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viernes 08 noviembre 2024

Oaxaca, mediatizada

por Adrián Ortiz Romero

Podría catalogarse como una imprecisión decir que en un conflicto bélico la primera víctima es la verdad: como es evidente, la primera víctima de la revuelta es precisamente la paz. Y así como el periodismo es acaso la vía más idónea de los ciudadanos comunes para hacer el recuento de las causas que originaron un conflicto, la forma en que esos habitantes comunes lo padecieron y las soluciones que se vislumbran o se proponen para darle fin, lo cierto es que en los hechos, la actuación de los medios respecto de una crisis no siempre resulta ser la más adecuada ni la más comprometida con la sociedad a la que se debe.
Se puede hablar de las guerras. De Irak, Líbano o los Balcanes. Sin embargo, al cerrar 2006 los mexicanos no debemos ir tan lejos en nuestros análisis y apreciaciones para comprender la calidad de medios que tenemos: en Oaxaca vivimos un conflicto de proporciones mayores que así como vino se fue, que evidenció plenamente el grado de madurez de los medios, sus compromisos reales con la sociedad, y también las deficiencias que en muchos casos torcieron las causas y las soluciones de un problema que no debió extenderse, en perjuicio del más de medio millón de personas que habitan la capital oaxaqueña.

Litigar en los medios

Oaxaca no fue la excepción: al perder la paz se perdió la verdad, y el conflicto comenzó a ventilarse y enjuiciarse en los medios. En muy buena medida, los fines del periodismo se perdieron y el asunto se redujo a una guerra entre buenos y malos. Cada medio asumió una postura en torno al tema y de ahí comenzó el litigio de este grave problema en los medios, y no en las decisiones de Estado y en las mesas de diálogo. ¿Cómo se explica un ciudadano, la justificación mediática de la instalación de una barricada, tal como sucedió en Oaxaca? Pocos fueron los medios locales, y muchos menos los del DF, los que hablaron del vía crucis y el peligro que causaban los más de mil 500 retenes impuestos por la APPO en las calles de la capital.
De nuevo: ¿cómo justificar la toma violenta de oficinas públicas en nombre del “pueblo”? ¿Cómo avalar la existencia de un tribunal popular en el zócalo de Oaxaca, la realización de juicios sumarios y la ejecución de sentencias por parte de un grupo que, nos guste o no, nació al margen de la ley? ¿Cómo decir que se busca justicia y equidad por medio de la violencia, el miedo y la destrucción? ¿Cómo ocultar o evadir, también, que el gobierno de Oaxaca fue rebasado desde el inicio del conflicto, y que el gobierno federal mostró tan evidentemente su temerosidad o complicidad por omisión con la APPO? Porque todos tuvieron su cuota de culpa. ¿Cómo hacerlo?

¿Ser el problema o la solución?
Como nadie pudo justificar ni asumir su responsabilidad, cada una de las partes en pugna dejó que el problema lo resolvieran los medios. Y en muy buena medida, éstos fueron doblemente responsables por justificar o satanizar a los responsables, por confundir y por contribuir a que esta crisis se profundizara, primero por no asumir un compromiso ético y responsible con la sociedad y no con las conveniencias; y segundo, por prestarse a hacer el trabajo sucio que los grupos de poder fueron incapaces de hacer para justificar su estulticia y sus obsesiones.
En esa lógica se entiende la actuación de medios locales como el periódico Noticias. Cobijados en una bandera de la persecución y un ataque a la libertad de expresión (que se explica de forma precisa por la pugna entre el grupo gobernante que venció electoralmente al que encabeza el ex adversario de Ulises Ruiz en 2004 y hoy senador Gabino Cué y su suplente, Ericel Gómez Nucamendi, dueño del rotativo en cuestión), ese medio se dedicó a vocear las acciones de la APPO, a justificar la violencia y la destrucción, a exacerbar la crispación, a incluir consignas como parte de su información, y a torcer y confundir el compromiso social y ético del periodismo con la realización del trabajo propagandístico en favor de un grupo político. En Noticias jamás hubo una solución propositiva que no fuera copia fiel de las exigencias de la APPO.
Finalmente el grupo Noticias tuvo razones políticas para asumirse como el vocero de la APPO y no es éste el lugar ni el momento para ventilar esos motivos. Lo interesante en el manejo de la información fue precisa mente la línea editorial que tuvo Noticias abiertamente en favor de la APPO, y que hoy que terminó el conflicto y que ellos como medio pactaron una tregua con el gobierno estatal, no saben cómo manejar. Porque, a lo largo del enfrentamiento político-social, se asumieron como parte del problema y hoy no encuentran la posibilidad de convertirse en parte de la solución.

Los priistas y los “appistas”
Sin embargo, hay que reconocer un enorme mérito no sólo de los asesores mediáticos de la APPO, sino también de Noticias y otros medios que siguieron esa tendencia editorial. La descalificación no sólo se circunscribió a los grupos de poder y a los ciudadanos para llevarlos a apoyar sus causas, sino que intencionalmente lograron extenderla a los medios y supieron usarla en su favor. La estrategia no sólo incluía decir que quien no fuera appista traicionaba al pueblo y era del PRI, sino también descalificar a todos aquellos medios (impresos, radiofónicos o de televisión locales y del DF) que no estuvieran de acuerdo con las acciones de la APPO e identificarlos como “priistas”. Esa estrategia permeó al inicio del conflicto, y todavía hoy existe mucha gente convencida de que en Oaxaca no convergen más que appistas y priistas.
Hicieron con ello desaparecer de la percepción ciudadana las posiciones neutrales, lo que evidentemente representó un golpe en seco para la objetividad que pretende cada medio. Esa percepción creada desde las estaciones de radio secuestradas por la APPO a lo largo de seis meses, fue la que utilizaron algunos medios para asumir posturas o difundir información que no era del todo correcta: se decía, por ejemplo, que era “el pueblo de Oaxaca” el que ponía barricadas, cuando lo correcto era informar que los retenes eran colocados por simpatizantes de la APPO, no por todo el pueblo, que en realidad estaba padeciendo noches de encierro y terror, como nunca antes había vivido.
Pero también fue utilizada para descalificarse entre medios: todo aquel que no comulgaba con la APPO era priista y estaba traicionando al pueblo de Oaxaca por haberse vendido al “tirano” Ulises Ruiz Ortiz. Esto, a pesar de la condición de que se presume correcto lo que dicen las mayorías. Y aquí, mientras un rotativo y una frecuencia radiofónica asumían como acertadas y justas las acciones de la APPO, 27 medios electrónicos e impresos locales decían lo contrario. En ese sentido, el tiempo puso a cada quien en su lugar. Más allá de las conveniencias políticas de cada uno, lo cierto es que las acciones de la APPO evidenciaron la materia de la que estaba hecha esa organización, y luego de la quema de más de una treintena de edificios en el Centro Histórico de Oaxaca (25 de noviembre) los medios que por mucho tiempo justificaron la violencia, no tuvieron otra opción más que callar y aceptar sus yerros.

Silencio obligado

La reflexión, evidentemente, debería incluir el papel que jugaron en este conflicto las estaciones de radio comerciales de la capital oaxaqueña. Sin embargo, su participación se reduce al secuestro y al mutismo obligado de las verdaderas empresas de comunicación. El secuestro que inició el magisterio con Radio Universidad en junio pasado, se extendió luego a las instalaciones y señales de la Corporación Oaxaqueña de Radio y Televisión y luego a cinco emisoras comerciales, que permanecieron secuestradas entre agosto y octubre de 2006. No se puede hablar de la actuación de la radio cuando ésta fue acallada. La voz de los informadores dio paso a instigadores que hoy se encuentran prófugos de la justicia, y que desde los micrófonos de las señales robadas exacerbaron el odio, llamaron a la población a levantarse contra el Estado mexicano y dirigieron movilizaciones y ataques violentos. Si algún responsable hay de infinidad de violaciones a los derechos humanos, la agresión que sufrió Ricardo Rocha cuando hacía su trabajo periodístico en Oaxaca y el choque violento entre simpatizantes de la APPO y la PFP en inmediaciones del campus de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca ocurrida el 2 de noviembre, ellos son las personas que estuvieron frente a los micrófonos de Radio APPO.

¿Y el compromiso social?
¿Dónde quedó el compromiso social de los medios? Oaxaca fue la mejor muestra de esa inmadurez mediática que existe en nuestra sociedad. Hasta hoy, pocas son las propuestas y las explicaciones que se ofrecen del conflicto. Pocos han sido los periodistas que se han dedicado a explicar cabal y minuciosamente las causas que le dieron origen, las soluciones reales que consideran pertinentes, y la consideración de la visión y las vivencias de quienes no participaron más que como parte de los daños colaterales que generó este asunto.
En el terreno de los medios, esta crisis evidenció la tendencia política de muchos de ellos, la predominancia del amarillismo, su falta de compromisos reales con la sociedad, y la poca o nula visión que tuvieron para hacer un periodismo objetivo y visionario que propugnara por la paz y no por la exacerbación de los problemas con el ánimo de tener mayor audiencia, conseguir ganancias para grupos políticos por medio del chantaje o simplemente vender más periódicos.

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