“Hay que diseñar la portada”, nos decimos más o menos los días 20 de cada mes. Imaginarla, contrastar opciones, corregir, afinar y al final decidir es una de las actividades más intensas del trabajo editorial.
Como ha cen todos en los medios impresos, buscamos la imagen más atractiva y elocuente de lo que queremos trasmitir, es decir, pretendemos traducir el imperativo ético de entrelazar la presentación estética con el relieve periodístico y ello es propio del esfuerzo colectivo aunque decidirla proviene del acto autoritario.
El resultado es incierto, lo mismo para la oferta plástica tan sujeta al paso del tiempo, que en la aventura que emprende cada edición para con los lectores.
Hay portadas que no exigieron mayor esfuerzo técnico e incluso aunque intrascendentes en su hechura, son de las más vendidas: las que remiten al sexo y al erotismo, los comics, las sagas de televisión y en especial “Los Simpson”, o las que abordan sobre cine y recientemente las nuevas redes sociales.
Otras nos enseñan que desvelo no es sinónimo de creatividad y al paso de los años hasta a nosotros mismos nos parecen horribles (aunque las queremos) y, unas más, nos dicen que aunque la portada no sea atractiva puede ser exitosa si los textos captan el interés del lector. En materia editorial, nada está escrito y eso hace que la labor sea apasionante.
A propósito del décimo aniversario de etcétera, quienes hacemos la revista elegimos las diez mejores portadas y también las diez más feas. Usted, lector, qué opina.
Esta portada, igual que la edición completa, es una muestra soberbia de la capacidad de trabajo del equipo que entonces integraba a la revista: Ruth Esparza Carvajal, José Antonio Gurrea, Laura Islas, Julio Chávez y Alejandro Mascarúa, entre otros. Consta de 152 páginas y alude a la preeminencia del escándalo en el debate público, en específico, a los videos que Televisa difundió en donde se muestra a dos líderes del PRD recibiendo dinero de manos de un empresario. Escribieron Antonio Pasquali, José Marques de Melo, Raúl Trejo Delarbre, José Antonio Crespo, Rolando Cordera, Fernando Escalante, Jacqueline Peschard, Rafael Pérez Gay y más de cerca de 20 escritores y ensayistas. Una de las características gráficas de esta edición es que no comprendió una sola imagen.
En noviembre de 2004 etcétera festejó el cuarto aniversario con una portada sencilla y atractiva. El Unicornio alude a una empresa que nosparecía lejana en aquel entonces, como lo sigue siendo ahora, pero que al mismo tiempo delimita uno de los aspectos más importantes de la oferta editorial: la necesidad de reformas a las leyes de radiodifusión y telecomunicaciones. Entre otros tópícos, este número se distingue por ser el primer reporte hecho en México del gasto del gobierno federal en publicidad; se basó en datos que nos fueron entregados por medio de la ley de transparencia. Desde entonces, etcétera se significó por ofrecer esta información.
¿Quién podría alegar virtud editorial al reproducir una de las pinturas de Pablo Picasso que, además, se halla entre las más conocidas? En todo caso habría que reconocer el denuedo del equipo que logró la autorización de Carlos Fuentes para reproducir su estupendo texto, o habría que resaltar el reportaje, “La noche de los grillos”, que detalla las resistencias de varios empresarios de la comunicación sobre los cambios a la ley que rige a la industria.
A mediados de 2003 etcétera incorporó a sus causas el reconocimiento legal de las radios comunitarías y alentó el esfuerzo de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias para que ello fuera posible, como lo fue en junio de 2004, cuando el gobierno federal entregó 12 permisos a esas frecuencias radiofónicas. Esto ahora se dice fácil, pero las condiciones que había en aquel entonces eran extraordinariamente difíciles más aún cuando esa demanda no tenía el apoyo de todos los actores políticos proclives a la resforma de los medios. Esta portada es de junio de 2006, la fotografía es de Daniel Aguilar, se compró a Reuters y el diseño lo hizo Manuel Martínez. La edición comprende un reporte sobre las condiciones en que desarrollan su trabajo estas alternativas de comunicación y lo coordinó Luis Miguel Carriedo.
Al principio etcétera desestimó la importancia de la Ley de Transparencia y eso es parte de nuestros errores. Enmendamos a mediados de 2004, cuando la revista comenzó a caracterízarse por difundir material que ayudara a comprender la importancia del derecho a la información y denunciara las resistencias del gobierno federal al respecto. Junto con ello, claro, comenzamos a acudir a la ley para los reportes que, desde entonces, hemos ofrecido. La portada de agosto de 2006 fue transparente para dar cuenta de un paquete de lectura que dedicamos al respecto.
En 2006 llegamos al sexto aniversario con el gusto de haber incidido en la revisión del gasto de los partidos en los medios electrónicos durante las campañas electorales; con la satisfacción de haber hecho comunes en el país los reportes del gasto oficial en publicidad y con el entusiasmo de haber participado en la entrega de los 12 permisos a las radios comunitarias. Entonces festejamos con esta portada roja y uno de los iconos más relevantes para los trabajadores de etcétera; la edición es de 192 páginas, la más grande hasta ahora. El contenido es espléndido a opinar por los textos de Naief Yehya, Fernando Mejía Barquera, Mario Campos, Otto Granados Roldán, José Carreño Carlón, Regina Santiago y Javier Darío Restrepo, entre otros, además por la extraordinaria entrevista que Laura Islas le hizo a Alex Grijelmo.
Poco más de la tercera parte de las portadas de etcétera son oscuras y esta es una de las excepciones. La de agosto de 2008 es blanca, franca y sencilla; remite al código de barras para registrar la obsesión universal por la imagen y, en particular, por la moda. Comprende, además, otros temas que desde siempre captaron nuestra atención: los tumbos de Notimex que ya son preocupación en el Congreso; la necesidad de que el gobierno entregue permisos de Frecuencia Modulada a las estaciones de Amplitud Modulada, cuya decisión se tomó casi dos años después, y también constata las primeras reflexiones en México acerca del impacto que tendría la web en los medios de comunicación tradicionales.
Las estrategias de propaganda están entre las vertientes más socorridas del campo temático de esta publicación y por ello no podíamos dejar de incorporar la revisión y el análisis de lo que hace Camel. En julio de 2009 quisimos reproducir la marca tal cual pero los directivos de la tabacalera se opusieron y entonces Manuel Martínez ideó la portada que es, por cierto, una de las más vendidas en la historia de etcétera. Este número se singulariza, además, por presentar uno de los ensayos más completos que conocemos de la estrella pop, Michael Jackson, hecho por María Cristina Rosas, y por comprender las primeras reflexiones en México sobre el uso de lnternet para el desarrollo de las campañas electorales.
etcétera es la revista que más ha publicado sobre las redes sociales en el país, y en agosto de 2009 quisimos enfatizarlo desde la portada. De ahí esta ocurrencia que también ha hecho que el número se encuentre entre los más solicitados. Nada menos tiene una entrevistacon Alejandro Piscitelli y una revisión pormenorizada del estado de Internet en el país, además del análisis de las potencialidades de Facebook. Desde entonces cada mes esta publicación ofrece materiales para comprender los enormes alcances que tienen para el mundo estas nuevas formas de comunicación.
Como agregó Ruth Esparza al momento de elegir esta portada dentro de las mejores diez: en cada edición buscamos la mejor. Así es que para noviembre de este año nos remitimos a uno de los emblemas más conocidos de la revista desde su primera época. “La chica etcétera” es una impronta que no envejece y que por ello implica también para nosotros la aspiración de que, así cambien los integrantes del proyecto, la oferta editorial siempre sea novedosa y algo irreverente, seductora y vital. Por eso tenemos la obligación de advertir al lector que al celebrar los 20 años de etcétera, reproduciremos esta misma fotografía realizada por Lupino.
… las peores
No conocemos historias que carezcan de momentos difíciles, y en nuestro caso algunos de ellos nos conducen a las portadas. Nos apena decirlo, pero ni modo: en su momento pensamos que hacíamos algo excepcional y brillante, aunque al paso del tiempo sabemos que lo primero sí ocurrió pero que lo segundo, en realidad, se emparentó con su opuesto y ahora integran auténticas propuestas indecorosas.
En su época inicial etcétera circuló durante 400 números como un semanario de política y cultura; su formato tabloide era impreso en blanco y negro en papel educación. Luego, a partir de noviembre de 2000, se convirtió en una publicación mensual especializada en el análisis de los medios. Esto es importante para comprender lo que nos sucedió en los meses siguientes de aquel año.
No hay comienzo sencillo y en el tránsito de la impresión en blanco y negro al color tuvimos varios problemas para afianzar las tonalidades y constrastarlas, es decir, para tener la calidad de la impresión y los acabados que usted ahora conoce. En las páginas interiores los problemas fueron menos evidentes porque aún se imprimían en blanco y negro. De cualquier modo, esta portada es un ejemplo claro de que el sentido de búsqueda iniciaba y que, poco a poco, teníamos que adecuarnos al nuevo formato. Nuestra fortaleza desde entonces eran los contenidos pues nada menos el director era Raúl Trejo Delarbre, la persona que más conoce de medios de comunicación en México.
En esta edición sucedió lo mismo que en la anterior respecto a los problemas técnicos. Es notorio el exceso de elementos, que habrían sido suficientes para sustituir el índice. Además, el entusiasmo por el color provocó el exceso de tonos y, por si fuera poco, las letras son demasiado grandes.
Aquí el reto es encontrar aunque sea sólo un rasgo rescatable. Los textos son espléndidos pero la manera en que los ofrecimos para su lectura es desastrosa. El cabezal era enorme y entre la frase “una ventana al mundo de los medios” y los nombres de los textos no había jerarquización.
Gracias a Rosa María Alponte, en junio de 2001, entendimos mejor por qué la televisión es tan fascinante, pero no supimos cómo hacer para diseñar algo atractivo. Con esta portada es entendible que alguien prefiera ver la televisión. En este caso creemos que se conjugaron nuestros yerros más notorios.
En agosto de 2001 ya teníamos una noticia buena y una mala. La primera era que al cambiar de imprenta y corregir detalles técnicos, los colores ya quedaban fijos. La mala era que aún no atinábamos a diseñar. Ni el honguito de la portada nos servía de inspiración. Parecíamos niños que jugaban al Nintendo.
Si hubo quienes, en aquellos tiempos, estaban siendo devorados por la falta de imaginación, esos fuimos nosotros. Más allá de que la obra de la señora Rowling permanece incólume frente a la voracidad de los medios lo cual demuestra que entonces exageramos, se haya todavía esa impronta, digamos, rústica, en nuestra oferta plástica. ¿Y qué opina el lector de la palabra “desencuentro”, así, como mochada para que usted supiera bien el significado de la palabra?
¿Alguien imagina una portada más espantosa? Si es el caso, “por fis”, propóngala a la competencia.
Tuvimos este tropiezo en octubre de 2002. Justo en el número en que nace la sección “Horrores”, pareciera que para enfatizar nosotros mismos aportamos con este monumento al horror. Sólo pedimos que nos crea que los duendes no somos nosotros y que cuandohicimos la portada queríamos el Pulitzer.
Si Marco Levario y Julio Chávez querían poner su arbolito de navidad en diciembre de 2002, lo debieron haber hecho en su casa. Pero sucede que les invadió el espíritu de Santa Claus en las oficinas de etcétera y por eso nos regalaron este gran recuerdo.
No sabemos quién escucha, pero lo que sí podemos asegurar es que muy pocos podrían ver con agrado esta cosa tan fea. La verdad es que por esta portada y las otras anteriores es que también les agradecemos a ustedes y a nuestros anunciantes que nos hayan soportado tanto tiempo. Lo peor de todo es que no podemos afirmar que nunca más haremos algo tan espantoso.