Mailer, biografía de su tiempo

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Norman Mailer se dispersa en su obra, en una biografía que representaría un reto de altura para el historiador más versado. Mailer errante, cautiva, encanta y fascina, o al contrario, Mailer para el repudio y la condena, nunca un centro, siempre el extremo que representa la realidad cruda y pura, honestidad brutal que abreva en lo autobiográfico y logra aquello que quería Dostoievski en el autor: experimentar en vida propia la psicología de la obra, habitarla y luego describirla, observar de cerca al yo y exponerlo a un límite que se va ensanchando a fuerza de superarse, roto por convicción en la búsqueda de historias nuevas.

El mundo Mailer es el testimonio de un tiempo –la posguerra y los años sesenta y setenta, sobre todo,– descrito de primera mano, en la inmediatez de la juventud (Como Kerouac y Ginsberg) y del éxito precoz (como Dylan y Wolfe): de Vietnam, el napalm,

Hiroshima y los gulags individuales o colectivos, al macartismo, Cuba, Marilyn Monroe y el muro de Berlín, para coincidir en el mismo escenario que habitaría el existencialismo francés y que forjaría ímpetus y heroísmos, ideales e ideologías que terminarían por llamarse La peste, Las moscas… Con Sartre: “si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia… y este ser es el hombre”. En el caso de Mailer, la realidad humana sometida a los retruécanos de la ficción que termina en la compasión ante el asesino, en la deificación del yo como materia narrativa, con sus consecuentes tinos y desatinos: el escritor ahonda en lo que podría llamarse las “zonas vulnerables” de la sociedad, pone la culpa en entredicho, replica los rituales del sexo y el incesto, recorre el miedo del cáncer y la paranoia, describe al hombre sometido a la violencia en el ring de boxeo, provoca, enciende, denuncia, señala, pone el dedo en la llaga y sonríe curioso ante el resultado, porque sabe que es de suyo la materia prima de toda escritura, la vida y sus euforias. “Somos criaturas que hemos escapado, más o menos, al control de nuestro creador”, sentenció en una de sus últimas entrevistas, publicada por el periódico argentino La Nación (3 de noviembre de 2007).

Lo prueba todo, es protagonista de su espacio y de su tiempo y todo ello queda en forma de novelas, crónicas, poemas y obras de teatro, pero también activismo, debate, conciencias que se movían y revoloteaban por los límites de una época; la obra de Norman Mailer suma 39 libros (el último, una biografía de la infancia de Hitler, El castillo en el bosque, está por publicarse bajo el sello Anagrama), dos premios Pullitzer (en 1969 y 1980, por Los ejércitos de la noche y La canción del verdugo, respectivamente) y la creación del género llamado “nuevo periodismo” o “periodismo literario”: el medio concebido para retratar las profundidades de una época –también nuestra– en la que el hombre queda en el centro, a la sombra del propio hombre. Y Mailer habitando ese centro, pleno del hombre mismo.

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