Esta es la última edición impresa de etcétera antes de la jornada electoral del domingo 1 de julio. Y aunque, entonces, solo sea un corte preliminar de este proceso que inició el 7 de octubre pasado, podemos decir que, en términos generales, ha funcionado el nuevo modelo de comunicación política diseñado por el IFE luego de la reforma constitucional electoral resuelta por el Congreso en 2007 y promulgada en 2008.
Con la intensidad que suponen las contiendas electorales, el desarrollo de las campañas ha permitido la definición clara de las alternativas que estarán en las boletas para la elección del Presidente o Presidenta de la República, el jefe o jefa de Gobierno del Distrito Federal así como de 128 senadores y 500 diputados federales. Si alguna seguridad tenemos es que se respetará el mandato de las urnas y que así se afianzará la pluralidad política en el país. Vale añadir que en la democracia nunca un solo actor gana todo y que nunca ningún actor pierde todo para siempre. Más todavía, es previsible que las instancias de representación comprendan el mosaico heterogéneo y diverso de la sociedad mexicana.
También puede señalarse desde ahora que en este proceso electoral ya fueron decantados algunos temas que, más allá de quienes resulten ganadores en los comicios, serán motivo de continuas revisiones y, esperamos, decisiones también. Se entrecruzan en una vertiente: la transparencia y la rendición de cuentas en todas las esferas de la gestión pública como obligaciones no solo éticas, sujetas al albedrío, sino sobre todo legales de los funcionarios (y de los legisladores en los congresos).
En particular, y luego del primer debate del domingo 6 de mayo, la contienda hizo énfasis en la necesidad de regular los gastos de la publicidad oficial, disminuir los montos y definir los criterios de asignación de los recursos a los medios de comunicación. Y junto con ello, claro está, la información relacionada con los resultados que generan esas erogaciones dado que el saldo ya no puede ni debe ser la promoción de personajes para que luego compitan en los procesos electorales. Desde hace más de diez años en etcétera hemos subrayado el asunto, al que consideramos razón de Estado, y por ello desde entonces difundimos datos y cifras oficiales que incluyen a las administraciones de los tres partidos principales (PRI, PAN y PRD) y, en especial, a quienes ahora contienden por la Presidencia de la República. No nos anima complacer a nadie sino subrayar las grandes cantidades de dinero, el dispendio del erario, mientras tantas necesidades se registran en el país. A propósito de la claridad exigible a las esferas de gobierno, un signo lamentable de este proceso es la falta de transparencia del gobierno federal que, con el pretexto de respetar la ley que prohibe promover acciones de gobierno, suprimió información de los portales oficiales que, por ley, debe de proporcionar.
Pero sobre todo, mayo registra la inesperada irrupción de estudiantes en varios puntos del territorio nacional. El principio de las manifestaciones y la forma en como se han desplegado están contenidos en los medios de comunicación, por lo que solo enfatizamos en su origen genuino y su legitimidad. También en sus consecuencias inmediatas: representó un giro a los discursos de los candidatos a la Presidencia hasta ser un factor, quién sabe si decisivo, en el despliegue de las campañas; y puso en el tapete la demanda a los medios para que seamos más equilibrados y veraces en la información que ofrecemos, en particular, Televisa. Esa es una buena noticia.
Bienvenido el ánimo de participación en el intercambio público mexicano, y eso significa, al menos para nosotros, resistir la tentación de adular todo lo que hagan y digan los estudiantes no sólo porque eso es impropio de la ética periodistica y el rigor intelectual, sino porque esto, en esencia, trata de enriquecer la calidad de los argumentos y las demandas sociales. No creemos estar presenciando otro tipo de primavera que no sea la estación que termina el 21 de junio ni consideramos que sea propicio compararnos con lo que sucedió en otras latitudes. Tampoco pensamos que este sea el despertar a la democracia, como se ha dicho desde el cómodo expediente de la adulación o el interés por capitalizar la pasión estudiantil. Además, no estamos de acuerdo con varias expresiones aisladas de intolerancia contra quienes no piensan igual que esos jóvenes y menos aún con desplantes que demandan eliminar al adversario. En la democracia nadie está condenado al paredón.
Esta vigorosa expresión social constata a la democracia precisamente como un proceso que, en México, inició hace más de tres décadas. El trayecto es largo, farragoso e inacabado, por lo que vale la pena acordar en que ese movimiento juvenil es parte de y puede tender a hacer más sólido nuestro sistema político. Por ahora ya es una vigorosa llamada de atención, en principio para el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, pero la crítica a la forma en que se hace la política en México puede hacerse extensiva a los demás actores.
De entre toda esta dinámica tenemos la seguridad de que no existe en el país ente o agente que pueda imponer a nadie el domingo primero de julio. No somos moscos atrapados por la luminosidad de una pantalla ni seres autómatas que caminan al compás de una flauta. Los gobernantes del país serán quienes obtengan el voto mayoritario en las urnas.