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Albert Einstein, Mahatma Gandhi, George Bernard Shaw y Mark Twain son los nombres de los personajes famosos a quienes los falsificadores de citas apócrifas más se las adjudican en la red. Son incontables los sitios en Internet donde dan por cierta una anécdota de Marilyn Monroe y Einstein. Es falsa.

La historia es más antigua que el nacimiento de la hermosa actriz. Fue la bailarina Isadora Duncan (San Francisco, 27 de mayo de 1877-Niza, 14 de septiembre de 1927) quien le dijo al escritor irlandés George Bernard Shaw: “Usted y yo deberíamos tener hijos: tendrían mi belleza y su inteligencia”, y él contestó que “mejor si no los tenemos, por si acaso nacen con mi belleza y su inteligencia”.

Otros citan que fue así: “Deberíamos tener un hijo juntos, así sería bello como yo e inteligente como usted”, a lo que el dramaturgo respondió, frío como el hielo: “Eso sería peligroso: ¿y si saliera al revés?”.

Si alguien citara: “El derecho ajeno es la paz”, tendríamos muchos problemas con la gente que la creyera y quisiera obtener la paz con un “derecho ajeno”.

Así ocurre con ciertas frases sacadas de su contexto, como una muy socorrida en la red para demostrar que dios existe o que, por lo menos, quien la dijo era creyente: “Dios no juega a los dados con el universo”, y se la adjudican al físico.

Supongo que primero alguien citó: “Dios juega a los dados”; pero el carácter incierto o azaroso del resultado de tal lanzamiento dejaba muy mal a dios, así que otro la cambió y le agregó “no”.

No obstante, si conociéramos el contexto, sabremos qué quiso decir exactamente el físico.

En el libro Albert Einstein, The Human Side: New Glimpses from His Archives, leemos:

You are the only person I know who has the same attitude towards physics as I have: belief in the comprehension of reality through something basically simple and unified… It seems hard to sneak a look at God’s cards. But that He plays dice and uses ‘telepathic’ methods […] is something that I cannot believe for a single moment.

(Eres la única persona que conozco que tiene la misma actitud hacia la física que yo tengo: la creencia en la comprensión de la realidad a través de algo básicamente simple y unificado… Parece difícil dar un vistazo a escondidas a las cartas de Dios. Pero que juega a los dados y utiliza métodos “telepáticos” […] es algo que no puedo creer por un instante).

Como se informa ahí mismo, ese texto se encuentra en una carta que Einstein le escribió al matemático y físico húngaro Cornelius Lanczos el 21 de marzo de 1942 (pág. 68).

¿Cuál crisis?

Abunda en las redes un breve texto (también convertido en meme) adjudicado a Einstein que inicia así:

No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos […] La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia […]

Es tal la reproducción de la sentencia que hasta en Wikipedia aparece en la “Página del usuario”. Pero no hay ninguna prueba de que el físico la escribiera o la pronunciara en alguna conferencia. No está en el libro que algunos citan como origen de la opinión: The World as I See It (El mundo como yo lo veo), publicado en 1949 e integrado por artículos, entrevistas, cartas y opiniones del físico. Sí toca el tema de la Depresión estadounidense de 1929, pero no dice lo que se muestra en el texto famoso.

Cristiano a fuerzas

En su afán de sumar adeptos a su religión o a su creencia, hay quienes no dudan en mentir o inventar anécdotas, historias o cartas donde a un personaje le sucede algo milagroso o diserta sobre dios. Tal es el caso del escritor José Saramago, a quien se le adjudica un texto:

“Hijo es un ser que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más”. Pero el premio Nobel de Literatura de 1998 siempre se declaró ateo. A pesar de que su viuda lo ha desmentido, el texto sigue circulando en las redes.

Otro famoso del que echan mano los que pretenden conseguir adeptos para su religión es Einstein; son varios los casos, como cuando, dicen los inventores, el físico dejó a su hija Lieserl una carta para que la guardara y que, “cuando la humanidad estuviera preparada, la mostrara al mundo” (buen pretexto para justificar por qué no salió a la luz antes). Se explica que el documento venía entre las mil 400 cartas donadas por esa hija en 1980 a la Universidad Hebrea, con la orden de no publicar su contenido hasta dos décadas después de su muerte. Según los mentirosos, Albert le dice a su hija:

Cuando propuse la teoría de la relatividad, muy pocos me entendieron, y lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la humanidad también chocará con la incomprensión y los prejuicios del mundo. Te pido aun así, que la custodies todo el tiempo que sea necesario, años, décadas, hasta que la sociedad haya avanzado lo suficiente para acoger lo que te explico a continuación.

Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no ha sido identificada por nosotros. Esta fuerza universal es el amor.

Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas.

El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor.

Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la vida. Ésta es la variable que hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo. […] Tu padre [Albert Einstein].

Lieserl nació en 1902, antes de casarse Albert con la madre, Mileva Maric, también física, quien vivía separada de él por problemas con la familia de Einstein porque ella era serbia y él no ganaba bien.

Se cree que Lieserl murió de escarlatina (en 1903), porque en la segunda de las dos cartas donde se menciona a la niña, Mileva le cuenta a Albert que la nena sufre de esa infección; también se cree que fue dada en adopción al poco tiempo. En realidad Einstein nunca pudo haberle escrito ni entregado ninguna carta a una hija desaparecida.

Es obvio que la carta a la hija no la escribió alguien que haya estudiado física en la escuela, mucho menos un físico porque, en la última parte que transcribo, dice que el amor es fuerza y luego energía; confunde “fuerza” con “energía”, que pueden ser sinónimos, pero en esa disciplina son conceptos totalmente diferentes. Además, sobre eso de que ella la diera a conocer al mundo: ¿no sería más importante que él lo hiciera?

Y no se necesita ser científico para saber que el amor no está en ningún nivel de la física para su estudio; se ubica en sistemas neuronales (en el cerebro, no en el corazón). Así que los científicos no olvidaron “la más invisible y poderosa de las fuerzas”. Por más que se ame, ese sentimiento no mueve ni una piedrita.

Por otro lado, la investigadora Katharine Rose buscó en la Universidad Hebrea una copia de la carta, pero no la halló. Siguió sus pesquisas y encontró a la doctora Diana Kormos- uchwald, directora del Proyecto Einstein Papers en el Instituto de Tecnología de California (Caltech), quien le dijo que sí hubo una donación a la Universidad Hebrea, pero no por Lieserl, sino por Margot Einstein, hijastra del físico, pero no incluía la carta que se buscaba (http://www.huffingtonpost.com/katharinerose/the-truth-behind-einsteins-letter-n- he-universalforce- of-love_b_7949032.html). “Este documento no es de Einstein”, le dijo Kormos-Buchwald.

Hay que señalar que durante la vida del científico nunca se habló de esa niña; no fue sino hasta después de descubiertas esas cartas, en los años ochenta del siglo pasado, cuando se conoció de su nacimiento. La carta es falsa. Einstein no pudo escribir ni entregar tantos absurdos a quien él sabía que ya no existía. Pero el afán de creer hará que siga circulando…

Hay muchas más frases falsas atribuidas a Einstein, de las que daremos cuenta en otra ocasión. Para terminar escribo una entrevista ficticia con un supuesto gurú.

Einstein, dios e Internet

Después de ver la cantidad de gente que hace circular un texto donde se afirma que un Albert Einstein muy joven deja en ridículo a un profesor y prueba la existencia de dios, decidí consultar al maestro Yaguer. Como siempre, lo encontré meditando en su banca preferida en el zócalo de Ciudad Huaxe.

–Maestro –le dije con respeto–, quiero su opinión sobre un asunto de Einstein.

El Yaguer, como si adivinara, me dijo:

–Ah, ése del que un profesor atarantado preguntó:

“¿Dios creó todo lo que existe?”, y que eso ocurre en la Universidad de Berlín.

Dije que sí.

–Pues me parece que tanto el maestro como el estudiante son un par de tontos… Observa el razonamiento del chico:

»“De hecho, señor, el frío no existe. Según las leyes de la física, lo que consideramos frío en realidad es ausencia de calor. Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, y el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor”.

–Y, así sigue con la “oscuridad”, “el mal”… – agregó el maestro Yaguer–. Mira cómo razona:

»“El mal es simplemente la ausencia de dios; es, al igual que los casos anteriores, un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de dios. Dios no creó el mal. No es como la fe o el amor, que existen como existen el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a dios presente en sus corazones. Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz”.

–¡Patrañas! –dijo el Yaguer–. ¿Qué universidad? ¿Y qué tipo de clase era esa en donde el profesor andaba preguntando sobre dios? Se sabe el nombre del estudiante (Einstein), pero no el del atarantado profesor que no pudo refutar tan absurdos argumentos del muchacho. El profesor también pudo haber dicho:

»“El tiempo tampoco existe, es una consideración del hombre. El vacío no existe, es la ausencia de materia; el blanco no existe, es la ausencia de… etcétera”.

»“Por otro lado”, pudo seguir el profesor, “el bien es el valor otorgado a una acción de un individuo, es una inclinación natural a fomentar lo deseable, motivado por una comprensión del entorno, de las personas y de uno mismo. Un conjunto de buenas acciones (acciones bien ejecutadas) que propugnan lo bueno para el propio individuo”.

»El profesor pudo rebatir al joven Einstein al señalar: “Usando tu lógica, el bien no existe; es un valor, una consideración del ser humano. Por lo tanto, la ética no tiene sentido porque estudia el bien y el mal. Así que, ¿cómo puedes decir que el mal es la ausencia de Dios, si a Dios no lo puedes estudiar como a la luz y al calor? ¡Y no me salgas con jaladas de que se estudia en la Biblia!”.

»Por otra parte –me dijo un poco escamado el Yaguer–, si Einstein creía en dios, ¿qué tiene que ver con que exista o no exista?

»Esa anécdota es falsa o, por lo menos, no es del genial físico. Eso de “la Universidad de Berlín” es estúpido. Einstein jamás estudió allí. Su familia se cambió a Suiza y él ingresó en el Instituto Politécnico de Zúrich en 1896 y terminó en 1900 (ya casado).

»Sobre su idea de Dios –abundó el maestro–, podemos darnos cuenta en una carta fechada en marzo de 1954, que fue incluida en el libro Albert Einstein: The Human Side, editado por Helen Dukas y Banesh Hoffman y publicado por Princeton University Press. Einstein dice:

»”Por supuesto era una mentira lo que se ha leído acerca de mis convicciones religiosas, una que es repetida sistemáticamente. No creo en un dios personal y no lo he negado nunca sino que lo he expresado claramente. Si hay algo en mí que pueda ser llamado religioso es la ilimitada admiración por la estructura del mundo, hasta donde nuestra ciencia puede revelarla”.

–Y en otra parte –agregó el Yaguer

»“La palabra ‘dios’ para mí no es más que la expresión y producto de las debilidades humanas; la Biblia, una colección de honorables pero aún primitivas leyendas que, sin embargo, son bastante infantiles. Ninguna interpretación, sin importar cuán sutil sea, puede (para mí) cambiar esto […]. No puedo imaginarme un Dios que premia y castiga a los objetos de su creación, cuyos propósitos están modelados según los nuestros […] un Dios, por decirlo brevemente, que no es sino el reflejo de la fragilidad humana. Tampoco puedo creer en un individuo cuya vida sobrevive a su cuerpo, a pesar de que almas débiles mantienen semejantes cosas por miedo o un egoísmo ridículo” (entrevista en The New York Times, 19 de abril de 1955).

–Espero haber iluminado tu vida –me dijo el greñudo, y volvió a su meditación.

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