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jueves 07 noviembre 2024

Tan campante

por José Luis Durán King

Un año antes de que se quitara la vida, Marianne Kris, la psiquiatra que había ganado la confianza de Marilyn Monroe, tenía la certeza de que la actriz no temía al suicidio. De hecho, la estrella sentía más aversión por los sanatorios de enfermos mentales que por la muerte. Y había una razón para ese rechazo: su madre había sido una paciente regular de dichos nosocomios. Y la abuela también; de hecho, ésta había muerto en uno de esos establecimientos.

Así que cómo decirle a la rubia más prominente del cine de los años 50 que debía atenderse, que su equilibrio mental estaba más frágil que nunca. Marianne Kris encontró la forma: dijo a Monroe que necesitaba descansar y relajarse, y el mejor lugar para esos propósitos era el Hospital Payne Whitney de Nueva York, donde la actriz ingresó como “paciente” el 5 de febrero de 1961. Por supuesto, una vez dentro, Monroe supo que estaba en el peor de sus escenarios posibles.

En 2006, con base en el Acta de la Libertad de Información, fueron liberados varios archivos relacionados con Monroe. El escritor J. Randy Taraborrelli investigó durante diez años documentos que se remontan hasta 1950 antes de escribir y publicar su libro The Secret Life of Marilyn Monroe, en el que, lejos de los datos “explosivos” y “reveladores” que promete la cuarta de forros, el lector es testigo de la vida ordinaria de una mujer que salió prácticamente de la nada social para convertirse en un símbolo fascinante de la pop culture.

La historia oficial, hasta ahora no desmentida, señala que Monroe murió a causa de una sobredosis de barbitúricos el 5 de agosto de 1962, a los 36 años, en Brentwood, Los Angeles, California. A partir de entonces, más de 300 libros han hurgado en la vida -y algunos han tratado de escudriñar la mente- de una actriz hasta cierto punto segundona, pero cuya sensualidad ha sobrevivido su propio contrato con la vida.
Para la reportera Lori Leibovich, sin embargo, The Secret Life of Marilyn Monroe pierde la oportunidad de explorar uno de los episodios más interesantes y fascinantes tejido en torno a la enfermedad mental de la actriz, según lo apunta en su artículo “Marilyn Monroe Was More Mentally Ill Than We Knew”, publicado en la revista Slate, el 30 de septiembre de 2009.

Leibovich habla de la relación un tanto extraña que la estrella tuvo con el psiquiatra que la trataba en el periodo anterior a su suicidio, Ralph Greenson, un hombre que bien pudo haber sido su padre, y al que de hecho ella le pidió que la adoptara. “Después de que me invitaste a tu casa… he pensado cómo sería si yo fuera tu hija, en vez de tu paciente. Sé que no podría suceder mientras yo sea su paciente, pero después de que me cures tal vez podrías adoptarme”, escribió Monroe, a propósito de una agradable velada en la casa del especialista por el cumpleaños de la hija de éste. En esa ocasión, escribe Leibovich, Marilyn incluso enseñó a bailar twist a varios de los invitados.

Ralph Greenson fue en su momento uno de los analistas más competentes en la Meca del cine; por su consultorio, además de Marilyn Monroe, pasaron otros connotados actores como Vivien Leigh, Frank Sinatra y Tony Curtis, además de que escribió el libro La técnica y práctica del psicoanálisis. Sin embargo, toda su experiencia y ética profesional se fundieron como la cera al sol cuando conoció a la hermosa rubia, y reportes ulteriores señalan que el psiquiatra y la actriz hicieron algo más que bailar twist y verse como padre e hija.

“Grabaciones secretas”
En 2005, The Angeles Times publicó un reportaje acerca de unas “grabaciones secretas” presuntamente atribuibles a Monroe, en la que ésta confiesa a Greenson algunos episodios que, de haber sido ventilados en vida de la actriz, habrían levantado un gran revuelo. Por ejemplo, habla de su relación lésbica que tuvo por un tiempo con su colega Joan Crawford. Asimismo, menciona que el sexo con el escritor Arthur Miller, que fue su esposo, era “más o menos”; además, en los registros menciona que su rompimiento era inminente con el entonces ministro de Justicia de Estados Unidos, Robert F. Kennedy.

“La transcripción de esas cintas las entregó al Times un ex fiscal de Los Ángeles, John W. Miner, quien participó en la investigación de la muerte de Monroe. Miner dijo que Greenson le permitió escuchar las cintas y tomar apuntes, con la condición de que nunca revelara su contenido. El ex fiscal mantuvo su promesa por 30 años, pero fue obligado a hacerlo público en un intento por limpiar el nombre de Greenson después de que un biógrafo lo acusó de recetar un medicamento para dormir que resultó ser fatal al combinarse con el Nembutal que ya estaba en el sistema de la actriz”, señala Lori Leibovich.

Las grabaciones también echan por tierra la supuesta relación padre-hija que aparentemente existía entre la actriz y su psiquiatra. En uno de los segmentos, Marilyn agradece al médico que le haya enseñado “el mayor placer que existe”. ¿A qué placer máximo se refería la estrella? Sus palabras lo explican con pelos y señales: “Dijiste que cuando hiciera exactamente lo que me dijiste que hiciera tendría un orgasmo, y que después de que lo hice me sentiría tal como era yo y que tendría orgasmos con mis amantes”.

Greenson fue acusado de aceptar el caso clínico de la mujer sólo para alcanzar mayor fama como médico, ya que Marilyn era una esquizofrénica paranoide irremediable, una suicida en potencia que se aferraba al primer tronco que le lanzaran al río, en este caso, el supuesto afecto que el especialista le demostraba. ¿Qué relación existió entre Marilyn y el especialista que intentaba salvarla del suicidio? La verdad quizá la sabremos en 2039, cuando los sellos que guardan celosamente los documentos relacionados con la terapia de Monroe sean retirados. Mientras tanto, los legajos de Greenson duermen el sueño de los justos en una colección especial de la Universidad de California Los Ángeles.

Cuando llegue esa fecha, el vestido del mito-mujer, Marilyn Monroe, continuará ondeando en la conciencia de hombres y mujeres que aún no habrán encontrado la fórmula para explicar dónde exactamente habitaba el carisma de una actriz de medio pelo que conquistó al mundo de ayer, hoy y mañana.

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