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jueves 26 diciembre 2024

Patricia Mercado Castro: “El Siglo XX es el de las mujeres”

por Ruth Esparza Carvajal

Estamos en la preparación de nuestro número de aniversario, el noveno aniversario de etcétera, y decidimos dedicar la edición a los principales símbolos del siglo pasado, como la Coca Cola, el Muro de Berlín. Y consideramos que el siglo XX fue de gran avance en la conquista de los derechos de la mujer, la liberación femenina. La mujer no es un símbolo pero la pregunta es: ¿cuáles serían los símbolos más emblemáticos de esta liberación?

Sin duda, el reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. En México, a principios de los 70, cuando se legaliza la píldora anticonceptiva; ahora todo mundo piensa que fue una cosa normal pero realmente estaba prohibida antes de 1970. La vida de las mujeres cambió radicalmente: poder, a través de los métodos de anticoncepción, decidir sobre el número de embarazos y de hijos. También es otro símbolo la entrada masiva de las mujeres al mundo del trabajo. En realidad la píldora anticonceptiva se legaliza porque se necesitaba a las mujeres en el mundo del trabajo, eso es la doble moral de todo lo que ha sido la defensa y el reconocimiento de los derechos reproductivos de la mujer. Otro gran símbolo fue la ciudadanía. La ciudadanía de las mujeres fue reconocida en el mundo en¡ los años 40 a los 50, cuando antes había sido negada esta posibilidad de votar y ser votada; entonces tenemos uno de los grandes símbolos en momentos sufragistas. Otro símbolo: la revolución tecnológica de los aparatos electrónicos, o sea, cuando aparecieron los refrigeradores y las planchas eléctricas y las lavadores; eso redujo los tiempos de trabajo, de tal manera que las mujeres empezaron a estudiar y a poner ciertos negocios: entrar en el mercado del trabajo, ayudar más en el campo. Creo que esos son o me parece que podrían ser los símbolos más importantes que se dan en la segunda mitad del siglo XX.

Aunque inician desde la Primera y Segunda Guerra Mundial. La mujer entra a la jornada del trabajo, empiezan las guarderías, el control natal.

Exactamente. Otro gran símbolo es cuando se legislan los derechos de los trabajadores, cuando aparece la jornada de 8 horas y todo lo que eso significa. También, a finales de 1959, principios de 1960, se firma la Convención contra todas las formas de discriminación contra las mujeres; es un gran acuerdo de toda la comunidad internacional que es vinculante, o sea, que todos los países están obligados a cumplir la eliminación de la discriminación. Y ahí tiene que ver no solamente la entrada de las mujeres al trabajo, sino también la reglamentación de sus derechos, sobre todo los derechos a la maternidad, la posibilidad de tener hijos sin perder el trabajo. Entonces, los grandes momentos se dan en el siglo XX, el siglo de las mujeres, porque las mujeres, de manera masiva entramos al mercado de trabajo, a las universidades, al mundo de lo público. Estamos muy atrasados todavía en la entrada de los hombres a lo privado, pero la salida de las mujeres a lo público se da masivamente.

Esa sería la tarea. Estamos las mujeres en lo privado y en lo público y por eso hay un doble esfuerzo.

Claro. Las mujeres, en el siglo XX, ganamos libertad; la libertad de estudiar, la libertad de trabajar, la libertad de votar, digamos que las mujeres somos parte del entramado de los seres humanos y tenemos acceso a todos los derechos. El tema es que aquellas cosas que solamente hacíamos nosotras nos las seguimos quedando, las seguimos haciendo nosotras. Entonces, ahora la agenda que los organismos internacionales traen, y es una de las plataformas del movimiento de mujeres, es lo que se le llama la conciliación familia-trabajo. Ya no es como el siglo pasado, se concilió el binomio maternidad-trabajo: que te pudieras embarazar, que no te despidieran, que tuvieras tus días de incapacidad, tus días de lactancia, permisos maternos para hijos enfermos. En este momento es la conciliación familia-trabajo. El cuidado de los sujetos vulnerables -niños, personas con discapacidad, viejos enfermos-, que hasta ahora ha estado en manos de las mujeres, es una obligación del Estado, de la sociedad, de las mujeres, de los hombres, de todos. Todo lo que implica la conciliación familia-trabajo es la agenda del siglo XXI, porque de otra manera las mujeres no avanzaremos, nos costará muchísimo trabajo porque seguimos teniendo toda la otra responsabilidad y, humanamente, muchísimas mujeres no pueden más que con la jornada laboral, no pueden aventurarse, no pueden estudiar, trabajar y, además, la familia. Es decir, no pueden hacer distintas cosas porque el tiempo de vida es limitado.

La aparición de la minifalda, el pelo corto y el destape de las mujeres es paradójico porque tiene que ver con un emblema de símbolo sexual.

También es parte de la liberación. Es la posibilidad de la mujer decidir sobre su sexualidad. Antes, las mujeres sólo podían vivir la sexualidad y el placer con motivos de reproducción. Uno de los grandes avances es el reconocimiento del derecho a vivir una sexualidad libre, sin violencia, sin coacción. Es, también, un acuerdo internacional muy discutido; una de las grandes discusiones en la última de las conferencias de las mujeres en Beijin China, en 1995, fueron dos párrafos que hablaban sobre esto, que decían que las mujeres tienen derecho a vivir una sexualidad libre. Fueron 15 días de discusión porque querían quitar los párrafos. Se rompió aquello de que el hombre tiene sexo con la prostituta, y su esposa es sólo para tener hijos.

Ahí hay un doble juego: por un lado, hay más mujeres que ejercen su libertad sexual y, por otro, está la utilización de la imagen femenina como objeto sexual.

Más bien es lo de atrás; la mujer siempre ha sido considerada un objeto sexual, las mujeres hemos sido divididas entre decentes y putas. La decente es la mujer en su casa, con sus hijos. La puta es la de la calle, la que tiene relaciones sexuales antes del matrimonio. De una u otra manera las dos son objetos sexuales: su decisión, su sensibilidad, su sexualidad no juega, no está en la mesa, una es para la reproducción y la otra es para el placer del hombre, y por eso la violencia sexual doméstica y extra doméstica hacia las mujeres. Una de las grandes batallas que se ganó a fines del siglo XX fue el reconocimiento de la violencia doméstica como un tema de Estado; desde la primera vez que se dijo hasta cuando se legisló pasaron más de 30 años, en 1998. Creo que también es una de las grandes fracturas que hubo: dentro de la casa mandaba un hombre, en este momento no, al interior de una casa manda el Estado de derecho. Hay derecho a la intimidad, digamos todo lo que tiene que ver con tu vida privada, siempre y cuando no violes los derechos humanos de absolutamente nadie al interior de un hogar.

Tengo la percepción de que las nuevas generaciones desconocen esta evolución del trato hacia las mujeres y, en ocasiones , la importancia de la lucha por la equidad de género. ¿Cuál crees que es la causa de ello?

Los cambios en los últimos años han sido tan rápidos que las nuevas generaciones no tienen muy claro que esto no existía hace poco. Hay una población joven muy grande surgida de madres que en los últimos 30 ó 40 años cambiaron la percepción sobre sí mismas, mujeres que se valoran a sí mismas y que fueron capaces muchas de educar a sus hijas. Sus niñas ya fueron a la escuela, donde pasan muchas cosas que tienen que ver con discriminación, pero finalmente están en la escuela. Pero creo que hay muchas mujeres jóvenes que no han vivido todavía, que no se imaginan lo que es la discriminación; incluso el movimiento feminista es un movimiento de mujeres bastante grandes, la renovación ha sido muy complicada porque las chavas tienen retos completamente distintos a los que podríamos haber imaginado mujeres que tenemos hoy 40 ó 50 años. ¿Cuáles? Decíamos conciliación familia-trabajo.

Si la equidad de género beneficia a ambos sexos, ¿por qué hay una oposición tan fuerte de los hombres, sobre todo, y de algunas mujeres a avanzar hacia esa equidad?

Estos cambios han traído una disfunción en las relaciones entre hombres y mujeres. Los hombres de 30-35 años hacía arriba todavía están en la dinámica de que ellos tienen todo el poder, ellos tienen que ser proveedores. Las mujeres fueron educadas de otra manera, no necesitan un proveedor, pueden compartir, pueden decidir. Ahí hay un desencuentro, los hombres no han terminado de reformar lo que significa la masculinidad y se ha trabajado poco con ellos. El movimiento de las mujeres ha trabajado más con las mujeres, y los hombres han trabajado poco consigo mismos. Son muy nuevas las generaciones donde hay hombres educados por mujeres que han trabajado con su hijos nuevos modelos de masculinidad. Estamos, en este momento, en una transición. Además , los hombres empiezan a perder espacios y tampoco les gusta: si deja de ser proveedor, a veces las mujeres ganan más, él pierde su posibilidad de poder. En este reajuste sí está habiendo problemas, por eso la violencia hacia las mujeres ha aumentado, el asesinato de mujeres ha aumentado. Y, también, hay pocas mujeres no dispuestas a cambiar, son las menos; más bien hoy hay mujeres diciendo “yo no quiero concesiones, yo soy igual que él, no me den concesiones porque soy mujer, voy a competir, no me interesa que me vean como mujer; que me vean como empresaria, como política, como obrera”.

Es un avance muy importante; sin embargo, en los sectores conservadores, aunque la mujer salga a trabajar, es la responsable del hogar. Y, cuando una familia se desintegra o los hijos tienen problemas de adicciones o de cualquier otro tipo, la responsabilidad recae en la mujer.

Lo que pasa es que siempre la sociedad va más adelante que las instituciones, éstas tardan más en acomodarse a las nuevas realidades. Tenemos muchísimas leyes en donde si el hombre se casa con la joven que raptó, ya no es penado.

Además se tiene que casar con él.

Exactamente. En muchos lugares, por ejemplo, si en el caso de una niña violada por el padre se dice que ella consintió, son como cinco días de cárcel. ¿Qué pasa con esas leyes? Nadie las toca; no funcionan y ahí están, no se mueven. Los mecanismos institucionales son muy reacios, cambian muy lentamente y nos cuesta mucho trabajo porque se están viviendo otras cosas, pero no puedes litigar, no puedes quejarte sobre un acto de discriminación porque esto va absolutamente lento.

¿Cómo operaría una sociedad con equidad de género, cómo la imaginas?

La imagino gobernando 50 y 50% hombres y mujeres, una sociedad paritaria, ni siquiera con cuota, el reconocimiento de que las mujeres y los hombres somos iguales. La sociedad es mixta y tienen que representarse en el poder mujeres y hombres. Y, por supuesto, ninguna brecha salarial, nuestra brecha salarial es muy alta, México es uno de los países con brecha salarial; en este momento, tú estudias empresas, el servicio público, y las mujeres llegan hasta ciertas categorías salariales y ocupacionales. Entonces, ¿cómo ves una sociedad equitativa? Una sociedad en donde mujeres y hombres transitan por toda la escala ocupacional y toda la escala salarial, ves mujeres y hombres en el mundo empresarial en los mismos rangos; igual ves a mujeres y hombres compartiendo la vida reproductiva familiar, es decir, puedes ver un hombre cuidando a sus hijos durante un año, ella tenía mejor trabajo, él no, él podía pedir ese año, veo que ese hombre o esa mujer que se queda cuidando a sus hijos pequeños, pueda regresar a esa fuente de trabajo. Esto necesita un cambio en nuestro sistema de seguridad social, para que los derechos sean transportables y universales. Esas son el tipo de cosas que, si las acomodáramos, habría muchas cosas que podríamos hacer.

¿Qué importancia o qué lugar ocupan estos temas en tu participación política?

Mucho. Yo decidí participar en política, incluso partidaria, para que estos se vuelvan temas de primer orden. La participación política se pregunta cómo ponemos estos temas que no solamente tienen que ver con las mujeres, sino que tienen que ver con la posibilidad de desarrollar la convivencia, más ordenada, pacífica. Había que entrar en política para poner eso como centro y hacerlo parte de la agenda nacional.

¿Qué impacto ha tenido? ¿Cómo ha incidido en tu trabajo, positiva y negativamente?

Muy positivamente. Los movimientos de mujeres y feministas son los movimientos sociales más exitosos de los últimos tiempos, hemos logrado cambios culturales muy profundos y, casi podemos decir, irreversibles: cambios en política pública, cambios legislativos. Yo aporté lo que yo podía aportar, como muchos otros aportaron muchas otras cosas. Todas han sido aportaciones muy positivas. Claro, me enfrenté a los obstáculos que se enfrentan todas las mujeres de diferentes perspectivas para poder hacer pactos más iguales entre mujeres y hombres, entender que estamos aquí, que llegamos para quedarnos y que tenemos que ponernos de acuerdo finalmente. Mi saldo ha sido muy positivo, he sido parte de movimientos muy exitosos, como son el ambientalista y el de derechos humanos.

¿Cuáles podrían ser los símbolos para el siglo XXI?

Conciliación familia-trabajo, creo que esa es la gran agenda, que se entienda que el cuidado de los vulnerables no es una responsabilidad de las mujeres, las mujeres tienen que hacer su parte, los hombres su parte y el Estado su parte. Viene un cambio demográfico muy fuerte, va a ver una población enorme, una población vieja muy grande y las mujeres no van a poder cuidar a sus padres viejos; entonces tendrán que reconocer que los viejos van a necesitar políticas públicas para vivir con dignidad, la generación de una economía del cuidado, que incluso puede generar millones de fuentes de trabajo, de servicios. Ese será un gran símbolo. Otro es la paridad democrática, que la sociedad admita que no queremos cuota las mujeres, que queremos el espacio que nos corresponde, que es mitad y mitad. Ahora lo que se dice es “bueno, sí están muy bien las cuotas pero cuando haya procesos democráticos no se aplica la cláusula”.

Hay un discurso que dice que no hay mas mujeres porque no quieren estar, porque no hay más mujeres para llenar esos espacios en el ambiente político en los medios.

Por eso estos dos símbolos tienen que ir paralelos. Por supuesto que no va a haber suficientes mujeres si las mujeres siguen teniendo la responsabilidad del cuidado de los vulnerables, es humanamente imposible. Además, los procesos de capacitación necesitan tiempo de formación, mientras las mujeres estén con estas responsabilidades, no pueden; no es que no quieran, es que no pueden. ¿Cómo no van a querer si hay estatus, hay dinero, hay poder de decisión? Si tú no tienes esta responsabilidades, tienes tiempo para formarte (cursos, eventos, foros, te metes a la nueva tecnología, información), tienes tiempo para relaciones; por ejemplo, la política es un tema de relaciones y de comunicación. A qué hora vas a tener relaciones, si lo que quieres es salir, tienes que llegar a tu casa, no te puedes quedar estableciendo una red informal, no hay tiempo por eso. La conciliación tiene que ir paralela, si no, no lo vamos a lograr, no vamos a llegar, deja tú a la paridad, a muchas otras cosas.

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