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jueves 26 diciembre 2024

La comunicación del Vaticano

por Rubén Aguilar Valenzuela

Al grave problema de pederastia de ciertos sacerdotes, de la protección cómplice de algunos obispos, del intento de la Iglesia por acallar el problema, se añade la errática comunicación del Vaticano para enfrentar esta lamentable situación.

A pesar del enorme aparato de comunicación con el que cuenta la Santa Sede y la capacidad de su portavoz, Federico Lombardi, en todo momento se ha dado la impresión de que no había una estrategia.

El área de comunicación del Vaticano es muy profesional y sin lugar a dudas articuló una estrategia, pero ésta quedó rebasada desde el primer momento y se hizo muy evidente que el control pasó a manos de los medios sin que la Iglesia pudiera intervenir en su construcción.

Del análisis de las intervenciones de la Iglesia en su conjunto y de la oficina a cargo de Lombardi, se derivan cinco elementos que han caracterizado su comunicación. Estos son:

1) Ser reactiva: La agenda la han marcado los medios y la Iglesia no ha hecho más que reaccionar. En ningún momento se ha podido salir del guión trazado por los medios, para contar la historia. Los obispos, las autoridades vaticanas y el propio Lombardi sólo han dado respuesta a las preguntas (guión) de la prensa.

Los medios siempre han ido adelante de la Iglesia. Se dedicaron a investigar y “destapar” casos (muchos de ellos muy bien documentados), dio la voz a las víctimas y presionó, cuando todavía vivían, a los victimarios. La Iglesia, ante la evidencia, sólo ha logrado reaccionar reconociendo lo que es obvio e indefendible.

2) Estar a la defensa: La primera respuesta de la Iglesia en la mayoría de los casos ha sido defensiva. No miente, pero no dice de frente y de una vez toda la verdad. Intenta explicar las condiciones del pasado, los vericuetos de la burocracia y no cierra los casos.

La impresión que dejan las respuestas es que no reconoce los hechos. De esas declaraciones, la prensa se hace de nuevas preguntas y “extiende el caso”. La noticia, entonces, es la “justificación”, el “no reconocimiento” y las “pistas” que ofrecen las respuestas para que la prensa siga su investigación.

3) No contar con un discurso articulador:

Lombardi no ha podido elaborar un discurso único desde el que se puedan articular cualquier tipo de respuestas y desde él se logren alinear las intervenciones de todos los miembros de la institución.

Esto ha dejado abierto el espacio para que se expresen múltiples visiones particulares que los medios asumen como propias de la Iglesia. Estas se manifiestan como contradictorias y ofrecen un flanco muy “atractivo” para el tratamiento de los medios.

4) Múltiples voceros: El que muchas voces de la Iglesia se hayan expresado al mismo tiempo y con visiones distintas sobre el tema ha sido uno de los más grandes errores. Expresan el punto de vista de un cardenal, obispo o sacerdote y no la postura oficial de la Iglesia que se pierde en el dicho por una gran multiplicidad de actores.

Las visiones particulares, la más de las veces, resultan lamentables, ya sea por su ignorancia o conservadurismo, pero son las que al final se imponen como “oficiales”. La prensa las retoma como las propias de la institución y a partir de ellas sigue tejiendo la historia.

5) Nunca contextualizar: El fenómeno aparece como si los únicos pederastas que existen son los sacerdotes de la Iglesia católica cuando el 96% de los casos de este mal social ocurre al interior de las familias. Los abusadores la más de las veces son los padres, abuelos, hermanos, tíos y amigos cercanos a la familia.

La Iglesia no ha podido contextualizar el hecho como un problema social. Es cierto que resulta especialmente agresivo que se utilice la autoridad sacerdotal para perpetrar ese crimen, pero no es una acción particular de los sacerdotes.

En las últimas semanas, la pederastia ha pasado a segundo plano en el interés de los medios de comunicación. Eso ha dado respiro a la Iglesia católica, pero no resuelve su problema de comunicación. La estrategia futura debería contemplar: tomar la iniciativa y reconocer el problema, articular un discurso oficial que se imponga a las visiones particulares, establecer voceros del tema en las diócesis y, sin evadir el problema, saber contextualizarlo.

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