Las personas en todo el mundo no sólo quieren saber qué pasa a su alrededor, sino que también quieren entender lo que pasa, tratando de conocer incluso más a fondo por qué pasa lo que pasa. Esto, sin duda, es sólo una de las premisas o uno de los papeles principales que ha tenido y tiene por delante la prensa moderna; esto, a su vez, ha sido la razón de ser de muchos de los medios de comunicación que hoy existen como, en este caso, lo es La Diaria, un periódico que para su director, Marcelo Pereira, es independiente “en la medida en que puede serlo, o sea dependiente ante todo de sus lectores”.
Nacido el 20 de marzo de 2006, La Diaria es un periódico que ha logrado un notable prestigio en Uruguay, consolidándose firmemente dentro del mercado informativo del país. Este logro no es menor si se tienen en cuenta algunos indicadores que señalan que el 42% de la población lee diarios al menos una vez a la semana, mientras que el 58% restante nunca o sólo ocasionalmente los lee. Para ser más precisos, los índices marcan que el 9% de la población lee diarios todos los días, mientras que el 18% lo hace algunas veces por semana, el 15% sólo los domingos, el 27% ocasionalmente y casi la tercera parte, el 31% de la población, no los lee nunca.1
Ante estas cifras, ¿cómo se hace posible llevar adelante un diario?
Con un equipo de buenos periodistas convencidos de que esos porcentajes tienen buena parte de su explicación en el alto costo de los diarios uruguayos (que están sobre un euro) y en su inadecuación a la demanda potencial. Una encuesta a los suscriptores de La Diaria que encargamos a fines del año pasado indicó que el 69% de ellos no compraba diarios antes, y que el promedio de edad de nuestros lectores era inferior al promedio general para prensa. Eso confirma nuestra hipótesis de trabajo y justifica el esfuerzo.
Ahora bien, para no remitirnos sólo a lo que pasa en Uruguay, si confrontamos estas cifras con alguna de la región o alguna de Europa, vemos que el consumo o la lectura diaria de medios gráficos es bastante similar. Por ejemplo en Argentina, según el estudio de FLACSO, el porcentaje de población que no lee nunca los diarios es del 28%, mientras que en España, según el estudio de SGAE, el porcentaje alcanza el 31%, equivalente al que hoy tenemos en Uruguay. ¿Qué le señalan a usted estas cifras? ¿Podría decirse que existe una crisis en los medios de comunicación gráficos?
Vivimos una época de cambios tecnológicos y culturales acelerados, y es imprudente sacar conclusiones apresuradas. Hace décadas que se pronostica la muerte de la prensa, pero pienso que el periodismo escrito es insustituible y goza de buena salud, aunque las palabras no aparezcan necesariamente sobre papel.
¿Cuáles son los desafíos del periodismo gráfico?
Hay muchos caminos para explorar. La Diaria es un periódico de sólo 16 páginas, contra la corriente internacional de añadir cada vez más material a las ediciones. Teniendo en cuenta que el promedio de tiempo de lectura de prensa en muchos países es 20 minutos por día, ofrecemos un producto con notas por lo general breves, que intentamos escribir y titular con arte, para que se pueda leer por entero con placer. Por otra parte, jerarquizamos el papel periodístico de la fotografía, y creo que ambas cosas están en sintonía con las pautas contemporáneas de consumo de información.
Si tomamos en cuenta sólo una de las variables para medir el Índice de Desarrollo Humano (IDH) en Uruguay, la tasa de alfabetización, estaría mostrando un desafío más que importante para los medios gráficos de nuestro país, dado que el 97.7% de alfabetización que hoy existe señalaría que el problema no pasa por allí como sí sucede enotros países de Latinoamérica . ¿En qué cree entonces usted que esté el problema de que no se lean diarios?
Insisto en que hay un doble problema de precio y contenido. En Uruguay, el sistema de distribución de periódicos en kioscos es monopólico para gran parte del país (la OEA ha señalado recientemente que esto es un problema de libertad de prensa) y muy costoso. Eso eleva los precios, reduce el público a una élite (gran parte de la compra diaria de periódicos corresponde a instituciones estatales y empresas), transforma a los diarios en agencias de noticias para la radio y la televisión, y los hace dependientes en extremo de la publicidad y de los sectores más poderosos. Lógicamente, todo esto incide en la agenda y en el modo de tratarla: se trabaja en importante medida para el establishment y para otros periodistas, y esto aleja a los medios del público que podrían tener.
Podría también pasar por un tema de credibilidad o por un tema de mostrarse independientes o no con los gobiernos de turno, ¿no? ¿Usted qué opina?
Es que, por lo que dije antes, el público hace bien en desconfiar. Se suele pensar que el periodista es una persona inmersa en la realidad social, pero demasiado a menudo es alguien que vive en los microclimas de lo establecido, y que ya no quiere o no puede ver lo nuevo y lo distinto, hasta que le explota en la cara. Y a veces ni siquiera entonces entiende.
¿Qué retos tienen la televisión y la radio?
Creo que el gran desafío planteado por las nuevas tecnologías es el de la interactividad, que abre por primera vez la posibilidad de que sean realmente medios de comunicación, de ida y vuelta y necesariamente interpelados por el público, en vez de ser simplemente grandes megáfonos.
¿Los medios gráficos se vieron afectados por la aparición de los sitios de Internet?
Sin duda, del mismo modo en que la aparición de la imprenta afectó a los comunicadores orales, pero hay que desterrar la idea equivocada de que las nuevas generaciones “no leen”. Leen mucho en pantalla, que no es exactamente lo mismo porque implica otros códigos, otros ritmos. Como señaló Orwell en 1984, cada lenguaje determina qué es posible pensar en él. Debemos ser capaces de reinventar nuestro oficio en el nuevo contexto, y al mismo tiempo mantener vivo ese tipo particular de escritura y de lectura que se ha desarrollado a partir de la prensa.
Sergio Ramírez, el escritor nicaragu%u0308ense, una vez me contestó que “en la medida en que las ofertas de información instantánea crecen, a los diarios les toca cada vez menos informar, y su mejor campo será en el futuro el del análisis y los reportajes documentados, un mejor espacio para formar opinión”. ¿Usted qué opina? ¿En esto ha tenido algo que ver la irrupción de Internet?
La función que señala Ramírez es propia de un tipo de prensa: la que se ha desarrollado en semanarios y revistas, y también la de los diarios para gente que dispone de mucho tiempo, que a menudo es también la de niveles socioeconómicos medios-altos y altos. La prensa también aporta, más sencillamente, la fijación del dato y la posibilidad de su relectura, que no es poca cosa. Y posee también una posibilidad de desarrollo de estilo que no tiene cabida en la redacción para radio y televisión, y que un buen escritor como Ramírez seguramente no desdeña.
¿Qué diferencias existen entre la prensa de nuestro país y la europea?
Las diferencias son abismales en muchos terrenos, a partir de la disparidad de recursos. Por otra parte, en los años 90 gran parte de los periodistas uruguayos trasladaron sus puntos de referencia de Europa a Estados Unidos, y compraron con entusiasmo el cuento de la “objetividad”. Es curioso que esta creencia se mantenga bastante firme ahora que aquel modelo estadounidense, que siempre fue poco creíble, está claramente en crisis desde hace tiempo.
Cambiando el enfoque, si pensamos en términos empresariales calcular el riesgo que implica sacar a diario una publicación como la que usted dirige imagino que no es una tarea sencilla. Probablemente las cosas que se publican a veces hacen perder ingresos y hacen aumentar los costos porque hay que destinarles mayor cobertura. ¿Hasta dónde un medio puede ser independiente de sus intereses comerciales? Es decir, ¿hasta dónde puede sacrificar una noticia en tanto y en cuanto esté relacionada con un anunciante suyo?
En la ecuación juegan por lo menos cuatro variables: las dos primeras son los ingresos por publicidad y el valor periodístico. Para que prime lo segundo, es necesario que la tercera variable, las ventas a lectores, sea una parte importante del total de ingresos, y en este sentido creo que la inflación de costos que conduce a la dependencia de los anunciantes no debe tomarse como una especie de ley natural inevitable. Crecer de ese modo tiene un alto costo. Si de todos modos las cuentas no cierran, debe ser determinante la cuarta variable, que es la decencia.
¿Qué fue lo primero que sintió, al cierre de la edición del 28 de junio de 2006, cuando el Presidente de la República le puso nombre a la prensaopositora, señalando así a varios medios de comunicación, pero no a La Diaria?2
Tristeza. No por haber quedado fuera de la lista, sino por el hecho mismo de que el Presidente manejara una concepción tan esquemática en el terreno de la cultura y la ideología.
Desde muchos sectores se criticó duramente esta opinión que tuvo el Presidente, destacándose por sobre todo que sus dichos habían sido una agresión hacia la libertad de expresión. Ante estas “acusaciones”, ¿cómo se sigue trabajando?
Como siempre, porque ese tipo de visión del periodismo –que también criticamos en aquella ocasión– no tuvo nada de novedoso. Lamentablemente, la clasificación de los medios en “amigos” y “enemigos” ha sido habitual desde el poder político y desde los poderes en general.
Pero ante estos dichos, creo que se hace indefectible que el fantasma de la autocensura sobrevuele la redacción. ¿Usted qué opina? ¿Cómo respalda a los periodistas de su diario ante estas situaciones?
Repito que la hostilidad de los poderosos y la presión para que se muestre su mejor perfil es un dato de la realidad desde mucho antes de que asumiera el actual Presidente. Y debo añadir que en gobiernos anteriores la cosa no quedó en palabras públicas como las de Vázquez, sino que hubo acciones de intimidación y represalias mucho más graves. Estoy convencido de que la autocensura se combate creando condiciones para que se le tome el gusto a la libertad, y en el caso de La Diaria el incentivo más poderoso es que los periodistas son los propietarios del periódico y eligen a sus autoridades.
Simon Kelner, el editor general del diario británico The Independent, una vez señaló que “la principal presión a la que está sometida la tarea periodística es la que impone el tiempo, la hora límite para definir la edición y entregar la nota”. ¿Usted qué opina, coincide con esto o cree que haya otro tipo de presiones?
La afirmación de Kelner parece propia de un periodista singularmente afortunado y extrañamente desinformado acerca de la cantidad de colegas que son asesinados cada año.
Por último, ¿sigue creyendo que la prensa es la que fija la agenda informativa del país?
En el caso de Uruguay sí, sin duda. El circuito de circulación de noticias y formación de opinión se apoya casi por completo en la prensa. Por la mañana las radios leen los periódicos y eventualmente agregan consultas a nuevas fuentes o a las mismas, a mediodía los productores de televisión arman su agenda sobre esa base, y de noche en las redacciones se miran los informativos de televisión, pero en ese flujo el aporte de los diarios y semanarios es claramente el mayor.
Notas
1 Todos los porcentajes corresponden al trabajo Imaginarios y Consumo Cultural: Primer Informe nacional sobre consumo y comportamiento cultural, Uruguay 2002, de H. Achugar, S. Rapetti, S. Dominzain y R. Radakovich, Ediciones Trilce, Montevideo, septiembre de 2003.
2 Los medios a los que el presidente Tabaré Vázquez hizo referencia son: los diarios El País y El Observador, el semanario Búsqueda, las radios El Espectador, Sarandí y Montecarlo, y los canales de televisión 4 y 10.