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jueves 07 noviembre 2024

¿Ocaso del periodismo?

por María Marván Laborde

Sin lugar a dudas el escándalo que envuelve al magnate Rupert Murdoch obliga a la reflexión sobre el presente y el futuro del periodismo. Aparentemente es sólo un problema de ética; sin embargo, la dimensión del sismo, proporcional desde luego al tamaño de su imperio, obliga a reflexiones profundas en el mundo de la comunicación. Traerá consecuencias mucho más allá del periodismo de tono amarillo.

Permítanme unir este problema con la reunión que el pasado 12 de julio tuvo lugar en Washington. Estados Unidos convocó a más de 60 gobiernos de otras latitudes, a decenas de organizaciones de la sociedad civil y a representantes del sector privado para hacer una alianza que trabaje de manera activa en la construcción de políticas abiertas.

Los primeros deberán proporcionar información y permitir el acceso a bases de datos crudos, mientras que los segundos se comprometen a desarrollar conocimiento a partir de la información gubernamental. Fue una jornada absolutamente esperanzadora en términos de la posible edificación de una nueva relación entre gobernantes y gobernados.

Llamó mi atención que los grandes ausentes fueron los medios de comunicación. No sólo no estuvieron presentes, sino que nadie, absolutamente nadie, pensó que hacían falta o que tuvieran un papel relevante en el futuro de esta nueva relación.

La tecnología ha transformado de manera sustancial las formas de comunicación. No se trata solamente de que todas y cada una de las diversas instancias de gobierno tengan una buena página de Internet. Al poner a disposición información utilizable y explotable, el ciudadano se informa ya sin pasar por el filtro de los imperios mediáticos. La comunicación “directa” pasa por Internet, por Facebook, por Twitter y por cualquier otra de las nuevas herramientas que están por surgir.

El siglo XVIII vio nacer el periodismo, lo que propició una nueva relación entre gobernantes y gobernados. No podríamos explicar la Revolución Francesa sin el periodismo. La gran discusión entre federalistas y confederados se dio a través de los periódicos de la época. Años más tarde, en México, los periódicos del siglo XIX fueron la plataforma que hospedó la discusión fundacional entre liberales y conservadores.

Habermas analizó claramente el papel de los medios en la transformación de la esfera pública y predijo el ocaso de aquellos al haberse convertido en jugadores políticos activos y rehenes del poder económico de dueños y anunciantes.

En las décadas recientes, el periodismo de escándalo ha crecido y disminuido el informativo. El conservadurismo y puritanismo de los medios se ha aliado, en la peor combinación posible, al periodismo de escándalo. Ante la falta de propuestas y proyectos antagónicos, frente a la ausencia de utopías alternativas, el centro de la información “política” gira en torno a la vida sexual de tal o cual presidente, sus hábitos de consumo o el hijo concebido en una relación extramarital.

¿La crisis del imperio de Murdoch trastocará sólo a un consorcio informativo?
¿Podemos anticipar un punto de quiebre de la esfera pública, y por tanto, de la democracia misma? De ser así, habrá que ver el papel que jugarán gobernantes y gobernados, cuales serán las nuevas formas de relación, de asociación y cuáles los nuevos mecanismos de participación. ¿A partir de qué se va a estructurar la articulación de intereses, claramente en competencia? Aún es cierto que la suma aritmética de individuos aislados, aunque conectados por la tecnología, no hacen democracia.

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