Tras mucho cavilar, voté por AMLO. Y no sólo eso: brindé argumentos a su favor donde pude hacerlo. Pero admito que Peña ganó la elección. Simplemente no puedo ignorar a los más de 18 millones que votaron por él. Advierto que Peña es afecto al acarreo, a la compra y la coacción del voto, al despilfarro de dinero en propaganda y regalitos, a la manipulación televisiva, pero esos vicios no alcanzan para anular la elección.
Pese o, quizá, gracias a ellos millones optaron por él. Algunos con la esperanza de conseguir un empleo; otros porque les regalaron cemento, despensas e incluso dinero en efectivo; otros porque se fascinaron con la telenovela de Enrique y la “Gaviota”; otros porque nos les perturba que el avance democrático se detenga a cambio de las reformas estructurales; otros porque tienen la esperanza de que el PRI pacte con el narco para posponer el baño de sangre; otros por miedo a AMLO y otros porque optaron libremente por PRI, aunque no lo podamos creer.
Mal, que el PRI manipule como antaño, pero debemos preguntarnos si sus manipulaciones cancelaron la libertad de los ciudadanos; si éstos votaron sin libertad. Y la respuesta es rotunda: a pesar de todo, lo hicieron libremente. Esa gente pudo votar por otro candidato, y no lo hizo. Podemos disentir de sus razones para respaldar a Peña, pero no podemos ignorar que lo respaldaron. Aun si Peña ganó porque manipuló a los ciudadanos, resulta claro que los ciudadanos cayeron libremente en esa manipulación. Nadie votó con una pistola en la cabeza. De las presiones que tuvieron lugar ninguna canceló la libertad de los ciudadanos. El PRI los acarreó, pero ellos pudieron no ir o pudieron ir y votar por otra opción. Lo mismo con la compra del voto: los ciudadanos pudieron no venderse o pudieron recibir el dinero, los materiales de construcción, las despensas y votar por otro candidato.
La coacción cobró múltiples formas y en todas incorporó algún chantaje: “no te doy la plaza de trabajo o perderás la que tienes si no colaboras; no pavimentaré la calle ni te proporcionaré agua potable; tú y tu familia ya no recibirán los beneficios públicos que reciben”. A unos los tienen agarrados de las tripas y a otros de la ignorancia, pero en última instancia no conculcaron la libertad de nadie. Y en libertad cayeron en el chantaje; con su propia mano votaron por el PRI.
Debemos criticar a los políticos que sacan provecho de la indigencia y la ignorancia, pero no podemos invalidar los votos de los indigentes y los ignorantes. Con todo, admitamos que no sólo los ignorantes e indigentes votaron por el PRI, y que mucha gente pobre y sin escuela ni fuentes alternativas de formación e información votó por otros candidatos, cuyos partidos, por cierto, también incurren en los vicios que he señalado, si bien en menor medida que el PRI.
¿Y la manipulación informativa? Pues me parece claro que el candidato de telenovela le debió menos a ella que a su habilidad para venderse en la sociedad del espectáculo. Y bien puede enfadarnos la sociedad del espectáculo, pero no podemos ignorar que sería impensable sin las libertades democráticas, y al día de hoy las libertades democráticas no han florecido sin producir una sociedad del espectáculo. Así que más nos vale lograr que ésta no atente contra las libertades, sino que las respalde.
El movimiento “Yo soy 132” logró que al fin se autorizara la licitación de nuevas cadenas televisivas. Esperemos que en el futuro éstas abonen al mejoramiento de nuestra democracia, pero admitamos que los ciudadanos embaucados con la telenovela de Enrique y la “Gaviota” tuvieron la libertad de cambiar de canal o apagar la TV, y no lo hicieron. Y los que buscaron una plaza en el magisterio o la burocracia pudieron elegir otro camino, y no lo eligieron. Pero no todos lo votos de Peña fueron hijos de la coacción, el acarreo, la compra y la manipulación televisiva; también jugó la incapacidad de los otros partidos, el temor y la inseguridad omnipresentes, la falta de prosperidad económica. Decía Churchill que “la democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás”. Pues hoy eso debemos hacer los demócratas de izquierda.