El primer asalto lo ganó Felipe Calderón. Supo poner a millones en contra del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Radio y televisión, más infinidad de gacetilleros, dieron a conocer una serie de anomalías que ocurrían en la compañía Luz y Fuerza del Centro. Todas, sin variar, atribuidas a los trabajadores, como si la empresa fuera una señora piadosa y austera. Pero ya sabemos que en estos tiempos el linchamiento es lo característico para expiar culpas y granjearse amistades efímeras.
Nadie hubiera apostado a que una manifestación gigantesca, multitudinaria, festiva e irreverente, cambiaría una decisión que aparecía como la de quien trata de poner orden cuando la desbandada es lo singular. En esta ocasión dio resultado la gran marcha, quizá debido a que la crisis es tan profunda e inevitable que muchos detractores de los trabajadores electricistas asistieron a su encuentro.
El SME ganará algo en la negociación. ¿Por qué no insistir que el triple play sea para uso común? Basta ya de que empresarios y cabilderos se enriquezcan. Como en Argentina -bien, Cristina-, debe haber un sector social que pueda, sin costo, difundir sus ideas, propuestas, adicciones, etcétera. Parafraseando a Voltaire, es indispensable alentar la discrepancia.
El triunfo no es únicamente del SME, también le corresponde a los necios que durante años han luchado por manifestarse, incluso ofrendando la vida de sus amigos, compañeros y amantes. ¿Tendrán el SME y la izquierda altura de miras o querrán únicamente cosechar para su terreno? Si es lo segundo, la victoria será una derrota más para las fuerzas progresistas. Si es lo primero, ganarán a largo plazo. Bello dilema.
Pero resulta anacrónico, por decir lo menos, querer vencer con volantes a las pantallas. Las nuevas rutas se hacen con herramientas diferentes, comunitarias, desacralizadoras: la Internet, la pantalla, el sonido. Que es necesario ponerse al día, lo mostró hasta el refractario de Andrés Manuel López Obrador, quien ahora ya usa Twitter.
Antes, en las elecciones, varios entraron a la red de redes, mandaron propaganda por computadora y hasta intentaron movilizar a la gente a través de celulares. Pero los jóvenes, especialmente, no hacen caso a dichas informaciones. ¿Por qué? Debido a que ellos se identificaron con aquellos que les hablan con “la neta”, quienes escriben de sus anhelos y angustias, de sus vibras y sus fracasos. No con los políticos que únicamente lo hacen por oportunismo.
Por ello, en la campaña pasada, un grupo nos acercamos, nuevamente, al PRD. El falso de Jesús Ortega dijo que le interesaba el asunto y, a los pocos días, ni siquiera contestaba las llamadas. Buscó profesionales del caso y el fracaso está a la vista. Era obvio: querer tener empleados que dialoguen en lugar del político, lleva a la ruina. Algo que debe tomar en cuenta AMLO: o se capacita y acepta las quejas de los otros o el juguete será de corto tiempo.
Dice bien Vicente Verdú en su más reciente libro, El capitalismo funeral (Anagrama): “la crisis no ha desencadenado aún grandes manifestaciones populares, pero ¿quién duda que las habrá? (…) ¿Para lograr algún resultado eficaz? No es probable”. Y sentencia: “pero va dando a luz una nueva época en la que la masa, en vez de hallarse apoltronada y obediente, se incorpora a la protesta”.
Esa masa bombardeada por los medios de difusión, columnistas que en lugar de reflexionar repiten consignas visibles, funcionarios que se burlan de los humillados o, cuando más, les proporcionan limosnas sexenales; ellos, los más, se mueven con dificultades. Producto también, no hay que soslayarlo, de una izquierda que ha lucrado para sí o sus egos personales. Izquierda -si se vale el término- que hace años no intenta hacer plurales los medios de difusión para evitar que unos cuantos nos quieran imponer el camino.
Nuevamente Verdú: “¿Otro mundo es posible? A lo mejor, cuando menos se esperaba y por donde menos se intuía, su luz ha prendido ya.