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martes 08 octubre 2024

Sólo espectáculo

por Mauro Cerbino

Ecuador ha vivido diez años de radical inestabilidad política, en los que ha habido ocho presidentes, lo que significa múltiples crisis institucionales. Al respecto, la prensa pudo haber tenido una actitud más crítica, pero en su lugar lo que ha predominado es una actitud más bien reactiva, los medios reaccionan a una agenda de temas ya impuesta por los poderes formales y, particularmente, reaccionan a los temas o inquietudes que se plantean desde el Ejecutivo.

La prensa no cumple con su labor de informar, de difundir información relevante, su actitud reactiva se traduce en construir el espectáculo, en la denuncia y el show político protagonizado por los poderes. El hecho es que no le han dado espacio, importancia y profundidad a la política y a lo político; no han sabido dar cuenta de la aparición de nuevos actores, como fue el movimiento indígena en los 90.

Dentro de los principales retos que enfrentan los periodistas ecuatorianos está el hecho de saber renovarse en cuanto a los aspectos del valor noticia y sus distintos criterios que la generan, de entender que su labor no es la misma que hace 20 o 30 años, pues existe un contexto comunicacional más amplio, con una avalancha constante de información cuyo desafío es la diversidad de perspectivas. Además, deben replantear la forma como se relacionan con la generación informativa rapidísima que hay en Internet y con la presencia sólida de los blogs. Por ejemplo, durante la crisis de la caída del presidente Lucio Gutiérrez y la toma de mando del vicepresidente Alfredo Palacio, en abril de 2005, buena parte de la reportería se hizo gracias a que los ciudadanos generaron información a través del uso de sus celulares, y no a través de los medios tradicionales.

Otro de los retos es crear mejores formas de interlocución con la ciudadanía, que es prácticamente inexistente: sólo un diario (de escasa circulación) tiene defensor del lector. Y aunque la mayor parte de los impresos tienen un código de ética, en gran medida son letra muerta, porque no hay una intervención externa que asegure su aplicación.

Un reto más es crear espacios donde haya reflexión y debate; además de consolidar el periodismo de investigación que se considera como un género más, y que se practica escasamente. La ausencia de agendas propias provoca que no se asignen recursos para el periodismo investigativo y que no se generen historias relevantes para la opinión pública.

La inexistencia de medios públicos de radio o televisión es un tema, que cada vez que aparece en el debate, es invalidado por quienes sostienen que pensar en éstos es pensar en medios propagandísticos de Estado o de gobierno. Hay la necesidad de discutir a fondo sobre la necesidad de la televisión pública, pero los intentos se descalifican cada vez que se plantean desde los gobiernos en turno; y hasta ahora ni las universidades ni la sociedad civil son capaces de plantear dicha discusión.

Con la TV privada existe una relación a veces tensa, debido a que ésta tiene la obligación de transmitir varias cadenas nacionales del gobierno, lo que distorsiona la comunicación política y gubernamental.

Existe un vínculo directo entre la propiedad de los medios y la línea editorial; esto se complica cuando los medios son propiedad de empresarios que tienen otras actividades, porque hay influencia de ámbitos diferentes al editorial (incluso, hay banqueros que poseen medios en Ecuador, aunque esto es prohibido por la ley). Pasa algo parecido con la radio, pues hay muchas emisoras que son propiedad de políticos.

Los principales medios televisivos son ECUAVISA y TC, en prensa escrita El Comercio en Quito, El Universo en Guayaquil, y el Extra a nivel nacional; además de revistas de política como el quincenario Vistazo (propiedad de ECUAVISA), y el semanario Vanguardia (editado por otro grupo de medios escritos).

Si miramos el contexto latinoamericano, los medios ecuatorianos han mantenido relativa credibilidad, a pesar de las múltiples crisis políticas que se han vivido en el país; incluso, hasta hace poco gozaban del mismo nivel de credibilidad que la Iglesia.

Sin embargo la credibilidad no es simplemente un valor positivo cuando se la asocia a los medios, pues muchos ciudadanos establecen con ellos una relación de fe o de creencia más que de credibilidad, la cual en lugar de ser constructiva y crítica los pone en la situación de tomar a ciegas el mensaje que los medios ponen a circular.

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