Para Emilio Ebergenyi, Raúl Jardón y Agustín Granados
Creo, esquemáticamente, que hay dos etapas de la radio en México: cuando era un vehículo para escuchar atentamente e, incluso, para reunir familias, y la fase actual de estruendo, donde la vibración importa más que nada.
En mi infancia y parte de mi adolescencia, los aparatos eran iguales pero el mueble imprimía el sello a la familia que lo poseía. Los pobretones tenían uno cuadrado y simple; de la clase media para arriba, fina madera: el diseño, los botones e incluso algunas teclas de metal o hasta marfil daban el toque de “distinción”.
Los primeros sacaban a la banqueta sus aparatos, mecedoras y hasta hamacas, y mientras platicaban con parientes y amigos oían música, radionovelas y, ocasionalmente, otros programas. Quienes habitaban en edificios antaño modernos, se congregaban los domingos por la noche a escuchar algunas series entonces famosas.
Una de ellas, estampa única en las series policíacas, iniciaba así: “Cuidado, Carlos… Dispare, Margot, dispare”. Era el detective apellidado Lacroix, quien le ordenaba a su secretaria que abriera fuego contra algún enemigo amenazante. Claro, no faltaban los músicos desde los estudios Azul u Oro de la W. Agustín Lara, Pedro Infante, Toña “La Negra”, Jorge Negrete, entre muchos otros. Y las comicidades del Panzón Panseco; las sapiencias de Tomás Perrín, Pepe Alameda (toros) y Antonio Andere (deportes), más los concursos del Doctor IQ.
Cuba nos dio, cuando menos, dos inolvidables emociones: la radionovela El derecho de nacer, basada en la obra de Félix B. Cagnet y La tremenda corte, súper actual por los despropósitos del juez y las picardías de “Tres patines”.
Llegó la modernidad y los aparatos empezaron a producirse de diversos materiales, especialmente de metal y plástico; las bocinas aumentaron de tamaño; las selecciones iban desde El Fonógrafo hasta las de rock, pasando por las que, a fuerza, se hicieron informativas las 24 horas del día en la época de Luis Echeverría (por ejemplo, XEX, antecedente de Formato 21).
Cómo olvidar a XELA, una joya que aguantó muchos años hasta que la transformaron para mal. Actualmente tenemos Radio UNAM y 94.5. Todas ellas con música culta o sinfónica.
Las de música banda son ahora las más escuchadas. Recientemente, el novelista Elmer Mendoza, en un programa de tele acerca de Los Canelos de Durango y los corridos de narcotraficantes, dijo que ese ritmo le ganará a los mariachis. Seguramente no, pero es imposible cerrar los ojos ante la realidad de una cultura que está entrelazada con Estados Unidos.
La información se ha vuelto una mercancía que atrae, distrae y manipula a los oyentes. Hay más de 25 noticiarios diferentes, todos luchando por ser los primeros en audiencia. Diversas encuestas leemos a cada rato, donde se dice que alguno es el “número uno”.
A propósito, viene a la memoria, José Gutiérrez Vivo. Duró un cuarto de siglo en el cuadrante, la mayoría del tiempo en la cúpula. Innovó en muchos sentidos, supo aprovechar las experiencias de la radio cultural y desarrolló un grupo de profesionales que chambean en diversos medios. Una jugada perversa de Marta Sahagún y Vicente Fox, además de pésimos manejos administrativos, lo sacaron del juego.
Carmen Aristegui también fue “dejada en el aire” por el grupo Prisa y Televisa (verso sin esfuerzo). Asunto que todavía se debate pero no aclaran los dos consorcios mencionados. Hoy está, para bien de sus seguidores y la libertad, en MVS.
Radio Fórmula es el más importante en noticias. Aunque frente a periodistas de toda la vida: Pepe Cárdenas, Ricardo Rocha, López-Dóriga, et al. Tenemos locutoras simples: Paola Rojas.
Imposible dejar de mencionar a Radio Educación, un oasis en el cuadrante, y sus múltiples aportaciones (saludos, Antonio Tenorio Muñoz Cota) y, desde luego, al IMER con sus vaivenes, hoy a cargo de Ana Cecilia Terrazas.
Recuento a ojo de pájaro.