jueves 14 noviembre 2024

Sin/Con documentos

por América Pacheco

Llegué sin aliento y puntual a mi cita con el destino. Nada me faltaba. Nada podía salir mal otra vez.

Pasé los primeros dos filtros: la revisión de documentos y el llenado y firma de formatos. El tercero y más importante era la entrevista. Me dieron pase directo a la ventanilla 16. Este es el momento de hacer una pausa y acotar que por algún vericueto de tesitura kármica, deuda al destino o puta mala suerte, siempre, pero SIEMPRE encuentro a mi paso a versiones maltrechas de un personaje famoso. Aclaro que no me refiero a toparme con gente muy parecida a otra, no, lo que yo encuentro es la copia tailandesa, calada, garantizada. Puros clones de Tepito. Cuando tuve de frente al funcionario que tendría el honor de entrevistarme, supe que todo valdría madre: era la xerocopia de Enrique Peña Nieto, la copia de impresora con el último hálito de toner.

Primero me miró como si de nuestra entrevista dependiera mi libertad condicional por homicidio culposo. Todas sus preguntas referentes a mis datos personales dejaban un tufo de sospecha. Le pareció extrañísimo que al preguntar mi nombre dijera: “Tengo 38” y corregir al instante, “No, tengo 39, lo siento, los acabo de cumplir y no me acostumbro”. No me creyó. Me lo hizo saber con una mueca tan agria como ano de hiena. Después le pareció extraño que la dirección de mi credencial de elector tuviera una diferencia con el domicilio declarado en el acta que denuncié el extravío de mi pasaporte anterior. La errata del domicilio de mi madre me perseguiría por siempre. Ella vive en una colonia donde todas al calles tienen nombre de ríos. El río que le tocó nombrar las calle de mi cabecita de algodón es Drave, aunque el nombre real es Drava. Los libros de geografía cuentan que pertenece a Europa Central meridional, cuya cuenca nace en Italia y termina su curso en el río Danubio. Pero por un misterio asociado a la injusticia poética, el recibo del agua, del predial, de la luz, e incluso Google Maps, el nombre de esta diminuta calle es DRAVE. El porqué el IFE/INE declara el domicilio como DRABE escapa por completo de mi control y comprensión. Enrique Peña Nieto me regaló su segunda mueca del día mientras garrapateaba una segunda nota en un post-it verde. La hecatombe se desplomó sobre mi cabeza cuando al sujeto le pareció objeto de escrutinio judicial que mi credencial mostrara el número 04 en su extremo derecho. Yo jamás había reparado en el significado de ese numeral, pero en ese instante se me explicó que significaba el número de veces que se había tramitado la credencial de elector. Mi espina dorsal comenzó a helarse y el detonante causal de mi divorcio se apoderó de mí.

Podría jurar que mi rostro mostraba las bondades del color verde bandera. Levanté la voz sin darme cuenta. ¿En serio me estás haciendo esa pregunta? ¿Sí te has percatado que vivimos en una ciudad insegura? ¿Sabes cuántas veces me han asaltado llevándose mis pertenencias? Y eso sin contar las veces que he olvidado mi cartera con identificaciones. Había puesto en peligro mi vida por el olvido de mis fotografías justo esa mañana. ¿Acaso tenía que agregar más?

“Eso a nosotros no nos interesa, señorita. Que usted tenga una credencial con el número cuatro es objeto de sospecha de identidad falsa y pasaremos a escrutinio sus documentos A MENOS que cuente con una identificación oficial adicional”. Tardé cuatro meses en obtener UNA oficial, quizás para las fiestas navideñas sería capaz de conseguir otra. Pero a ese grandísimo cabrón mis penurias le tenían sin cuidado. Me condujo a una sala de espera. Como en separos. Como delincuente potencial. Como si nacer pendejo –si la perdiste–, pobre e ignorante–si no cuentas con certificado de primaria o cédula profesional o maldecido por la mala suerte –si te asaltaron cuatro veces en la vía pública– te condena de facto al pabellón del fraude potencial. Mientras esperaba el dictamensentencia en la silla cuyo segundo nombre era incomodidad, leí la siguiente advertencia en un letrero gigantesco colocado frente al lugar asignado nomás pa’ mí: “En aquellos casos en que del análisis de la documentación o información presentada o del resultado de la entrevista realizada se detecten inconsistencias o irregularidades, la SRE está facultada para verificar la autenticidad de los documentales recibidos ante la autoridad emisora y podrá requerirle pruebas adicionales que demuestren fehacientemente su nacionalidad e identidad. La expedición del pasaporte está supeditado al tiempo de respuesta de la autoridad correspondiente, por lo que su emisión no podrá realizarse en los plazos establecidos”.

V.E.R.G.A. Sentí lo que John Smith tuvo que haber experimentado cuando se le entregó el libro de mormón en sus manos trémulas. Ese letrero era un mensaje de dios y su destinataria no era otra más que yo. Lloré de emoción, supe en carne, pellejo y desvelo que mi destino había sido escrito ya, que no tenía caso huir, negociar, esconderse o pelear. Al menos no en ese instante.

Una hora después, escuché mi nombre al final del pasillo. Yo continuaba en éxtasis transcribiendo el mensaje de Dios en una hoja de papel que pedí prestada a una bestia del señor que dormitaba en otra banca. Caminé lento, sin prisa. Sabía lo que vendría y estaba dispuesta a no negociar mi futuro. Señorita, hemos detectado que sus documentos requieren un escrutinio fase dos. Si todo sale bien, su pasaporte estará listo la próxima semana. Traiga este número de folio para que le de seguimiento al trámite de reposición.

Regreso a casa, reflexioné largamente acerca de cómo este calvario para obtener un nuevo pasaporte arrebató a mi vida apacible 120 tortuosos días, e hizo considerar muy dentro de mí que Dios existe y me detesta, pero cuando leí que en Brasil solicitar el trámite más elemental le lleva al ciudadano promedio la bicoca de 152 días repartidos en 15 sub-trámites, pensé en que nunca había sido tan claro aquel viejo precepto de consuelo de idiotas.

Acudí el día señalado a recoger mi pasaporte. Ni siquierareparé en el rostro del servidor público que depositó al El Dorado en estas manos ansiosas. Tuve miedo de reconocer en él la cara de Felipe Calderón, y no, ni madres. Ese maldito liliputiense michoacano jamás volvería a estropearme un día más en la vida. Pasaporte en mano salí corriendo rumbo a Monte Pelvoux No. 111, piso 4, Col. Lomas de Chapultepec, Delegación Miguel Hidalgo C.P. 11000 México, D.F., dirección que alberga el Consulado de Finlandia, demarcación geográfica que posee el galardón del país menos burocrático del mundo. No requieren visa, adoran a los mexicanos y se encuentra lejos, muy lejos de la Colonia Guerrero. Aunque siempre, siempre me quedará Uganda como plan B.

Who fuckin´ knows?

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