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domingo 22 diciembre 2024

La revolución en la radio no será hertziana

por Emiliano López Rascón

“Con un agradecimiento a Lawrence Uren por señalarme la pista de Serial”.

El 13 de enero de 1999, una joven de 17 años llamada Hae Min Lee, estudiante en la preparatoria de Woodlawn, Baltimore, fue estrangulada presuntamente por su exnovio Adnan Syed, arrestado el 28 de febrero de ese año por el delito de asesinato en primer grado; actualmente purga cadena perpetua en una prisión de Maryland.

Casi 17 años después, Syed tendrá en junio otra audiencia en el tribunal especial de apelaciones en Maryland, que reabrió el caso porque el sistema de justicia gringo también tienen sus propios presuntos culpables: una abogada chambona, un fiscal perrísimo, prejuicios raciales, datos contradictorios, sesgo de pruebas y declaraciones, abuso de declaraciones de testigos que en conjunto no acumulan suficientes datos objetivos para determinar la inocencia, pero a estas alturas tampoco la culpabilidad de Adnan.

Desde octubre del año pasado el caso se ha debatido en Norteamerica con ese mismo calor con el que por acá hace algunos años discutimos el caso Paulette. Casos complejos y sin conclusión fácil de esta clase, se vuelven espejos de nuestras idiosincrasias, culpas, proyecciones y a menudo de nuestros prejuicios.

Las historias de inocente o culpable no son nuevas y esto parece una repetición del argumento que fue adaptado en el filme documental The Thin Blue Line y así de toda la filmografía sobre encarcelados o ejecutados por delitos sin comprobar; la novedad es que la reapertura del juicio por el asesinato de Min Lee debida a la presión de la opinión pública no se debe a una película o reportaje en “60 minutos”; sino a Serial, un podcast de audio producido como un spin off por el equipo que realiza el exitoso y ya de por sí innovador programa radiofónico semanal This American Life en la radio pública de Chicago. Serial ha roto por mucho todos los registros de descargas alcanzando cuando esto se escribe la masividad de 68 millones. Inaugura también el fenómeno de que un show radiofónico transmitido por antena con su distribución paralela en Internet es superado en audiencia y descargas por una producción derivada de él. Solo el primer episodio de Serial fue transmitido al aire en el espacio de This American Life.

Mientras ocurría el proceso de Adnan Syed, en la televisión norteamericana de paga se transmitía la primera temporada de “Los Soprano” que representó, hoy lo sabemos, una auténtica revolución en el consumo televisivo y la producción de narrativas audiovisuales y que hoy, más que el cine mismo, parecen marcar la pauta. En el último semestre asistimos a un fenómeno equivalente en la radio. ¿En la radio? Esto es parte de su interés: nos permite interrogarnos si se trata de una fase nueva del mismo medio, una mutación o del surgimiento de una nueva forma de comunicación masiva. Pudiéramos parafrasear aquel eslogan: No es radio, es NPR (National Public Radio) Y que sea, justamente en el seno de la radio pública y no en la privada es también para anotarse.

La culpabilidad o inocencia de Sayed es tema de controversia, pero lo que ya alcanzó consenso es que Serial ha detonado el esperado auge del podcast con una oleada de nuevas series en las que parece el podcasting haber encontrado al fin sus formatos idóneos y códigos de relato apropiados para canal, y así con ese éxito, la oportunidad también de atraer el interés de inversionistas, ejecutivos de medios y sobre todo audiencias en masa. La primera temporada de 12 episodios recién termina, pero la historia sigue, entre otras cosas porque el caso no ha concluído, es más, como ya dije, se reabrió a partir del revuelo que causó su escucha en toda Norteamérica. Y para la radio por descarga la historia parece solo el inicio.

Los ingredientes que explican el furor de suscripciones parecen ser: una historia intrigante de crimen y pasión en donde la realidad supera a la ficción y a la que se añade el carácter forzadamente inconcluso de un expediente judicial abierto, o más bien precisamente: reabierto por la voz interrogante de Sarah Koening y su inevitable: “Esta historia continuará..” que de alguna manera convierte a los jurados en parte del equipo de guión de la segunda y ya esperada temporada.

Ya Baltimore al tiempo del inicio de “Los Soprano” y cuando ocurrió este asesinato había generado un par de series estrechamente deudoras de la realidad documentada de sus calles que acompañaron y fueron también protagonistas de la explosión de HBO en el cambio de milenio: The Corner y The Wire. El testimonio descarnado del consumo, trafico de drogas y su persecución policiaca en la capital de Maryland revolucionó los códigos narrativos de las series televisivas con mucho más oficio de cronista que de inspiración literaria. La ficción apenas salpicada ante el documental, la credibilidad del testimonio directo y su intenso sabor de realidad, cargada, doble, caliente y amarga, que nos mantiene insomnes y agitados, pero lúcidos, como un expresso a la media noche. Pero esta es solo una de las propiedades de Serial que a fin de cuentas no es sino uno de los más completos y exhaustivos reportajes de investigación producidos sobre un caso del cual, entre más datos duros acumulamos, menos seguros estamos de qué sucedió efectivamente en esos 21 minutos del 13 de enero hacia la hora de la comida y nos arroja a la cruda sospecha de que el aluvión cotidiano de notas periodísticas con las que nos hacemos una idea del mundo no son sino jirones de una enredada trama pública tironeada hasta el deshilache.

Serial no solo es un nuevo modelo de relato radiofónico y su forma de distribución masiva, con una producción precisa y austera, basada sobre todo en el valor de la palabra el guión cuidado y la conducción eficaz. Constituye un paradigma de lo que es una investigación periodística. Una paciente, pero apasionante recolección de datos y testimonios. Realización y edición de entrevistas, revisión de documentos, expedientes, un trabajo que con los sesgos y protagonismos que le han cuestionado sus críticos -y qué bueno que los tenga- es otra cosa, ajena a la filtración, a la carrera por la primicia, a la emboscada canina, a la entrevista pactada o comprada, al golpeteo a sueldo, a la ventriloquia de la mafia del poder o la que así la señala, a los domadores de mareas de bots y sus mareos de ira.

Y aquí nos preguntarnos si entre las razones que explican el éxito de la serie no se encuentra el que no se trate de una producción visual o impresa, sino radiofónica y que no lo sea en sentido estricto, ya que su entrega bajo demanda desfasa en algún grado ese presente efímero, la presencia del aquí y ahora con su prisa inaprensible. ¿Hay algo inherente a su “podcastidad” que contribuya a explicar por qué ahora esta mecha sí prendió? ¿Qué detona en este caso una escucha personalizada, acomodada a la agenda del consumidor; pero que permite al tiempo manejar el auto, quizá hacer alguna talacha o actividad rutinaria, mientras uno se ejercita?

En el podcast, a diferencia de la radio de antena, ocurre un estiramiento de la inmediatez, un relativo control sobre su escucha que al productor le permitió y le obliga a escuchar lo que emitirá y que a los oyentes nos abre el espacio para formarnos un juicio, ponerle pausa y regreso, o sea releerlo; pero sin sucumbir al hechizo absorbente de la imagen. Uno escoge el espacio y el tiempo, eso le permite al emisor estirar más el frágil vinculo con el escucha. Más individualizado, menos congregado, menos reflejo y más reflexivo. De esta manera siempre una buena parte de la historia es la que nos contaremos a nosotros mismos. La descarga es on demand y la escucha a la medida.

¿Será esta condición perceptual de una audiencia diferida y a discreción, combinada con la fuerza documental sobre los eternos temas del amor, la vida y la muerte que desde siempre han cautivado a la humanidad, la formula secreta de este boom? La audiencia del jurado será en junio; pero ya otra audiencia había reabierto previamente el expediente. Al parecer, la radio que se entrega no es inocente.

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