En 1939 Frida Kahlo pintó un cuadro con ese nombre preciso que en lo personal −es como confesar un crimen− me parece horrible. Bien, se me podrá argumentar que soy un analfabeta funcional en el espinoso caso de la crítica de arte y seguramente tendrán razón por lo que abandono el tema antes de que me siga lloviendo en la milpa, cosa que se hace más frecuente cada que opino algo.
Como es evidente me quiero referir a la pasada catástrofe que vivió la Ciudad de México y varios estados de la República. Lo primero que salta a la vista y es encomiable, es la vigorosísima respuesta ciudadana, sobre todo de los jóvenes. Recuerdo que en el temblor del 85 salí a brigadear un par de semanas y mis hijos, con la misma edad que yo tenía en aquella época hicieron lo propio en un gesto que por lo menos a mí me conmovió. Hasta ahí bien, sin embargo, vinieron los emergentes y previsibles granos en el arroz. El más conspicuo es el del Colegio Rébsamen donde el colapso de uno de sus edificios provocó la dolorosísima muerte de varios alumnos y maestros y luego empezó el vodevil. Una “reportera” dio por buena la versión de unos señores que nadie identificó ni se sabía quiénes eran. Los militares hicieron lo mismo, y entonces creció la especie de que había una niña bajo los escombros, se consiguió su nombre y se dijo que estaba a “minutos de ser rescatada”. Televisa le dedicó horas y horas a la nota generando muchísima atención hasta que todo se empezó a diluir, se explicó que en la escuela no había nadie con ese nombre ni padres esperando y empezó el control de daños que resultó patético ya que el argumento de los “periodistas” fue más o menos en el sentido de “a mí me dijeron”. Loret y Maerker dedicaron una buena porción de tiempo no a difundir imágenes de ayuda sino a deslindarse y a regañar a un señor que entiendo que es marino y que no hallaba cómo salir del paso.
Lo anterior ilustra la idiotez rampante con la que viaja la información y la disposición ingenua o imbécil de la gente que no analiza la información. Se hablaba de una perra Frida que se volvió símbolo nacional y que hasta donde yo sé nadie ha visto en ningún lado; hace horas una querida amiga me mandó un texto (la tragedia es que me preguntó si era cierto) que decía textualmente: “Me acabo de enterar que el verdadero propietario del colegio Rébsamen es el Cardenal Norberto Rivera y que este asqueroso maldito convenció al lame botas de la Marina para desviar su atención en recuperar sus cajas fuertes y reliquias religiosas que se encontraban en ese edificio”. Le indiqué con paciencia a mi amiga que eso era basura pero me quedé pensando que en tiempos de crisis la gente tiende a llenar los vacíos informativos con patrañas e idioteces como ésta o como la de un edificio en Insurgentes que estaba a segundos de caer y que generó que otra querida amiga no pudiera entrar a su casa en tres días.
Un último elemento que puse en Twitter es que el trabajo de EPN y Mancera me había parecido correcto, por supuesto se me vino el mundo de la intolerancia encima, lo mismo que cuando escribí: “Dejen que pase tantito esta tragedia y verán cómo se vuelven a mentar la madre”; esta vez fui acusado de pecados cometidos y algunos que he de cometer: “amargado”, “intelectual frustrado”, “chinga tu madre”. Como sé perfectamente que uno no puede opinar y tener la piel sensible no hice caso alguno a la lluvia en mi milpita pero mi vaticinio se empieza a cumplir, después de la solidaridad vendrán los reclamos y los intentos de sacarle una raja política a un evento tan triste como el del 19 de septiembre, lo que los regresa a dónde estaban; a un estado de mezquindad y miopía que se repite endémicamente y tiene al país en el suelo de la intolerancia y el fanatismo… qué pena.