queremos recordar a Indiana, el mayor personaje de Spielberg, en la máquina de tiempo que es el cine, en el momento en que dentro del Templo de la Perdición, está decidido a recuperar una de las piedras mágicas y Willie, preocupada, le comenta: “¡Morirás en busca de fama y tesoros!” e Indy le responde: “Sí, pero no hoy”.
Auténtico cráneo pirata
Por increíble que parezca, ahora resulta que Indiana Jones ha vuelto a la pantalla grande para sortear mil y un peripecias en busca de una reliquia que ni lo es tanto. El 19 de abril, el Museo Quai Branly informó que la escultura conocida como “cráneo de París” es una falsificación realizada en el siglo XIX. O sea que, al menos en su última empresa Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal , el célebre aventurero arriesga el pellejo en balde, tras una pieza que ahora se sabe con certeza que es falsa.
El “cráneo de París” fue donado al Museo Etnográfico de París por el explorador Alphonse Pinart en 1878 y, hasta que los resultados del peritaje solicitado por el Quai Branly al Centro de Investigación de los Museos de Francia establecieran lo contrario, era considerado como una obra de arte precolombino, representación de Mictlancihuatl, deidad azteca del mundo de los muertos.
Para colmo, el museo anunció una exposición en la que se presentará dicha pieza y toda la información que echa por tierra las leyendas en torno suyo a partir del próximo 20 de mayo, dos días después de que la cuarta entrega de la saga dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Harrison Ford abra el Festival de Cannes y dos días antes de su lanzamiento mundial.