¿Es la inseguridad el principal problema del país?
Es muy difícil decir cuál es el principal problema. El propio presidente Calderón señaló tres: la inseguridad, la pobreza y las desigualdades sociales. ¿Cuál es más importante? La pobreza obstaculiza una vida en plenitud, afecta la calidad de vida. Las desigualdades afectan la calidad de vida de quienes son desfavorecidos y la inseguridad también afecta la calidad de vida de todos porque aunque usted tenga la suerte de nunca haber sido víctima de un asalto -y de ser así, ojalá que nunca lo sea-, de todas maneras, el hecho de saber que está en una ciudad insegura ya está afectando el goce pleno de sus demás derechos. Es posible que usted deje de salir, que deje de hacer algunas cosas que le gustan como ir al cine, que deje de salir a caminar si es algo que le resulta grato. Entonces, aunque sería muy difícil decir si es el principal problema del país, es uno de los principales, y yo diría que es el derecho humano primordial para poder disfrutar todos los demás derechos.
Desde hace tiempo, varias encuestas han referido que la principal preocupación de los ciudadanos es la inseguridad. ¿Cuál es la dimensión real de este problema?
Cuando se dice que el país es inseguro se está diciendo una verdad a medias o una verdad sin los matices que impone la complejidad de la realidad y por lo tanto es una mentira. La ciudad de Colima o la de Aguascalientes son muy seguras, el estado de Yucatán es segurísimo. Entonces lo correcto sería decir, algunas ciudades del país, algunas entidades del país o algunas regiones de esas entidades, son inseguras. No todo el país es inseguro. Hay una gran incidencia delictiva en el DF, en Mexicali, en Tijuana. Hay un alto número de secuestros en el DF y el Estado de México, hay un alto número de homicidios dolosos en Oaxaca, Guerrero, Sinaloa, Chiapas, pero entonces habría que distinguir esas zonas de inseguridad. Incluso el fenómeno de las ejecuciones, no en todas las entidades ha habido ejecuciones. Y ahí donde las hay, habría que preguntarnos si han incidido en una inseguridad pública que afecte al conjunto de la población o hay que preguntarnos si no ha sido sencillamente una venganza entre grupos de narcotraficantes, narcotraficantes y policías.
¿Qué instrumentos permiten medir con certeza la inseguridad?
El instrumento para medir la magnitud de la criminalidad, probado, es el de las encuestas victimológicas, porque la estadística oficial, aun si se maneja sin ninguna alteración, sin ningún ocultamiento, solamente nos va a dar la cifra de las averiguaciones previas presentadas ante una procuraduría en un periodo determinado. Si usted le pregunta a la procuraduría del DF, qué número de delitos hubo en 2006, lo que le va a dar es el número de averiguaciones previas que tiene registradas. Y se las puede dar por delito, tantos robos a transeúnte, tantos robos a casa habitación, pero ésos son los delitos respecto de los cuales existe averiguación previa, lo que no nos puede dar la estadística oficial es la cantidad de delitos no denunciados.
Una encuesta victimológica cuya muestra sea representativamente amplia y cuya metodología sea seria, nos va a decir qué porcentaje de delitos no fue denunciado y también cuál fue la incidencia delictiva real, la incidencia delictiva requiere el número de delitos, y la prevalencia delictiva el número de víctimas. El problema de los delitos no denunciados es bastante serio. La gran mayoría de delitos no se denuncian, los delitos no registrados en la estadística oficial es lo que conocemos en el lenguaje criminológico como cifra negra de la delincuencia, y prácticamente todos los delitos salvo el homicidio tienen cifra negra. El homicidio no, porque sí son denunciados: cuando un médico se percata de que alguien murió por una causa no natural, cuando un policía encuentra un cadáver tirado en la calle y le encuentra un puñal clavado en la espalda, da aviso al Ministerio Público. Y hay baja cifra negra en el robo de automóviles, porque por cuestiones del seguro se denuncian esos delitos. Pero salvo esos dos, en los demás delitos hay una gran cifra negra; y para saber la magnitud de la delincuencia en todos los demás delitos, un instrumento indispensable como lo ha dicho la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, el instrumento más idóneo para medir la incidencia delictiva es la encuesta victimológica.
Y en el país, la única instancia que realiza esas encuestas es este instituto, el ICESI, estamos realizando esas encuestas anualmente desde 2002 y son un instrumento muy importante. En países de la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, Australia, por señalar algunos, son un instrumento muy apreciado por el gobierno, académicos, medios, por la sociedad en su conjunto, porque son el instrumento que nos permite una visión lo más cercana posible a la realidad de cómo va la delincuencia. Son tan importantes y tan están teniendo reconocimiento en nuestro país que prácticamente todos los discursos de hoy, de las autoridades, de los partidos, de los legisladores y de los periodistas, se mencionan las cifras del ICESI como las que nos están dando el termómetro de la inseguridad.
A lo largo de estos años que las han realizado, ¿qué han podido observar respecto de la inseguridad? La criminalidad es un fenómeno muy complejo que generalmente no tiene ascensos ni descensos bruscos de un año a otro, pero el hecho de que podamos ir comparando año con año nos va a dar una referencia de si va habiendo aumentos o descensos. A nivel nacional podemos decir que desde que estamos haciendo las encuestas la incidencia permanece más o menos estacionaria. Pero, por ejemplo, ha subido en el DF y ha tenido algún descenso en Guadalajara o Cuernavaca.
¿De qué manera pueden servir este tipo de ejercicios para implementar políticas públicas?
En países donde las encuestas son un instrumento muy apreciado se les considera como el punto de partida imprescindible para el diseño de políticas públicas, es claro que allí donde se presenta mayor incidencia es donde las autoridades deben tomar medidas específicas contra ella. Pero además una encuesta victimológica nos va a decir en voz de la propia víctima cuál fue su experiencia en el Ministerio Público. Se le pregunta a la víctima si denunció el delito, la víctima dice que no. También se le pregunta por qué no lo denunció. Entonces ahí tenemos una respuesta de un gran valor para una política pública. No denunció el delito porque los trámites son largos y difíciles, porque se pierde mucho tiempo, porque el Ministerio Público no pone mucho interés.
Si denunció el delito, pues qué pasó con su denuncia, cuál fue el resultado de la averiguación previa, en qué porcentaje se recuperaron las cosas robadas, en qué porcentaje se consignó al delincuente. Entonces ahí la autoridad se puede dar cuenta de cómo está el Ministerio Público. Las víctimas nos están diciendo cuál fue su experiencia de victimización. De qué manera lo auxilió la policía, de qué manera actuó el Ministerio Público, por qué no acudió a la policía, cómo se realizó el delito, si se utilizaron armas, cuál era la edad que le calculó a los delincuentes, etcétera. Por eso es un instrumento indispensable para el diseño de políticas públicas.
¿Realmente tiene solución el problema?
Tiene solución y tenemos ejemplos muy recientes de cómo una política pública puede ser exitosa contra la criminalidad. Un ejemplo es el del Nueva York de Giuliani que logró un descenso de la criminalidad en prácticamente todos los rubros, todos los delitos, realmente espectacular. Desde luego tiene mucho que ver con las condiciones sociales que se presentan en un lugar y en una época determinadas. Giuliani tiene gran éxito con su política de “cero tolerancia y ventanas rotas”, en un contexto donde Estados Unidos está disfrutando de una enorme bonanza económica, y eso ayuda mucho. Aunque sería absolutamente simplista y por lo tanto falso decir probreza igual a criminalidad, eso es absurdo, incluso las entidades con mayor incidencia delictiva del país no son las más pobres, sin embargo no podemos cerrar los ojos ante la realidad de que las condiciones sociales influyen mucho en la criminalidad.
¿Qué papel juega la reforma al sistema de procuración de justicia en la solución?
Nuestras instituciones de seguridad pública y de procuración de justicia son una verdadera zona de desastre. Cualquiera que ha tenido la mala fortuna de tener que ir al Ministerio Público a presentar una denuncia, a dar seguimiento a una denuncia, sabe esto. Parecería una institución diseñada para no funcionar bien. Me tocó vivirlo muy de cerca como presidente de la Comisión de Derechos Humanos durante ocho años del DF, la queja número uno durante esos ocho años fue la de las víctimas porque sus averiguaciones previas no caminaban, caminaban muy lentamente o se estaban integrando mal, todo lo cual produce impunidad. Y los agentes del Ministerio Público pueden actuar con toda negligencia y aun con corruptelas sin que haya un sistema de supervisión eficaz. Entonces una averiguación previa puede durar todo el Paleolítico, no porque tenga una dificultad técnica que lo amerite sino por la negligencia, falta de vocación, incapacidad, falta de profesionalismo.
¿Y qué medidas podría contener esa reforma?
Requerimos una policía perfectamente capacitada para una labor tan importante, como es la preservación de las condiciones de seguridad pública. Una policía muy bien preparada que lograra conquistar la confianza de la población y capacitar a los que ya están en activo y desde luego depurarla de los abundantes elementos que son nefastos.
Y en el Ministerio Público, además de una capacitación urgente y muy profunda de quienes están en activo, hacer un proceso de selección muy riguroso para los aspirantes, no es posible que cualquiera que tenga un título de Derecho sea Ministerio Público; debe seleccionarse a quienes tengan gran vocación de servicio, grandes conocimientos jurídicos e idear un sistema para supervisar la actividad de cada agente del Ministerio Público, que puede ser el siguiente y que lo ha propuesto el ICESI.
Que las denuncias se presenten por Internet: que haya módulos donde cualquier denunciante pueda acudir, donde edecanes muy amables tomen la denuncia por Internet, que para acceder a su averiguación previa se le dé un NIP al denunciante y que todo el tiempo sepa qué es lo que pasa con su averiguación y cómo va avanzando. Y que también tengan acceso a esas averiguaciones los mandos superiores de la procuraduría, por ejemplo el fiscal de cada delegación, para que cuando una averiguación previa en cierto tiempo razonable, digamos en tres o cuatro meses no haya concluido, o para que cuando en una averiguación previa, entre una diligencia y otra hayan pasado varias semanas sin que se haya hecho nada, se active una alarma y el superior pueda llamar al Ministerio Público a cuentas.
¿La inseguridad es un asunto de percepción?
En muy buena medida así es. Cuando nos enteramos de un crimen espeluznante aun en las ciudades más seguras, la gente siente que hay inseguridad. Entonces cuando un muchacho por motivos pasionales, por despecho, mata a los hermanitos de su novia, ése es un crimen que ocurre cada 100 años y sin embargo, la gente de la colonia y la ciudad donde se vio siente que va a pasar todas las noches.
El que los medios nos bombardeen con las noticias que tradicionalmente se han llamado de nota roja en una buena parte de los noticiarios y los diarios incrementa a veces injustificadamente la percepción de inseguridad.
¿De qué manera los medios podemos asumir nuestra responsabilidad frente al tratamiento de estos temas?
Es una pregunta muy difícil, y yo no tengo la respuesta. Si un muchacho mata por motivos pasionales a los hermanitos de su novia, ésa es noticia. ¿Por qué nos gustan los programas policiacos, donde hay sangre, donde hay crimen? Porque reflejan la parte oscura de nuestra alma que no podemos negar. Cualquiera está interesado en leer por qué ese muchacho mató a los hermanitos de su novia, cualquiera quiere enterarse viendo una película, leyendo un relato, por qué una mujer despechada mató a su esposo porque se enteró de que era bígamo. Entonces son noticias que no pueden silenciarse, quizá lo adecuado fuera darles un espacio equilibrado; entonces sí, es muy atractivo para el público saber que ayer mataron a una muchacha en un café Internet y que hubieron otros crímenes, pero también es importante que se dé cuenta que un niño mexicano ganó una olimpiada en matemáticas, que en tal parte del país ocurrió un hecho muy importante para la economía, la política, la cultura. Entonces el equilibrio sería la fórmula más adecuada, pero ya regular ese equilibrio sería algo más complicado.
¿Que se dé en un terreno de autorregulación?
Desde luego, porque nadie tendría derecho a decir no publiques eso, porque son hechos reales, no los está inventando la prensa.
Sor Juana decía, hace muchos siglos y en una ciudad con otras características, que cuando ocurría un crimen lo mejor era que el diario no lo dijera, porque se podría dar un fenómeno de imitación. Al respecto, ya dijimos que hay regiones del país muy inseguras, otras no, pero uno de los periódicos o de los noticiarios se queda con la impresión de que hoy se mata mucho más que nunca. No, no es así. En el mundo está disminuyendo la incidencia de homicidios. Criminológicamente hay una convención para medir los delitos por cada cien mil habitantes. Entonces hay un dato muy impresionante, en 1997 en el país en promedio se cometían 19 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes; en 2000, se cometían 14, y en 2006, se cometieron 11. Es decir, el homicidio doloso está bajando, en México y en el mundo. Aunque en México estamos muy lejos, por ejemplo de alcanzar las tasas tan bajas que tiene, por ejemplo, la Unión Europea, mientras en países de la UE, en Australia o Canadá, la tasa de homicidios es de dos o tres, entre nosotros es de diez.
¿Se pierde la capacidad de asombro ante los crímenes tan violentos que vemos en los medios?
Yo diría que no, que ante ciertos fenómenos, de espanto y, en la gente más sensible hay la capacidad de indignación. Escuché en un taxi la noticia de que una muchacha fue muerta en un café Internet porque un delincuente la tomó como rehén y en ese momento se dio la noticia de que el delincuente la había matado, después se supo que fue un policía al tratar de evadir al delincuente. Pero el taxista iba indignadísimo, decía “qué hijos de la chingada, cómo pudieron matar una muchacha de 20 años”. Y bueno, era una noticia terrible que nos impactó al taxista y a mí, pero a mí me produjo cierto alivio que el taxista se indignara. Cuando una noticia así ya no nos sacude, estamos perdiendo una parte de nuestra alma, de la capacidad de dolernos de lo que le pasa al prójimo.
De qué manera los medios podemos contribuir a darle una perspectiva diferente al tema, y no sólo limitarnos a registrar hechos de sangre.
El fenómeno criminal se presta a un abordamiento muy rico por parte de los medios, entonces se puede hacer un relato literario de buena calidad para hacer la crónica de un crimen; da lugar al análisis criminológico, antropológico, psicológico de los móviles de una persona que llega a ese extremo de cometer un crimen, y da lugar también a cómo está funcionando nuestro sistema de justicia y cómo va la cuestión social entre nosotros, cómo son las condiciones de nuestra convivencia. Finalmente cuando una persona comete un crimen grave, como un homicidio, una violación, un secuestro, está yendo contra esa vocación de convivencia que tenemos los seres humanos.
¿Qué papel tienen los medios como espacios de participación ciudadana? Sobre todo cuando hablamos de altos índices de no denuncia de los delitos.
Creo que los medios pueden plantear las cosas de tal manera que se combata la apatía de los ciudadanos, que participen en lo que esté a su alcance en esta labor tan importante que tiene que ver con la seguridad pública y la procuración de justicia. Pero finalmente los ciudadanos participan cuando hay incentivos importantes, es decir, alguien va a denunciar un delito cuando sabe que esta denuncia tiene posibilidades altas de ser atendida. La gente le va a tener confianza a la policía cuando sepa que es confiable.
¿Qué pasa con la narcoviolencia, que suele ser muy espectacular. De alguna manera puede incidir en la percepción que se tiene de la inseguridad aunque se trata de un problema con una naturaleza totalmente diferente?
Sin duda. Cuando nosotros leemos que en un centro nocturno de Uruapan o de algún poblado de Michoacán se colocaron cuatro cabezas cercenadas en la pista de baile; cuando nosotros sabemos que llegaron unos narcotraficantes a un restaurante y en presencia de todo el mundo, a plena luz del día, mataron a una persona contra la cual iban a cobrar venganza, eso nos aterra. Nos aterra pensar que grupos de personas muy poderosas están desafiando al Estado, nos aterra pensar que la delincuencia que normalmente es un fenómeno más o menos realizado en condiciones de sigilo, porque el delincuente trata de robar en un callejón solitario, nos aterra saber que hay delincuentes que abiertamente desafían al Estado. Y que en algún momento podrían incrementar su poder.
Pero un fenómeno mucho más complejo y a la vez más difícil es de qué manera esos crímenes espectaculares entre narcotraficantes inciden en la delincuencia común que nos afecta a todos. Creo que sí inciden porque en una ciudad donde el narcotráfico hace de las suyas, aumentan los homicidios, aumentan los robos, aumentan los secuestros, etcétera, pero no hay una relación de causalidad. Creo que es deber del Estado mantener a la delincuencia acorralada; y por eso es que el presidente Calderón desde el principio de su gobierno dice “voy a recuperar territorios que están en manos de los narcotraficantes”. El narcotráfico nunca va a desaparecer, salvo que se despenalizaran las drogas, pero se trata de que los narcotraficantes no sean dueños de las calles.
¿Cómo pueden contribuir los medios a que los ciudadanos comprendan en su dimensión real la narcoviolencia?
Por una parte con la presentación del grueso de la noticia que es insoslayable; por otra, el análisis de gente que conoce del tema y que no lo soslaye ni lo exagere, ni lo dramatice, pero tampoco lo disimule.
Ahora bien, los medios escritos tienen muy pocos lectores, en los electrónicos uno es el espacio de noticiarios que da las noticias y otro es el espacio de análisis, éste también tiene pocos espectadores. Es lo otro lo que llama la atención. Entonces los medios pueden contribuir, me parece lamentablente en una medida muy limitada.
¿Hasta qué punto los medios hemos desdeñado este problema al limitar la cobertura a hechos de sangre?
El crimen es un fenómeno grave, que requiere atención en todos sentidos y es un fenómeno que requiere ser abordado con calidad periodística. A mí me gustaría que hubiera algún periódico mexicano, y si hubiera varios mejor, que tratara un crimen, que hiciera la crónica, la reseña, el análisis y el seguimiento de un crimen como lo hace, por ejemplo, El País de España. Desaparece una niña y es un escándalo pero no en el sentido de fomentar el morbo del público, sino en el sentido de decir “nosotros somos una sociedad civilizada y no podemos permitir que desaparezca una niña, tenemos que hacer todos los esfuerzos porque esa niña aparezca y tenemos que hacer todos los esfuerzos como sociedad para que ya no haya desapariciones de niñas”. Y aquí se da un tratamiento morboso a un hecho similar. Y algunos periódicos, incluso, hacen mofa y chunga del crimen: “Se echó a dos”, la expresión “se echó” es una expresión que en otro sentido podría ser jocosa pero referida a un crimen es una expresión como celebratoria, de algo que es una verdadera tragedia; cada crimen es una tragedia.
Ésa podría ser la cabeza de periódicos como La Prensa, que además son los que más se venden.
Y es muy probable que sin ese tratamiento de los crímenes no se vendieran así. Eso nos está indicando el nivel cultural y de sensibilidad del público lector. Alarma y Alerta han sido publicaciones en México de enorme éxito, difícilmente un periódico de enorme calidad tendrá ese éxito.
¿Hasta qué punto los medios en un afán de no solapar la impunidad, caemos en el extremo de asumirnos como juzgadores de un crimen?
Una de mis principales críticas a los medios de aquí, es posible que no pueda hacer una sola excepción en cuanto a los periódicos, es que cuando se detiene a un presunto delincuente por un delito, es una noticia con un gran espacio y hay una sentencia anticipada de los medios. Cuando meses después, en los casos en que ese delincuente es absuelto, la noticia es que se le absolvió, entonces el espacio dedicado ya no es el mismo.
Su detención ocupó primera plana y grandes titulares, y la absolución aparece en páginas interiores cuando mucho con un pequeño llamado en primera plana sin que los periódicos se ocupen jamás de decir cuáles fueron los argumentos que tuvo el juez para absolver a esa persona. Porque finalmente si un juez lo absuelve es porque no encontró pruebas que permitieran considerarlo culpable y los periódicos ya no le dan importancia a eso. Entonces es la luz de bengala de la espectacularidad del crimen lo que les atrae y no el afán de conocer exactamente lo que pasó.
¿Y en el terreno de quienes cubren la fuente policíaca y de justicia? ¿De qué manera deben prepararse los reporteros para entender por ejemplo, un asunto como el de la reforma al sistema de procuración de justicia?
Un hecho criminal de cierta importancia y trascendencia da para un análisis muy rico, para una reseña muy rica, para un tratamiento de alta calidad que echamos de menos en las páginas de la prensa diaria y en los espacios de los noticiarios.
Los reporteros deben tener una preparación específica, haría mucho bien que los reporteros llamados de nota roja, por ejemplo, leyeran literatura policíaca. A veces la sintaxis (de la nota roja) es bastante deplorable, pero un periódico que quisiera ser de buena calidad, el reportero de esta fuente tendría que ser muy bien seleccionado, que tuviera vocación por estos temas y muy bien preparado para que los pudiera tratar a la altura de la calidad a la que debería aspirar un buen periódico.