La radio en pueblos y comunidades, el caso oaxaqueño

La radio que hay en los pueblos y comunidades del país es un tema desatendido por analistas, académicos y expertos; más allá de varias buenas historiografías y muchos manuales para casi todo, no parece haber mayor material de información o análisis. Prevalece además la idea de que estas son estaciones comunitarias, suponiendo que ello implica contenidos locales, sociales y culturales, ausencia de anuncios comerciales y pobreza.

El curso normal de los cambios sociales, tecnológicos, e incluso teóricos y profesionales propios de la comunicación, han propiciado, acaso en los recientes años, una efervescencia de emisoras. Se tiende así un velo de opacidad acerca de una realidad cuantitativamente vasta, cualitativamente compleja y socialmente tan prometedora como peligrosa. Este es el caso de Oaxaca.

El 9 de julio de 2014, un ostentoso operativo de la PGR para cerrar Variedad Estéreo, una estación comercial, sin concesión, cuya señal desafió la cobertura de los industriales del medio abarcando la mitad de la capital, generó fuertes rumores que corrieron como pólvora, trascendieron a la prensa local y dieron pie a datos y declaraciones inusitadas. Los días 11 y 12 dos medios locales dieron cuenta de una peculiar noticia1: “Se extiende el pánico en las radios piratas”, “MEXICO: Falsa amenaza de decomiso saca del aire a 9 “radios piratas” en Tlacolula”:

“En esta población del Valle Central oaxaqueño funcionan desde hace cinco años nueve radiodifusoras “piratas”, que son: “Tlacolula Radio”, en el 90.5 de FM; “Así se oye”, en el 91.5; “Estéreo Valle”, en el 104.5; “Radio Lula”, en el 106.9; “Estéreo Mágico”, en el 90.5; “La Arrasadora”, en el 99.1; “Somos Uno Radio”, en el 88.7; Romanti-k en el 97.3, y “Radio Latido”, en el 103.7, todas de Frecuenta Modulada.

La “radiodifusora” “Así se oye”, que se ostenta como “La primera de Tlacolula”, es propiedad de Novel Luis Medina, quien funge como director de Comunicación Social del Ayuntamiento, y es el único medio de comunicación que difunde información del munícipe Ruiz González, quien llegó a la presidencia de Tlacolula cobijado por la coalición “Unidos por el Progreso”, que conformaron los partidos PRD, PAN y PT.

De acuerdo con versiones de habitantes de la población, Ángel Pérez Aguilar es propietario de dos “radiodifusoras” (Estéreo Valle y Radiolula), y cuenta a más de 60 empresas entre sus anunciantes, a las cuales les cobra mil pesos mensuales, pero facturado como una empresa de publicidad dedicada al “perifoneo”.

Por su parte, “Estero Mágico” es propiedad del efímero síndico municipal Eliodoro Morales Mendoza, mientras que “Somos uno radio” es operada por el ex presidente municipal priista Jorge Morales Hernández.

Pregona Ángel Pérez, dueño y “locutor” de dos emisoras clandestinas, quien se hace llamar “El gordito de la salsa”: “Tlacolula, la capital mundial del pan de cazuela y de las radios piratas”.

Los datos, confirmados con la mayoría de los protagonistas, así como la información obtenida por este reportero, dan cuenta de un entramado de intereses políticos y comerciales en la pequeña cabecera distrital, que se extienden a ingenieros, proveedores de equipo y servicios de mantenimiento capaces de extorsionar a los radiodifusores con falsos supervisores de la SCT y, una vez dado el rumor, a la ambición de organizaciones sociales de tipo corporativo y violento, como el Sindicato Libertad y otras vinculadas a la CTM, que, a su vez, se han dado a la tarea de promover la adhesión de estaciones ofreciéndoles y hasta garantizándoles la concesión y, sobre todo, protección violenta contra enemigos políticos y operativos policiacos.

El 6 de noviembre, Sara Manzo, corresponsal de La Jornada en Juchitán, reportaba para ese diario:

Decomisan instalaciones de radios comunitarias en Oaxaca. Elementos de la policía federal decomisaron este jueves las instalaciones de la radio comunitaria “Órbita digital” en esta ciudad, y la tarde del miércoles las de “Radio Bola Lari” y “Estéreo Ranchu Gubiña”, en el municipio de Unión Hidalgo.

En esos momentos, nadie en las redes de radialistas comunitarios lograba ubicar la legitimidad comunitaria de estas estaciones. Sin embargo, según fuentes confiables consultadas por este reportero que pidieron el anonimato, en días subsecuentes se habría dado, en la Ciudad de México, el siguiente diálogo con un agente de la PGR asignado a las investigaciones:

– ¿Qué pasó, jefe, que dice la chamba?

  • Pues vengo de tu estado, ¿qué no supiste?: le cerramos a un presidente municipal, a un narco y a un senador.v

El dato del senador es consistente con la especie que señala a Benjamín Robles Montoya como dueño de al menos siete estaciones sin que, desde luego, se pueda corroborar tal información.

Ya antes, en febrero, la prensa local destacaba:

Pretende Sección 22 instalar 37 radios comunitarias. Para su financiamiento se descontarán $45 vía nómina a los trabajadores (…) en la pasada Asamblea Estatal del magisterio oaxaqueño se avaló la continuidad de las radios a nivel sectorial dentro de la estructura de la Sección 22.

En otro terreno, periodistas y locutores de estaciones comerciales de la ciudad capital han instalado emisoras en diversos municipios cercanos y han formado organizaciones que pretenden concesiones, pero de ninguna manera pretenden renunciar a sus prácticas comerciales. Es el terreno que conocen muy bien, su modus vivendi amenazado por las nuevas franquicias y sus nuevas voces.

Buena parte de ellos son en realidad una suerte de damnificados sociales de la actualización tecnológica y de los planes de negocio de las estaciones comerciales de las principales ciudades del estado, así como de la digitalización de la prensa escrita, que con esos fenómenos han ido pasando al desempleo.

Hay también periodistas y locutores de un cierto “periodismo” militante, más bien propagandístico que linda con la agitación, con ideología de izquierda revolucionaria o de expresiones cercana al nacionalismo revolucionario corporativista, varios vinculados a cuadros magisteriales, otros a organizaciones sociales y hasta aquellas acaudilladas por quienes ruidosa, ostentosa y subordinadamente son llamados “líder” o “jefe”.

Todos ellos, sin ser proyectos surgidos de asambleas comunitarias o sus contenidos y programas estén a cargo de los protagonistas de la vida pública de los pueblos, se ostentan como estaciones de ese tipo.

Mucho menos visibles que esas radiodifusoras se encuentran en auge las radios cristianas. Con muy pequeñas audiencias, hacen un trabajo abiertamente evangelizador. Fuentes de ese ámbito, también anónimas, las cuentan por decenas tan solo en la región de Valles Centrales. Consideradas genéricamente como cristianas, en realidad pertenecen a ministros de culto, congregaciones, misioneros y fieles de diversos cultos. Su expansión es correlativa con la de esas agrupaciones religiosas.

Su programación suele basarse en la también prolífica música cristiana, pero incluye también prevención de adicciones, de violencia “intrafamiliar” y promoción de valores. Sin embargo, representan un potencial de subdesarrollo pues sus convicciones no les permiten admitir los derechos humanos de tercera generación, entre ellos muchos de los relacionados a la equidad de género y todos los de las libertades sexuales. Tampoco promueven la participación ciudadana en los asuntos públicos y de gobierno de sus respectivas comunidades por considerarlos asuntos de los que solamente se puede ocupar Dios y no los hombres.

Primeras en el panorama, las más visibles políticamente, acaso más de un par de centenas de ellas, están las radios comunitarias e indígenas, pero aún en ese medio hay aspectos que parecen derrumbar su mito: Zaachila Radio, una radio comunitaria permisionada, perteneciente a la AMARC, cercana a la ciudad de Oaxaca anuncia, en el más puro formato comercial, “La hora de Los Tigres del Norte”, un programa de saludos y complacencias. Cuestionada expresamente por este reportero acerca de cómo ese programa contribuye al bienestar de la comunidad, los programadores respondieron que es un gesto de “tolerancia” que “nos permite filtrarnuestras ideas hacia la población”.

Entre ellas hay desconfianza patente en sus asambleas y corrillos donde sus sospechas de partidización o comercialización están presentes. Sus limitaciones para producir, el temor a las escasas audiencias, la falta de colaboradores dispuestos al sacrificio de trabajar sin sueldo, enfrenta la presión de una nueva generación de comunicadores y comunicadoras jóvenes insatisfechos con la “decadencia” de las que llaman rocolas y que reclama nuevos contenidos menos beligerantes más constructivos, nuevos formatos y discursos.

Oaxaca no tendría por qué ser una excepción de este fenómeno radiofónico y social. El abaratamiento de la tecnología abrió la puerta de la radio a toda clase de intereses: comerciales, políticos, religiosos, gremiales, ideológicos, en los rincones más pobres del país. Su naturaleza, alcances y efectos en el tejido social de los pueblos y comunidades en las que se escucha la programación de estos cientos de estaciones, no necesariamente contribuyen al desarrollo y bienestar de éstos, al rescate de sus lenguas y cultura como sería de esperarse. Muchos casos parecen más bien apuntalar una cultura de dominación comercial, encono político y segregación religiosa. Por eso tal vez habría que conocer mejor este ignoto mundo de la radio en los pueblos y comunidades, no sea que un día no tan lejano, nos dé una desagradable sorpresa. De esa tarea nos encargaremos en las siguientes entregas.

Nota:

1 La noticia la dio a conocer originalmente, el sábado 11 de julio, el portal “Tiempo en Línea” y fue ampliada al día siguiente por e-Oaxaca de dónde fue borrada posteriormente, una vez que ya había sido replicada por algún portal latinoamericano.

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