No sé si usted lo sepa, querido lector, pero un servidor estudió una carrera científica llevado por misteriosos caminos cerebrales. En ella aprendí de las fanerógamas y el esternocleidomastoideo un conocimiento tan útil como La Hora Nacional. Bien, también aprendí que existe en ciencia una cosa que se llama “plagio” que está gravemente penada y que consiste de manera elemental en que un señor haga suyo un trabajo que no le pertenece y se haga pendejo dando el crédito que corresponde. Hay casos históricos en los que los plagiarios se han dado unos rostizones históricos y han pagado las consecuencias siendo expulsados sumariamente de sus centros académicos.
En el año 2007 Guadalupe Loaeza fue descubierta plagiando enterito un texto de una periodista argentina y la ¿escritora? No tuvo más remedio que disculparse y ofreció el argumento notabilísimo de que había sufrido un “ataque de diverticulitis” (Dios). Juró que no lo volvería a hacer pero recayó exactamente un mes después y en este caso lo atribuyo a la “falta de tiempo” (Dios). Las consecuencias, más allá del descrédito ante los pobres hombres y mujeres que son sus lectores, fue nula. El periódico Reforma no la tocó ni con el pétalo de una amonestación. Más recientemente y como se sabe Sealtiel Alatriste, al que sus cuates le dieron el Villaurrutia, fue desnudado públicamente por Guillermo Sheridan como un plagiario irredento y el asunto tuvo derivaciones, algunas bastante histéricas, que me interesa compartir con usted, querido lector.
1) La documentación del plagio es inequívoca y contundente. No hay lugar a la interpretación. Alatriste tomó textos ajenos y los firmó como propios.
2) La posición de Alatriste como alto funcionario de la UNAM como un agravante. Si a los alumnos se les pide que no copien lo que no les corresponde ¿cómo permitir este ejemplo? El asunto no corresponde al terreno “privado” como lo expresó el Rector, es desde luego un tema público, un probable delito y no tenía que ser permitido con esa pasividad por las autoridades universitarias.
3) La defensa es por lo menos enternecedora. Alatriste reconoce lo que hizo pero le parece de lo más natural, casi casi un homenaje en el que desgraciadamente el homenajeado si se entera le podría meter una demanda que lo deja ciego.
4) Como es ampliamente sabido la cultura en México se manifiesta en forma de capillas intelectuales, grupos de interés o de plano mafias en las que se arropa a los propios y se denueste a los extraños. Ello no me parece ni bueno ni malo nomás peculiar. Sin embargo leí con estupor cómo la defensa de Alatriste por parte de sus contlapaches tenía la lucidez de un pisapapeles. Por un lado le cayeron a palos a Sheridan porque “era un ataque a la UNAM”. No mamen. Es como si un Profesor Investigador de la FES Zaragoza entrara en mi casa, se clavara los ceniceros, lo denunciara y fuera acusado de “atentar contra la UNAM”. Sin embargo, esa no fue la defensa más patética, la otra que escuché y que me dejó pensando en algunas características de la gente, señaladamente lo pendeja que puede llegar a ser, fue la idea de que era “una campaña de desprestigio orquestada desde la derecha y el gobierno”. Ante un argumento así uno no sabe si reír, llorar o rezar ya que el único desprestigio posible en este sainete es el del autor que toma textos que no son suyos y los publica muy campante con su firma.
El numerito, finalmente, ilustra muchas cosas; nuevamente la capacidad de las redes sociales para magnificar una noticia además de la confirmación de que en este país nunca pasa nada y cuando pasa, no pasa nada. Asimismo la muy mexicana costumbre de buscar el complot en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Estoy seguro de que Alatriste pronto hallará un hueso, por lo pronto entiendo que los head hunters de Cannon y Xerox lo tienen en la mira como uno de los candidatos a la presidencia regional en América Latina. De no ser el caso ojalá entienda que un abuso tiene consecuencias y que éstas no pueden minimizarse con la impunidad que pretendió ¿o sí?